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Además debería dar alguna explicación en el almuerzo de mañana, donde están anotados algunos funcionarios argentinos que han llegado por línea privada. Es el caso de Beatriz Nofal, quien, para algunos funcionarios, sería una de las candidatas al Ministerio de Economía en un hipotético gabinete de la senadora (de paso, un detalle: pidió un auto oficial para que la fueran a buscar al aeropuerto Kennedy; no había, le respondieron de ceremonial de la presidencia).
BONISTAS
Esa ausencia aplaca a los demonios: el principal logro táctico de la Cancillería para este viaje ha sido desbaratar una cumbre política de bonistas defaulteados. Los «holdouts» habían logrado que en el Capitolio algunos legisladores armasen una audiencia para discutir la posición de Estados Unidos ante su reclamo. Hubo presiones y gestos desde Buenos Aires -el primero, consentir que este viaje de los Kirchner es una reconciliación con el mundo y abandonar los ademanes terceristas de estos tres últimos años- que redundaron en la suspensión de un acto que seguramente hubiera ocupado en los diarios de EE.UU. más espacio que este viaje oficial que tanto ha costado.
En ese clima es que se acordaron las reuniones del viernes próximo entre Jorge Taiana y Condoleezza Rice («Condi» en la jerga de los diplomáticos argentinos), y la presencia, seguramente con un aparte cordial, del secretario de Asuntos Hemisféricos de los EE.UU., Tom Shannon, en el almuerzo de mañana en el Council of the Americas. Por esa razón no se avanzó tampoco en la búsqueda de una reunión con el secretario del Tesoro, Henry Paulson, que estará desde hoy por tres días en Nueva York, y que hubiera comprometido a la candidata con problemas que generó el marido y que, si ganase las elecciones, formaría parte de la «herencia maldita».
RECREO
Como turista tardío, el Presidente terminó una jornada de holganza para la comitiva con una cena en el restorán Cipriani Down Town del Soho, una rutina que adoptó cuando descubrió Nueva York hace tres años; repitió la del almuerzo en Bice y el resto del día, luego de hacer una caminata de cinta, se recluyó en su habitación del hotel Four Seasons. Sus entornistas -que gastan cada hora de este último viaje de Kirchner como presidente, y cada viático con la emoción de quien va a perder el empleo- intentaron convencer a los mirones que siguen este viaje de que estaba analizando el discurso que dirá mañana en Naciones Unidas. En realidad, los Kirchner no son gente de pluma porque el discurso lo escribe Taiana, que sabe lo que hace, y lo vigila Carlos Zannini, dueño del dormitorio presidencial (entran y salen de esas habitaciones Jorge Argüello, representante ante ONU, y Roberto García Moritán, vicecanciller que lo fue también de Rafael Bielsa y es un experto en alfombras rojas). Entre los dos trabajaron toda la tarde en una habitación tratando de lograr esa perla que son los discursos en foros diplomáticos; tienen que decir algo, no todo: tienen que agradar algo, pero no tanto que enoje a otros. Debe, además, resistir la traducción, un detalle que no se tiene en cuenta en los discursos de campaña en donde una frase reemplaza a la anterior y nadie registra nada.
PREOCUPACIONES CRIOLLAS
Hubo, sin embargo, taller de ideas en la comitiva, pero no sobre cuestiones internacionales, sino domésticas. Ya en el avión, y después en el almuerzo en Bice de la calle 54, el Presidente desplegó sus inquietudes del momento:
Lo primero, las elecciones del 28 de octubre y la posibilidad de que nadie en la Argentina esté dispuesto a aceptar el resultado de un escrutinio, salvo que haya ganado las elecciones. Lo dijo en el avión y lo repitió en Bice: que es inadmisible que Elisa Carrió ya hable de fraude y que los partidos pidan veedores internacionales. Esto, se enoja, tiene un responsable, Luis Juez. «¿No se puede hablar con él?», le preguntan. De ninguna manera, estamos más enfrentados que nunca. «¿Y Schiaretti?» Está frito, admite Kirchner, gana pero arranca su gobierno con la legitimidad herida. No sé cómo va a poder gobernar si la gente de Juez le quita los legisladores o manda a que el nuevo intendente de la capital, que es de él, no asuma si no le cuentan los votos.
