10 de julio 2020 - 08:57

No hay motivo para esperar un gran anuncio de reformas estructurales, ¿o sí?

El economista Aldo Abram plantea que para resolver los problemas económicos de fondo hay que disminuir el gasto público porque se necesita bajar los impuestos.

Locales vacíos Ciudad 1
Foto: Mariano Fuchila

En un “deja vú”, muchos economistas ortodoxos critican al gobierno porque “no tiene un plan” económico. Lo mismo sucedió al inicio del gobierno del entonces Presidente Néstor Kirchner. Sin embargo, con el tiempo, quedó claro que sí lo había, que lo ejecutó y que luego lo profundizó su viuda, Cristina Fernández durante los dos períodos que le tocaron ejercer el mandato.

El error es creer que todos pensamos igual. Un economista ortodoxo considera que el que hace crecer la economía es el sector privado productivo y una crisis revela una falta de credibilidad en un futuro del país que motiva a argentinos y extranjeros a sacar sus ahorros e inversiones de la economía local. Por lo tanto, cuando asume como ministro, anuncia un plan de reformas para resolver los problemas de fondo del país buscando convencer a la gente de que será exitoso y que lo implementará. Si lo logra, los trabajadores y empresas dejarán de ahorrar en activos extranjeros, empezarán a consumir e invertir más, impulsando una reactivación; y, luego, si el gobierno demuestra que cumple su promesa, colocarán su trabajo y su capital a producir gestando crecimiento sostenible de largo plazo.

Los funcionarios del actual gobierno creen que el que genera crecimiento es el Estado. Por ello, no hay necesidad de anunciar un plan, solo hay que empezar a hacer para dinamizar la economía y, luego, el sector privado productivo se sumará al auge. ¿Cómo lo harán? Diciéndole a los trabajadores y empresarios cómo manejar sus negocios, o realizar sus tareas, o ahorrar o invertir. También, regulando la economía para que funcione mejor que como lo hacía con el mercado. Si se analiza lo que va de la actual gestión está plagada de estas medidas.

Lo insólito es que esto implica que estos funcionarios creen que ellos saben mucho más que el conjunto de los argentinos, que en definitiva somos los trabajadores, empresarios y conformamos el “mercado”.

Por otro lado, impulsarán el nivel de actividad gastando más desde el Estado, para lo que necesitan plata. Por eso, al principio de su mandato, en vez de ajustar al sector público que era el que gastaba de más, argumentando que era recesivo, hicieron ajustar “solidariamente” al sector privado exprimiéndolo con más impuestos. Parece que achicar a quien produce los recursos para pagar los gastos y sueldos propios y los del Estado no es recesivo.

Esta forma de pensar también justifica que inicialmente plantearan como una prioridad tres años sin pagar intereses de la deuda; ya que pensaban usar esos recursos para gestar crecimiento. Cambiemos contó con muchos más recursos de crédito y sólo pudo sostener un par de años los problemas heredados. Con menos plata, ¿cuánto logrará mantenerlos este gobierno?

Así que no hay motivo para esperar un anuncio de un gran programa de reformas estructurales; porque el rumbo es otro y, lamentablemente, implicará que tengamos una nueva y más fuerte crisis en el corto o mediano plazo.

Para evitarla, hay que resolver los problemas de fondo. Se debe reformar el Estado para que cumpla eficientemente sus funciones y bajar el gasto; porque se necesita disminuir los impuestos.

Según el Banco Mundial, Argentina está en el puesto número 21, entre 190 países, de los que más exprimen con impuestos a sus empresas. Así no hay perspectivas de que haya suficiente inversión para gestar crecimiento sostenido.

Por otro lado, hay más de 69.000 regulaciones que asfixian a las empresas, especialmente a las PyMes y a los emprendedores; pero, en vez de reducirlas, este gobierno las incrementa. Tenemos una ley laboral que desincentiva la generación de empleo productivo. Con distintos gobiernos y períodos de gran crecimiento, en cualquiera de los últimos 20 años que se elija, más de 40%, e incluso más del 50% de los argentinos estaban desocupados, en la informalidad o con un seguro de desempleo disfrazado de ocupación en el Estado o plan asistencial.

Las soluciones están, sólo hace falta convicción y poner manos a la obra. Como ciudadanos exijámosles que lo hagan.

(*) Economista y director de la Fundación "Libertad y Progreso".

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