Los Kirchner llegaron ayer a Nueva York, y tras descansar unos minutos en su suite del hotel Four Seasons, sobre la elegante avenida 57, partieron para cumplir un rito que es ya cábala de sus viajes a esta ciudad. Caminando acompañados de parte de la comitiva, hicieron cuatro cuadras bajo un espectacular sol neoyorquino hasta el restorán Bice, al que concurren siempre el primer día de cualquier visita. Aunque la custodia en su llegada hacia el hotel desde el aeropuerto John F. Kennedy no fue todo lo espectacular que suele verse en Nueva York cuando arriba un visitante extranjero (sólo un patrullero sin sirena y personal de seguridad camuflado), en el trayecto a pie hasta el restorán Cristina de Kirchner fue seguida por dos mujeres, mayores del servicio secreto estadounidense. Unos pasos más atrás caminaba Néstor Kirchner junto a Carlos Zannini, seguido de otro oficial de esa misma fuerza que lo esperó en la puerta hasta el final del almuerzo que compartieron también con José María Díaz Bancalari.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
El regreso de esa comida fue otro clásico: Cristina de Kirchner pasó caminando por la Quinta Avenida hasta la esquina de la 57, el centro de la sofisticación y el lujo estadounidenses. En las cuatro esquinas están la joyería Tiffany, Louis Vuitton, Van Cleeff y Arpels y Bulgari.
* * *
El Council of the Americas se caracteriza por su protocolo y su eficiencia para recibir a mandatarios invitados. En el salón del Waldorf Astoria donde se realizan los almuerzos y cenas todos son recibidos por igual. La diferencia la ponen en el precio: para almorzar escuchando a Cristina de Kirchner se deben pagar u$s 400, mientras que para ver al paraguayo Fernando Lugo, que estará allí mañana, alcanza sólo con u$s 250. A Luiz Inácio Lula da Silva lo cotizan más: cenar con él asciende a u$s 550, mientras que el colombiano Alvaro Uribe está al mismo nivel que la Argentina: con u$s 400 alcanza.
* * *
En la comitiva argentina están sorprendidos por el éxito de una exportación nacional que hasta ahora sólo parecía una sofisticación en Nueva York: el dulce de leche. Ya no es cuestión de encontrarlo en algunos supermercados donde compran argentinos o como rareza en reductos gourmet como los súper Dean and Deluca o Zabar's: cualquier pastelería de la Sexta o la Séptima Avenida ya incorporó las tortas de mousse de dulce de leche como un estándar. De hecho, en los puestos de comida por las calles de Nueva York se pueden comprar crêpes (allí es donde los vieron los argentinos) que a los clásicos sabores yanquis ya adicionaron el dulce nacional argentino. El problema es que industrialmente ya se comenzó a producir en EE.UU.
Dejá tu comentario