17 de septiembre 2025 - 08:47

El empleo que no crece: cómo salir del pantano argentino sin romper el contrato social

Conviven dos países: uno formal, chico y caro; otro informal, enorme y barato. Cuando el costo de cruzar al lado formal es más alto que el beneficio esperado, las empresas no contratan y los trabajadores no aceptan el blanqueo.

El empleo no crece con discursos: crece cuando vale la pena crearlo. Y que valga la pena depende de nosotros.

El empleo no crece con discursos: crece cuando vale la pena crearlo. Y que valga la pena depende de nosotros.

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La Argentina arrastra un problema crudo y persistente: el empleo privado formal está clavado alrededor de los seis millones de asalariados, mientras la economía sobrevive con un andamiaje precario de informalidad y cuentapropismo. Entre 8 y 9 millones de trabajadores se ganan la vida sin aportes ni cobertura, y la política discute sin cerrar la grieta entre “reforma laboral” y “reforma tributaria”.

Empecemos por los números, sin maquillaje. El empleo asalariado registrado del sector privado en la Argentina se ubica en el orden de los 6,2 millones de personas; ese fue el nivel informado para septiembre de 2024 por el sistema SIPA, con variaciones mensuales muy bajas desde entonces. En el agregado de trabajo registrado (sumando sector público y casas particulares), el stock rondó 10,1 millones en junio de 2024, con otros 3,2 millones de independientes (monotributo y autónomos).

Si miramos el otro lado del espejo —el que suele doler—, la informalidad es una grieta estructural: los relevamientos de INDEC con EPH muestran una tasa en torno al 42% de la ocupación urbana hacia fines de 2024, lo que equivale a entre 8 y 9 millones de personas trabajando sin registrar en una población ocupada (PEA) cercana a 21,2 millones.

Traducido sin eufemismos: conviven dos países. Uno formal, chico y caro; otro informal, enorme y barato. La frontera entre ambos no es ideológica: es contable. Y cuando el costo de cruzar al lado formal es más alto que el beneficio esperado, las empresas no contratan y los trabajadores no aceptan el blanqueo. Simple.

Según el INDEC, en 2016 se perdieron 44.465 empleos en el sector privado
El empleo asalariado registrado privado cuenta con 6,2 millones de personas en septiembre, con variaciones mensuales muy bajas.

El empleo asalariado registrado privado cuenta con 6,2 millones de personas en septiembre, con variaciones mensuales muy bajas.

Los economistas suelen repartir culpas entre macro inestable, impuestos al trabajo, rigideces normativas y baja productividad. El derecho laboral agrega un matiz: la previsibilidad jurídica importa tanto como la tasa de interés. En lenguaje llano:

  • Costo total por fuera del salario: contribuciones, ART, multas potenciales, litigiosidad y sanciones por incumplimiento. El empleador percibe un “precio final” del puesto que a menudo duplica el salario de bolsillo.
  • Riesgo regulatorio y judicial: la incertidumbre frente a despidos, multas por registración deficiente o reclamos retroactivos desalienta a Pymes que operan con márgenes delgados. (No se trata de negar derechos, sino de acotar la varianza del costo jurídico).
  • Trampa del monotributo: el régimen simplificado facilita la formalidad individual, pero desincentiva la transición a relación de dependencia cuando la empresa y el trabajador prefieren “tercerizar” el vínculo con facturas. Es una semi-formalidad que compite con el empleo asalariado.
  • Fiscalización irregular: donde el Estado no controla, el informal compite con ventaja de precio; donde controla de golpe, el shock se traduce en cierres y no en blanqueo.

Resultado: empleo estancado. Los informes recientes muestran ondulaciones mensuales —un +0,2% por aquí, -0,1% por allá— que no cambian el cuadro.

  • A) Reforma tributaria pro-empleo (quirúrgica, no a mazazos)

  • Reducción gradual y focalizada de contribuciones para nuevos puestos en Pymes y sectores transables con potencial exportador. Mecanismo: una alícuota decreciente por 36 meses ligada al mantenimiento del puesto. Objetivo: que el costo inicial de sumar gente no espante.
  • Crédito fiscal por capacitación certificada (oficios digitales e industriales), utilizable contra contribuciones. Formación que aumente productividad o empleabilidad, no cursos ornamentales.
  • Cuenta única del empleador: simplificar tributos y aportes en un solo flujo con vencimientos unificados y moratoria automática de baja cuantía. Menos multas por formalismos, más cumplimiento efectivo.
  • B) Reforma laboral pro-previsibilidad (respetuosa del piso de derechos)

  • Fondo de cese opcional, sectorial o por empresa, sustitutivo de la indemnización por antigüedad tradicional para nuevas altas. El modelo “austríaco” amortigua el costo del despido como una cuota mensual previsible. No se trata de abaratar el despido; se trata de convertir un shock en un flujo.
  • Multas por registración: mantener la sanción, pero acotar la discrecionalidad y uniformar criterios para evitar jackpots litigiosos. La seguridad jurídica también es saber cuánto vale el incumplimiento (y que se cobre siempre).
  • Negociación colectiva más inteligente: habilitar cláusulas pyme y acuerdos por productividad con umbrales medibles. La paritaria nacional fija el piso; los convenios complementarios ajustan procesos, turnos y polivalencia.
  • Teletrabajo y modalidades híbridas: reglas claras para compensaciones, desconexión y riesgos. Menos zonas grises, más contratos tipo.
  • Justicia laboral digital y rápida: audiencias iniciales tempranas, pericias estandarizadas y conciliación asistida por sistemas (sí, IA para detectar acuerdos razonables). Un juicio que dura años es un impuesto implícito a contratar.
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No hay milagros de empleo sin ganancias de productividad. Y se logra con tres vectores: capital, conocimiento y gestión.

No hay milagros de empleo sin ganancias de productividad. Y se logra con tres vectores: capital, conocimiento y gestión.

Productividad: la palabra prohibida que conviene decir

No hay milagros de empleo sin ganancias de productividad. ¿Cómo se logra? Tres vectores:

  • Capital: crédito accesible para maquinaria, software y proceso. La productividad no sube con carteles motivacionales.
  • Conocimiento: formación dual (empresa + instituto) en soldadura, CNC, QA, programación, soporte técnico, logística y ventas B2B. Certificaciones con valor laboral real.
  • Gestión: estandarización de procesos, indicadores simples (lead time, scrap, rendimiento por hora), digitalización de back-office. Las pymes no necesitan PowerPoints: necesitan tableros con 10 variables y disciplina semanal.

Cuando la productividad sube, el salario puede crecer sin matar el margen. Cuando el salario sube sin productividad, la cuenta la paga el empleo.

¿Reforma laboral o tributaria? Ambas, en versión quirúrgica y pro-empleo. Ni motosierra ni siesta. Un plan que premie al que contrata, proteja al que trabaja y castigue al que evade siempre —no a veces.

Si lo hacemos así, el empleo deja de ser un rezo y vuelve a ser una decisión racional. Y cuando el riesgo baja y la productividad sube, las empresas contratan. Eso es lo que debemos perseguir con persistencia clásica y herramientas modernas.

No hay épica más conservadora —y más revolucionaria a la vez— que cumplir la ley, bajar la incertidumbre y trabajar mejor. Porque el empleo no crece con discursos: crece cuando vale la pena crearlo. Y que valga la pena depende de nosotros.

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