La realidad es que, desde el fenómeno “Cambiemos” en la Argentina, se ha instalado una cultura con lenguaje torpe y carácter patibulario que incentiva el odio, la violencia, el amor al dinero, el egoísmo y el cortoplacismo; generando entornos tóxicos. Actualmente también existen demasiadas coincidencias entre el candidato Javier Milei, su ídolo Carlos Menem y Patricia Bullrich.
Milei, una síntesis de Menem y Cavallo (Parte II)

Milei, Cavallo y Menem.
Al principio Menem lucía políticamente más correcto que Cavallo, pero también criticaba al Papa y a la iglesia. El Papa en marzo de 1992 señaló con preocupación las consecuencias para los más desprotegidos que el ajuste en Argentina estaba causando. A lo que Menem manifestó entender la poca información técnica que manejaba Juan Pablo II: “Quizás en alguna medida su santidad no tenga las estadísticas, de cómo hemos avanzado en el campo de la desocupación” (Clarín 26 de marzo,1992).
Cavallo ofendía a la iglesia en forma arrogante y prepotente, pero sin insultos. “Laguna tendría que reflexionar sobre el Evangelio en lugar de hablar sobre economía, sobre la que demostró no saber nada. Las absurdas descripciones de Laguna hablan a las claras de su incapacidad intelectual” (Cavallo, Clarín 19 de diciembre, 1993). “Soy muy respetuoso de la opinión de los obispos. Pero no voy a discutir con ellos cuestiones que hagan a la política económica salvo que ellos lo planteen en términos de una discusión técnica con el Ministerio de Economía” (Cavallo, La Nación 22 de marzo, 1996)
Durante los años dorados de la Convertibilidad, un atractivo “apalancamiento” de la deuda pública y privada se había expresado en Argentina en altas tasas de crecimiento del PBI, ciclo caracterizado por la abundancia de capitales con bajas tasas de interés en todo el mundo. Pero en 1997 se produce un “sudden stop” (Guillermo Calvo) o parada repentina del flujo de capitales desde los países centrales hacia los países emergentes, una interrupción inesperada de ingresos al país, una contracción en el mercado de crédito-de naturaleza persistente-que condujo a los países emergentes y con economías endeudadas en dólares a problemas de sostenibilidad fiscal, a solo 3 años del “efecto Tequila” que hizo temblar el sistema financiero argentino.
La velocidad de reacción para contraer el gasto y dejar de emitir deuda fue extemporáneamente más lenta que la dinámica de la fuga de capitales desde las economías emergentes hacia las plazas de mayor seguridad: hubo, en definitiva, lo que se denomina “vuelo hacia la calidad” (flight to the quality) en la inversión financiera. Así como los cambios en la economía política del menemismo sobre el final de su período modificaron las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, también modificarían el estilo de liderazgo presidencial, que viraría desde la euforia de la reconstrucción a una moderación. En 1999 el gran desafío de Menem era mantener el modelo. Es decir, Menem empezó mal (1989-1991) y terminó mal (1998-1999). Entre medio, hubo resultados macroeconómicos mixtos y muy discutibles.
Esta dinámica cíclica y abrupta de la política presidencial es válida, y explica, además, la relación de los ciudadanos con el jefe del Ejecutivo, al que luego le dirigen reclamos de “decisiones contundentes”, y se le toleran entonces los excesos en el ejercicio del gobierno. Aunque más tarde esto cambia y aparecen los cuestionamientos morales y al final por la demonización del presidente saliente; el resultado son varias resignificaciones de un mismo estilo de gobierno (Pérez-Liñán, 2013, pág. 395).
