22 de octubre 2022 - 00:00

Más que "¿para qué?" la cuestión es el "¿cómo?"

El arco político se perfila ya para las elecciones de 2023. La ultraderecha gana espacio en la escena y enciende alarmas.

casa rosada
Ignacio Petunchi

Acostumbrada a marcar la cancha, Elisa Carrió salió esta semana a poner un límite a sus socios de Juntos por el Cambio: con el fascismo no se juega. La líder de la Coalición Cívica fue especialmente lapidaria con el libertario Javier Milei, advirtió con firmeza al ala dura del principal espacio opositor que coquetea con él, y hasta deslizó que podría ser candidata si es necesario para frenar el avance de la ultraderecha.

Así se expresó Carrió: “Si Juntos por el Cambio llegara a tener candidaturas que se alían con el fascismo, yo me presentaría en la interna para que no sea culpable ni cómplice del fascismo que viene (…) “Veo a gente de clase alta que dice que le tiene bronca a los políticos y dicen ‘yo lo voto a Milei’. Después háganse responsables: del tráfico de niños, del fin de la democracia...háganse responsables (…) El fascismo es una ola, y yo a esa ola no me subo. Puede subirse algún otro dirigente, mujer u hombre -porque la ola es la ola- pero a mí no me corren (…) Hay algunas personas que en Juntos por el Cambio pueden -por fama, poder u ola- prenderse de un emprendimiento fascista”.

El mensaje particularmente duro tiene como destinatarios a varios referentes de peso en JxC. Como el propio Mauricio Macri que expresó en privado coincidencias con la flamante premier italiana Giorgia Meloni, o la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, quien radicalizó a tal punto su discurso que llegó a polemizar con sus propios diputados por votar una ley que frenaba los desalojos en barrio populares. También a quienes se mostraron con Bolsonaro Jr, mientras el hijo del presidente brasileño recorría el conurbano bonaerense con una remera que mostraba un perro defecando una hoz y un martillo, símbolo del comunismo.

Con las elecciones presidenciales de 2023, la política ya entró en modo campaña. Tal como es título del nuevo libro de Macri, hoy los que se perfilan como candidatos se concentran en el “para qué”: la respuesta en todos los casos es para tener el poder. El problema es que está perdiendo sentido el “cómo”. Las propuestas para salir de la crisis se tornan abstractas, o en el peor de los casos impracticables. Y la radicalización discursiva está llegando a límites demenciales al punto máximo de que le gatillaran un arma cargada en la cabeza a Cristina Fernández de Kirchner, la máxima referente política del país.

La bala, por cosas del destino, no salió. Pero lo que se comenzó a destapar desde el momento en que Fernando Sabag Montiel intentó el magnicidio fue el desenredo de una red de estrechos lazos entre grupos de ultraderecha –con alto protagonismo del grupo Revolución Federal- y dirigentes opositores, tanto de JxC como de las filas liberales. La investigación continúa y salpica a un gran sector del antikirchnerismo.

Macri no logra explicar qué haría con la economía si vuelve a ser presidente. En esa materia su gobierno reprobó. Patricia Bullrich extrema su discurso de mano dura y prometió eliminar los planes sociales. Otra vez se impone el “para qué” sin decir el “cómo”.

Más cerca quizás de eso está Horacio Rodríguez Larreta. Alejado de Macri, al punto que ambos están dispuestos a batirse frente a frente en una interna, el jefe de Gobierno porteño viene perfilando su campaña con actos de gestión y recorridas los fines de semana por el interior del país. No lo dice públicamente, pero tiene la mira puesta en 2023.

Entonces cabe preguntarse qué buscan quienes en JxC le lanzan guiños a Milei y otros sectores de la ultraderecha. Carrió ya puso un freno. El radicalismo, el otro socio de la principal alianza opositora, se muestra tan dividido como el propio PRO. En el partido fundado por Macri, dirigentes como Rodríguez Larreta no muestran simpatía por el diputado liberal.

Milei es una figura compleja. Despierta pasiones acaloradas entre sus más acérrimos fanáticos y durísimas críticas de casi todo el arco político, incluso de referentes del propio liberalismo. Los únicos, como dijimos, que coquetean tímidamente con el histriónico economista es el ala más dura (los “halcones”) de JxC.

Las encuestas le dan una intención de voto del 17% a nivel nacional. Es uno de los dirigentes con más repercusión en la red social Twitter. Su base electoral está en los jóvenes, el sector que antes parecía coto de caza del kirchnerismo, y ahora se convirtió en un hervidero liberal.

Sin embargo, parece no convencer a todos. Durante el Coloquio de IDEA que se llevó a cabo días atrás en la ciudad de Mar de Plata, varios empresarios pusieron en duda la capacidad de Milei de poder formar un verdadero gobierno. Sus declaraciones como que “hay que quemar el Banco Central” no llevan calma a los hombres y mujeres de negocios. Y además mantiene su intención de bajar impuestos, algo que los propios empresarios dejaron de reclamar al entender que la coyuntura exige reducir el déficit fiscal y eso no puede hacerse con una rebaja de los tributos.

A pesar de todo, Milei se llevó la impresión de que fue bien recibido por los empresarios, varios de los cuales aprovecharon el almuerzo reservado en el hotel Sheraton para sacarse selfies. Piensa, además, que lo que dice Carrió es solo para colgarse de su popularidad y recuperar el protagonismo que supo tener en otro momento.

Mientras tanto, el Gobierno sigue enlodado entre la crisis económica y la interna en el Frente de Todos. Si Alberto Fernández puede guardar alguna esperanza de ser reelecto, la posibilidad depende casi sin otra alternativa de que Sergio Massa encauce dome a la inflación y encauce la situación económica. Aunque si lo hace, también podría aspirar él mismo a ser el candidato del oficialismo en 2023.

Hoy el FDT está aún más quebrado que JxC. La muestra es que este 17 de octubre hubo cinco actos, con fuego amigo cruzado, por el Día de la Lealtad. Cristina Kirchner conserva los votos que llevaron a Alberto Fernández a ser presidente, y mira de reojo a sus socios.

Es así que entonces nos preguntamos: ¿es más importante el para qué, que el cómo? ¿todo vale con tal de ganar? ¿cualquiera puede ser un aliado siempre que traiga votos, sin importar qué ideas tengan ellos y sus seguidores? ¿se puede seguir haciendo campaña en base a declaraciones genéricas y sin propuestas concretas? Las respuestas estarán a más tardar el día de las elecciones de 2023. El futuro que venga después hoy es incierto.

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