12 de marzo 2023 - 00:00

Inflación, crisis económica y autoritarismo: la ecuación perfecta para la decadencia social

¿Cuál es la forma de detener el creciente descontento social y la pérdida de confianza en las instituciones públicas?

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FMI

Las condiciones económicas, y principalmente la hiperinflación, desestabilizan toda estructura social, poniendo a todos contra todos, y erosionando el sentido de Justicia y la imagen de las autoridades. Este escenario se convierte en el caldo de cultivo para regímenes autoritarios, sumado a otras variables, por supuesto, pero siempre con éstos dos factores como protagonistas.

A Graham Greene le preocupaban concretamente estas situaciones: “Produce escalofrío la facilidad con que se implementa un régimen de esclavitud a partir de cualquier frustración social”. Su interés por estos sucesos se puede ver en su libro “Los comediantes”, donde relata de modo intenso y violento la Haití del dictador Duvalier.

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El 7 de febrero de 1986, Jean-Claude Duvalier, conocido como Baby Doc, huyó de Haití. Una insurrección popular acabó con su gobierno. El líder era el general Henri Namphy, que aprovechó que Estados Unidos había retirado su apoyo al tirano.

Baby Doc era hijo de otro dictador, François Duvalier, conocido como «Papa Doc». A su muerte en 1971, «Baby Doc» heredó el gobierno del país de forma vitalicia. Durante su mandato, gracias al apoyo de Estados Unidos y Canadá, el país recibió un impulso económico. Pero la mayoría de esa riqueza se quedaba en la familia del propio Duvalier y de su mujer, Michèle Bennett. La corrupción se convirtió en la gran amenaza del país. En la década de los 80, la administración Reagan le retiró su apoyo y «Baby Doc» cayó en desgracia.

Greene entendía perfectamente ésta dinámica al señalar que “los factores internacionales adquieren un rol significativo”. También está el caso de la victoria de Fidel Castro en Cuba, que fue posible, entre otras cosas, porque Estados Unidos le quito el apoyo al ex presidente Fulgencio Batista.

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Muchas veces el deterioro de la economía es la herramienta para el sometimiento de los pueblos, como se pudo ver durante el régimen de Papa Doc, quién alegremente señaló: “La economía es un prejuicio burgués”.

Realmente, el problema de la inflación es una gran preocupación no sólo para las autoridades al interior de una nación, sino para organismos internacionales, y multilaterales, como es el caso del Fondo Monetario Internacional (FMI), que advirtió ésta semana que “el nivel de vida de muchos latinoamericanos caerá este año debido a la desaceleración del crecimiento, la alta inflación y la incertidumbre global”.

Según los responsables del FMI, que expusieron en Singapur sobre la revisión de sus previsiones para la economía mundial en enero último, el objetivo de los gobiernos debe ser estimular el crecimiento y atender las necesidades sociales de la población.

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El creciente descontento social, que se exacerbó durante la pandemia, y la pérdida de confianza en las instituciones públicas persiste en la región desde hace un tiempo.

Es por eso que los gobiernos deben sostener a los sectores más precarizados y también buscar una reducción de la deuda pública, sin perder de vista que la confianza en su gestión seguirá cayendo a no ser que se inicie un proceso serio para equilibrar las cuentas públicas. Esto requiere responsabilidad para ambos actores: que los sectores productivos formales e informales activos hagan un aporte real con el pago de impuestos, y que el paternalismo, con los diferentes planes sociales, no sea la única alternativa para paliar la pobreza, sino la creación de empleo y emprendimientos genuinos para impulsar la vía del crecimiento sostenido.

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Como ejemplo, China tuvo que cambiar el rumbo económico hacia un modelo de crecimiento, lo que marca los límites del régimen autoritario, que solo es posible en sociedades mediocres, dispuestas a aceptar la decadencia permanente.

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