9 de septiembre 2020 - 00:00

El impacto de la geopolítica global en la reconstrucción

Cualquier plan de reactivación económica para sentar las bases de un modelo de desarrollo productivo necesitaba de un acuerdo de reestructuración de deuda que relajara las tensiones cambiarias y que nos permitiera ganar un mayor margen fiscal para el financiamiento de las transferencias a los sectores más postergados de la Argentina en medio de una pandemia que tiene parada a la economía. Pero además de tener consecuencias para el corto plazo, reestructurar la deuda va a ser clave para planificar la senda del desarrollo.

Se debe tener en cuenta que nuestro proceso de reestructuración es una condición necesaria para garantizar un crecimiento económico que nos permita afrontar los compromisos de pago. Tal y como esbozaron una multiplicidad de veces el Presidente y el ministro de Economía, Argentina no pagaría deuda a costa del padecimiento del pueblo argentino. Ahora bien, teniendo en cuenta que se abre el proceso de renegociación de deuda con el FMI en medio de una posibilidad histórica de tener buenas condiciones de refinanciamiento dados los antecedentes de reestructuración con los acreedores privados,¿qué posibilidades de reinserción en la economía mundial tiene la Argentina en el orden geopolítico global existente?

En primer lugar, es necesario comprender que en este contexto, el desafío de incrementar los niveles de inversión de largo plazo necesarios para la reconstrucción de la economía no pueden depender exclusivamente de la voluntad de los mercados financieros globales. Sino que la geopolítica y las condiciones de competencia económica global entre las potencias juegan un papel preponderante en los grandes proyectos de inversión y en el proceso de acumulación de capital de las economías emergentes. Este empoderamiento de los estados a nivel global constituye una oportunidad excepcional para que la Argentina pueda incrementar sus niveles de inversión extranjera de largo plazo.

Asimismo, la pandemia global del covid-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de incrementar la intervención del Estado en la economía. No sólo como prestamista de última instancia, sino para orientar los procesos productivos y asegurar el aprovisionamiento de diversos bienes de primera necesidad. Este proceso ha tenido como consecuencia el acortamiento de las cadenas globales de valor en varios sectores estratégicos (insumos médicos, biotecnología, alimentos y maquinaria esencial, entre otros). Es por ello que potencias económicas valoran las relaciones de abastecimiento confiables por parte de sus proveedores, especialmente en caso de que se produzca un recrudecimiento de las guerras comerciales.

Por lo tanto, para sentar las bases de una economía con eje en la producción se deben considerar las inversiones de las potencias dominantes como herramienta esencial para ejecutar políticas públicas en un contexto donde las economías centrales también han incrementado los niveles de emisión monetaria para paliar los efectos de la crisis económica mundial. ¿Cuáles son entonces las posibilidades de inversión genuina que se abren en el nuevo orden económico mundial?

En primer lugar, se puede destacar el rol de la Ruta de la Seda (mejor conocida como BRI por sus siglas en inglés Belt & Road Initiative) que es el plan estratégico de inversiones chinas en la agenda de desarrollo económico y geopolítico de China a nivel global. “La Ruta de la Seda” se propone llevar adelante inversiones ferroviarias y portuarias por más de un billón de dólares a nivel mundial durante los próximos 10 años. Actualmente, se han llevado adelante proyectos de inversión en todo el mundo: Medio Oriente, Asia Central y Europa. Desde 2018 se han incorporado varios países de Sudamérica (Uruguay, Venezuela, Chile,Perú, Ecuador y Bolivia). El interés de China en nuestra región se centra en poder generar inversiones en transporte (portuarias y ferroviarias) y materias primas para asegurarse el abastecimiento de estos bienes frente a posibles guerras comerciales con las otras economías centrales. Para la Argentina esto implicaría profundizar las relaciones económicas con China, una tendencia que tiene casi 20 años.

Por su parte, Estados Unidos se ha propuesto llevar adelante el programa “América Crece”(Growth in the Americas) para lograr proyectos de inversión en la región. El programa fue relanzado en diciembre de 2019 apuntando a generar inversiones en tecnología, energía e infraestructura (transporte, sustentabilidad y conectividad) por 1 billón de dólares en América Latina para dentro de los próximos 5 años. Este programa busca atraer más inversiones del sector privado norteamericano en la región. Entre sus actividades se destacan la organización de mesas redondas entre empresas y gobiernos, el apoyo a misiones comerciales y la asistencia técnica para mejorar el “clima de inversión” y el respaldo a la financiación de proyectos. Sin embargo, el endurecimiento de la posición de Estados Unidos frente a los principales focos de conflicto de la región dificulta la perdurabilidad de un vínculo político de promoción de inversiones de largo plazo.

Por lo tanto, frente a un mundo aún incierto en términos de intercambio, hoy más que nunca es fundamental propiciar una política exterior inteligente basada en una estrategia de desarrollo. Una estrategia sustentada en acuerdos que busquen identificar nichos de mercado que sean atractivos para los inversores y para el país así como potenciarla producción, el empleo, el valor agregado y no la especulación financiera. Por último, sólo decir que es fundamental implementar un enfoque pragmático que nos permita aprovechar los flujos de inversión de todas las potencias económicas interesadas en nuestro país en una relación de cooperación, paz y soberanía protegiendo las condiciones de trabajo, el cuidado del medio ambiente y la incorporación de tecnología al proceso productivo.

(*) Ideas por el Desarrollo (IxD).

(**) Agenda Argentina.

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