Y, finalmente, la disyunción, que aparece cuando las consecuencias de las políticas antes mencionadas ya no pueden ocultarse, y el líder, por ende, se proyecta como “débil e incapaz”. Lo que sigue es una suerte de nuevo comienzo: el presidente débil da pie a una “solución heroica” que transforma rápidamente los parámetros monetarios y fiscales, justificándolos a través de un nuevo “discurso presidencial de reconstrucción” a partir de un modelo que será defendido e impondrá nuevamente un “intervalo de rigidez”, sin corregir errores en la política pública y posibilitando así “una nueva crisis de disyunción en el horizonte” (Ibid, pág. 396).
El propio Menem había cambiado: ya no era el presidente disruptivo, sino que estaba ocupado en lograr que su obra de gobierno perdurase. Menem había querido reelegirse para garantizar su continuidad. Según el marco de análisis de Pérez-Liñán, había pasado de ser un “gran presidente”, de reconstructor, a uno que estaba en las puertas de su propia disyunción.
Y luego De la Rúa, incapaz de lograr otra cosa, se pareció a Menem. Pero no al Menem de 1990, sino al de 1998, quedaría atrapado en la lógica del menemismo de su última fase. Por eso, la continuidad de Menem a De la Rúa que festejaban las élites tecnocráticas (Casta de macroeconomistas), los comunicadores y hasta los mismos politólogos era, en realidad, un problema. De la Rúa debió iniciar un ciclo recursivo, y no terminarlo. Y las élites tecnocráticas que lo acompañaron: “la casta de los technopols”, fueron incapaces de ver ese problema político que se asomaba.
Recuérdelos y asócielos. Milei representa una síntesis caricaturesca entre las patillas, el pelo largo y las excentricidades de Menem, con los ojos y exabruptos de Cavallo. Los demás: Patricia Bullrich en 1993 fue elegida diputada de Menem por CABA. Desde ese cargo del bloque del PJ, apoyó las políticas adoptadas por Menem y Cavallo. Atrás había quedado su Unidad Básica: “Evita Montonera”. Ya integraba “La Casta”.
En 1982, presidente Reynaldo Bignone, Carlos Melconian coincidió como jefe de Deuda Externa con Cavallo en el BCRA. Devenido político desde 2003, aceptó la propuesta de ser ministro de Economía en un eventual tercer gobierno de Menem, enseguida fue economista de Macri, hasta nuestros días.
Melconian es alguien que te explica que “en una casa no se puede gastar más de lo que se gana”, sin considerar la posibilidad de que, “si no te alcanza para pagar las cuentas, te consigas otro trabajo donde te paguen más, para evitar el sufrimiento de tu familia”. Es la lógica de Rodolfo Zapata: “No vamo'a trabajar, No vamo'a trabajar”. Lógica que alguna vez expresó, la inflación se detiene con 15% de desocupación. No puede comprender que, a un padre desocupado avergonzado, le importa un bledo que se mantenga el precio de la gaseosa cuando no tiene trabajo.
Roque Fernández y Carlos Rodríguez, ocuparon cargos y fueron los referentes ideológicos más importantes de Carlos Menem. Desde 1979, su centro de estudios le facilitó un celebre ministro a la provincia de Buenos Aires de la dictadura cívico-militar y, todos sus economistas a Menem. Carlos Alfredo Rodríguez trabajo en la Agency for International Developement, un organismo que recibe directrices estratégicas del Departamento de Estado. Entre 1996 y 1998 se desempeñó como jefe del Gabinete de Asesores del ministro de Economía y como secretario de Política Económica de su amigo Roque Fernández. Renunció al cargo luego de que el presidente Menem le negara la privatización del Banco de la Nación Argentina. Últimamente el ex viceministro de Economía de Carlos Menem aseguró que dolarizar es “una tendencia” ¿…? y que un Plan Bonex “sería un favor” para los tenedores de plazo fijos (Infobae, 24 de mayo, 2023)
¿Por qué deberíamos pensar que, con los mismos actores y las mismas ideas, todo sería distinto?
“Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”. “No todo lo que cuenta puede ser cuantificado, y no todo lo que puede ser cuantificado cuenta”. “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados” (Albert Einstein).
Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros
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