15 de noviembre 2022 - 13:15

Kathrine Switzer: la carrera aún no terminó

No se aceptaban mujeres y ella logró participar por primera vez inscribiéndose con sus iniciales.

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Por Leonardo "Colo" Mourglia.-

Son casi las 19 horas del domingo 6 de noviembre de 2022 y la Maratón de New York acaba de concluir. En el piso 36 de un edificio de Columbus Circle en Manhattan, justo a la altura del kilómetro 41 recorrido, los corredores del Team Ultra de todo el mundo nos reunimos a celebrar la carrera que corrimos.

De pronto una mujer delgada y con una gran sonrisa en su rostro entra al salón. Para nadie pasa desapercibida, porque despierta la admiración de todos. Se trata de una persona que marcó para siempre la historia del deporte y lo sigue haciendo.

Con total humildad ella rápidamente avanza, toma la iniciativa y comienza a felicitarnos uno por uno. Su mirada con los ojos vidriosos es la de una persona muy contenta, orgullosa y emocionada por lo que está ocurriendo. Nos abraza como quién conoce a alguien de toda la vida y se alegra de una forma muy auténtica al ver las medallas colgando en cada uno de los corredores, como si fuese ella quien acaba de correr. No es para menos, porque Kathrine Switzer conoce muy bien lo que siente un maratonista en este momento.

Nació en Amberg, Alemania, el 5 de enero de 1947, aunque vivió la mayor parte de su vida en Estados Unidos. De muy chica fue una apasionada por los deportes y comenzó su camino como corredora a sus 12 años. En abril de 1967 hizo lo que nunca antes una mujer había hecho: ponerse el dorsal y correr un maratón.

Aunque hoy suene increíble, por aquel momento las mujeres no tenían permitido participar en la mayoría de las disciplinas deportivas por ser consideradas frágiles y débiles. En este contexto se creía no sólo que no podrían completar una carrera de más de 42 kilómetros, sino que además esos intentos podrían traerles serios problemas de salud. No obstante, Kathrine, con 20 años de edad, tenía muy en claro que quería correr el maratón de Boston y - como no podía inscribirse, ya que los formularios no aceptaban mujeres -consiguió un dorsal anotándose con sus siglas y su apellido: "K. V. Switzer".

Una vez en la competencia, el director de la prueba advirtió su presencia e intentó retirarla de forma violenta gritando “salí de mi carrera y devolveme el dorsal”, al tiempo que intentaba arrancárselo. Su entrenador, su pareja y otros corredores frenaron los forcejeos y empujones, y Kathy pudo seguir corriendo. Las fotos de ese momento son hoy parte de las imágenes más icónicas de la historia del deporte.

En varias entrevistas, Kathy aseguró que ella estaba dispuesta a terminar la carrera como sea, ya que de no completarla nadie creería que las mujeres pueden hacerlo: finalmente cruzó la línea de meta tras 4 horas y 20 minutos. No sólo se colgó su medalla de finisher, sino que le demostró al mundo que, lejos de los tabúes, falsas creencias y estereotipos, las mujeres sí están capacitadas para correr un maratón y marcó así el camino para la creación de una división femenina en este deporte. Su logro fue tal que cinco años más tarde se les permitió oficialmente a las mujeres inscribirse y competir en la maratón de Boston.

Desde entonces, Kathy Switzer nos inspira a todos los que amamos correr, porque su pasión y su fuerza siguen inoxidables, como en aquel abril de 1967. Es que aún resta mucho por hacer y como prueba de esto hoy en día el porcentaje de mujeres y personas no binaries que logran cruzar la meta de la maratón de New York sigue siendo menor que el de los hombres, lo cual indica que aún queda un largo camino por recorrer.

Es por eso que Kathy hoy es parte activa del “Michelob Ultra Run Fund”, una iniciativa de Michelob Ultra que busca continuar rompiendo con las barreras de género en el deporte y fomentar la inclusión mediante el financiamiento del costo de participación del maratón para mujeres y personas no binarias a partir del 2023.

Hace 55 años, la maratón de Kathy fue una victoria para todas las mujeres que abrió puertas en los derechos a participar en actividades hasta entonces ridículamente prohibidas. Aquella chica de 20 años con su dorsal 261 empezó a escribir una historia en la que no hay lugar para expresiones como "no podés porque sos débil". Esa historia se sigue escribiendo y explica por qué ella se emociona de una forma tan genuina ante cada maratonista. Su fuego sagrado sigue vivo. En cada abrazo, en cada mirada con sus ojos vidriosos, en realidad nos está invitando a continuar y expandir el camino, demostrando a todos que correr es mucho más que mover las piernas. También con el deporte podemos mover al mundo.

Maratonista y periodista

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