La frase “la gente no quiere laburar” es una frase que circula con naturalidad en conversaciones informales. Pero, detrás se esconde un problema mucho más profundo, que afecta no solo al mercado laboral argentino: no se trata de que las personas rehúyan el trabajo en sí, sino de que rechazan trabajos sin sentido o ambientes donde se sienten meros engranajes sin propósito.
¿La gente no quiere laburar? Falta de motivación, agotamiento excesivo y perdida de sentido en las organizaciones
A pesar de que sea tan solo una frase, esconde un problema mucho más profundo en el mercado laboral argentino: las nuevas generaciones no se sienten valoradas.
-
Las bibliotecas porteñas se reinventan: 17 espacios públicos se transforman en coworkings
-
Economía Silver y luego el retiro: Como prepararse para lo que vendrá

¿La gente no quiere laburar?.
Las condiciones laborales no acompañan las nuevas demandas ni a los nuevos talentos. Las organizaciones siguen atrapadas en modelos rígidos que exigen jornadas interminables y presiones imposibles de sostener. La sobrecarga de tareas, la falta de pausas reales y la ausencia de una cultura que valore el bienestar generan un caldo de cultivo perfecto para el agotamiento extremo.
No es lo mismo no querer trabajar, que no querer hacer cualquier trabajo
Las nuevas generaciones han cambiado las reglas del juego. Para ellos, el trabajo debe tener un propósito claro y un impacto real, además de un ambiente que no los destruya física ni emocionalmente. El rechazo no es a trabajar, sino a hacerlo bajo condiciones que generan estrés crónico o pérdida de motivación.
Sin embargo, estas generaciones profesionales, a pesar de su preparación, no acceden a puestos de trabajo acordes a sus expectativas ni competencias. Las dificultades para escalar y la falta de oportunidades reales los sumergen en trabajos que no valoran su potencial, acentuando su frustración y desconexión. Las empresas, por su parte, parecen no estar preparadas para esta transformación, persisten en culturas organizacionales que sobre exigen, con expectativas poco realistas y sin sistemas efectivos de apoyo o reconocimiento.
La resiliencia se vuelve una habilidad clave para los trabajadores. Pero no alcanza solo con resistir el estrés; lo que se necesita es antifragilidad: la habilidad de no solo soportar las dificultades, sino de crecer y fortalecerse gracias a ellas.
Cómo pueden las empresas adaptarse a esta nueva realidad
Las organizaciones deben repensar sus estructuras para crear culturas que valoren el capital humano. Eso implica reconocer el agotamiento como un problema real, incorporar espacios de escucha activa, fomentar la colaboración y diseñar roles que respeten los límites personales.
El liderazgo humanizado es una necesidad urgente. Los líderes deben aprender a gestionar el estrés colectivo, a identificar señales tempranas de agotamiento y falta de interés, y a construir equipos resilientes, motivados y alineados con un propósito que trascienda la simple ejecución de tareas.
El verdadero desafío está en revertir la cultura del sacrificio y la sobrecarga para construir entornos donde el talento se sienta valorado, protegido y motivado a innovar. El reconocimiento no puede ser solo un premio ocasional, debe ser un pilar constante de la experiencia laboral. Solo cuando las empresas comprendan que el éxito sostenible pasa por cuidar la salud emocional y física de sus colaboradores, dejando atrás prácticas agotadoras y obsoletas, se podrá terminar con la estigmatización del “no querer laburar” y abrir paso a una cultura de compromiso real, creatividad y crecimiento mutuo.
La frase “la gente no quiere laburar” no es más que una excusa que oculta un fracaso colectivo: el de no saber construir lugares de trabajo donde el talento pueda brillar, crecer y sostenerse en el tiempo. Cambiar esta realidad requiere responsabilidad, innovación y humanidad de parte de todos, para que trabajar deje de ser un peso y asi y entonces, “la gente sí quiera laburar”.
- Temas
- Trabajo
Dejá tu comentario