Suelen afirmar los astrónomos que conforme un objeto se acerca al horizonte de sucesos producido por la enorme gravedad de los agujeros negros, nada logra escapar a él. Algo similar suele ocurrir con la ya tristemente famosa “grieta” que surca nuestros debates públicos desde hace no menos de una década. Sin embargo, así como ocurre en el espacio, también en nuestro presente inmediato ocurren anomalías; sucesos que se escapan a la regla y, aunque no sepamos bien por qué, dan cuenta de fenómenos diferentes.
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Con la macro no alcanza: ¿qué pueden hacer las empresas?
Con la grieta de por medio se ha instalado un clima de final de ciclo en Argentina que invita a unos y otros a pensar en un cambio de rumbo.
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Algo de eso ocurre en torno al hecho de que incluso con la grieta de por medio se ha instalado un clima de final de ciclo en Argentina que invita a unos y otros a pensar en un cambio de rumbo (aún no definido) en muchos de los aspectos que hacen a la gestión de lo público, especialmente en torno a lo que concierne a la economía. Así las cosas, la necesidad de estabilizar la denominada “macro” y lograr una performance de nuestra moneda de curso legal más cercana a la de nuestros vecinos limítrofes, parece trascender las divisiones internas y, a pesar de que el cómo aún no sea claro y ni siquiera compartido, la contundencia de ese objetivo parece invitar a la esperanza de que esta vez sí va a concretarse.
Ahora bien, muchos en nuestro país están convencidos que estabilizando la macro el desarrollo económico estaría cuando menos encaminado. Sin embargo, es necesario retrotraernos a los momentos posteriores a la hiperinflación que dejó como legado el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín y a los años posteriores al proceso de reforma iniciado por el ex presidente Carlos Saúl Menem, para comprender que sin que intermedie un compromiso de modernización e incorporación de capital, las empresas argentinas difícilmente puedan adquirir los niveles de competitividad necesarios para que frente a una eventual apertura de los mercados, no solo logren sobrevivir sino incluso ampliarse.
Desde ya que tiene enorme incidencia en esta cuestión la perentoria reforma laboral que se encuentra pendiente hace décadas y una equivalente transformación del sistema impositivo que no solo simplifique el pago de impuestos, sino que garantice al mismo tiempo una reducción considerable de los gravámenes. Sin embargo, nuevamente, tampoco estas reformas serán suficientes para un ecosistema de empresas que, con la excepción de nobles excepciones, han estado fuera de un marco de apertura económica y competencia como aquél que han atravesado esos mismos vecinos regionales que mencionaba anteriormente y otros tantos de otras latitudes del globo.
Cualquier consultor experto en modernización de procesos y gestión del cambio, sabe que en Argentina el enfoque orientado a la eficiencia ha quedado relegado bajo la pila de dificultades que empresarios y emprendedores enfrentan cada día. Esa cruel carrera de obstáculos que implica mantener la cortina en alto mes tras mes devora la atención de los gestores produciendo que la entropía de los procesos gane terreno mientras retrocede la consolidación de dinámicas más ágiles, efectivas y transparentes.
Es usual detectar, en tal sentido, empresas en las que decenas de mails se dejan sin responder, en que los tiempos de respuesta a clientes y proveedores crece cada día, en las que la selección de personal responde más a amiguismos y compromisos que a una ponderación adecuada de perfiles, etc.
También todo consultor sabe que sus servicios suelen ser requeridos en tiempos de crisis lo cual, en sentido estricto, es el peor momento posible (a pesar de ser el más usual) para decidirse a una transformación. La gestión del cambio siempre implica inicialmente la inversión de un capital que en medio de una crisis se vuelve esquivo y una natural ralentización de la dinámica diaria hasta que se consolida la nueva cultura organizacional y comienzan a verse los resultados esperados. En estos contextos, una gran cantidad de iniciativas quedan truncas y son abandonadas por ser incompatibles con un contexto crítico sobre todo si este es profundo.
Todo lo anterior debiera advertir al lector interesado que lo más conveniente es incorporar nuevas técnicas de gestión en las diferentes áreas sensibles de la empresa previo a llegar a un abismo que se vuelva insoslayable. Situación que por todo lo mencionado anteriormente, el ecosistema empresario argentino estaría pronto a enfrentar si ese clima de final de ciclo que mencionaba en un comienzo se consolidase finalmente en la realidad.
Múltiples técnicas innovadoras se encuentran a disposición de emprendedores y empresarios hoy. Términos como Agile y Scrum suelen estar en el radar de los gestores, lo mismo que el Change Management y el Compliance. Sobre este último, para terminar, es necesario decir que muchas veces se lo considera como un proceso de control al que las empresas son obligadas dependiendo de su apertura a mercados extranjeros o a la provisión de servicios y productos a empresas que lo demandan y no como lo que realmente puede ser: un sistema de buenas prácticas que cuenta con el respaldo de una gran experiencia internacional y que permite descubrir a tiempo instancias críticas dentro de las unidades operativas al mismo tiempo que su atención temprana facilita la implementación de esas reformas tan necesarias para que se cumpla aquello de que toda crisis es, en última instancia, una gran oportunidad.
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