«¿Y Capitanich?» El tema lo obsesiona a Kirchner. El día que le hagan un excálibur -les llega a todos los políticos, sólo hay que esperar- se verá la cantidad de veces que ha hablado Kirchner con el senador por el Chaco. Está obligado a defender el triunfo porque es un « compañero», pero el Presidente no hubiera querido que se los identificase (es lo que buscó durante la campaña, restando apoyos y presencia en actos). Pero habla obsesivamente con él varias veces al día para que no incurra en el que cree fue el error de Schiaretti, es decir, cantar victoria antes de tiempo, con lo cual fomenta las acusaciones de fraude de sus adversarios. Se salva porque el escrutinio es responsabilidad de los radicales que gobiernan el Chaco.
CARRIO MOLESTA
La queja ante denuncias de fraude sirve en estas charlas para algunos arranques de sinceridad del Presidente, pero sólo ante quienes confía no repetirán sus dichos en público: «¿de qué fraude me vienen a hablar a mí si hemos perdido en un montón de provincias con nuestros candidatos? ¿Nos hicieron fraude a nosotros? Tendríamos que salir a denunciarlo, entonces».
También se repitió un rap habitual de la gente del gobierno cuando tiene estas reuniones sociales que podría titularse «hablemos de encuestas». El Presidente pide que se hable de eso, y todos empiezan a aportar datos, reales, inventados, sugeridos, deseados, que muestran lo bien que le va al Presidente, al gobierno, a la candidata, etc. Se llegan a escuchar extravagancias y bloopers propios de toda burbuja de poder, ese síndrome que les agarra a los gobiernos cuando están por terminar y sus mandatarios sólo quieren escuchar buenas noticias.
IRAN EN EL DISCURSO
En el almuerzo que tuvo con los legisladores que lo acompañan (Alberto Balestrini, José Pampuro, Miguel Pichetto, José María Díaz Bancalari), los ministros Tomada, Taiana, Zannini y Filmus y el cónsul en NuevaYork, Héctor Timerman, también hizo un repaso del principal problema que discute hoy Estados Unidos, que es Irán, uno de los ejes del discurso de mañana de Kirchner en la ONU. (Ver nota aparte). Timerman le explicó a la mesa las posiciones de los países cuyos presidentes hablarán ante la Asamblea de la ONU, algo que les sirvió a los encargados del discurso para conocer los límites en que tiene que moverse el Presidente. También se repasó la agenda de hoy, que tiene pocas actividades: participación de Kirchner en una reunión sobre cambio climático en la ONU, un reportaje con almuerzo incluido para la candidata en la revista «Time» y la conferencia de ella por la tarde en la New York University sobre derechos humanos junto al juez español Baltasar Garzón.
Del repaso surgió que entre hoy y mañana, cuando el Presidente estará en la sede de la ONU, habrá encuentros de espontaneidad más o menos calculada con otros presidentes. Primero que nadie, con Lula da Silva; este año nos deja en paz Hugo Chávez; también George W. Bush, que abrirá mañana las sesiones de la asamblea, después de quien seguirán los demás presidentes.
Como se trata de no hacer desastres de imagen, Kirchner mandó a bajar de la agenda de hoy su asistencia al cóctel que todos los años ofrece Bush, en el Waldorf Astoria, a los presidentes que visitan por esta época Nueva York. Hace dos años, Kirchner se esforzó por sacarse una foto con Bush. Después vino la cumbre de Mar del Plata y la primavera chavista. Ahora, es cierto, mostrarse junto a él sirve para ganar votos en ninguna parte, menos aquí. ¿Para qué arriesgarse?
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