Se pasea el abogado Aníbal Leguizamón con su diploma de diputado electo bajo el brazo, pero nadie en el Congreso le quiere tomar juramento. Es reo de ese tribunal de alzada por sobre el voto soberano que ha montado el kirchnerismo para analizar si lo que vota el público es lo que debe. Está en el «corredor de la muerte Luis Patti», a quien se le impidió asumir en 2005 porque lo acusan de torturador, aunque la causa que le han abierto es sobre un presunto encubrimiento. Espera el ex comisario que la Corte Suprema le habilite la banca que ocupó quien lo seguía en la lista, el hoy diputado Dante Camaño.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
La semana anterior debió jurar Leguizamón la banca que dejó al morir Amanda «Lita» Artola -la seguía en la lista que armó Aldo Rico en 2003 con Carlos Dellepiane a la cabeza-. Pero no basta con haber ganado los votos: le reclamaron el diploma. Ya está en la Cámara, les respondió. Leguizamón, un opositor al peronismo que organiza las visitas de Ramón Puerta al conurbano de Buenos Aires y que ya avisó que hará una banca individual antioficialista, se había ocupado de que el juez federal de La Plata, Humberto Blanco, lo enviase el mismo miércoles en el auto oficial del juzgado.
Superada esta valla, se puso en funcionamiento el tribunal popular. Le aplicaron una peregrina interpretación de las normas: «El cadáver de Lita todavía está caliente». Se la atribuyen a Patricia Vaca Narvaja, una instrumentista quirúrgica que la oportunidad ha puesto en el cargo de vicepresidenta de la Cámara de Diputados. Artola, aunque ingresó a la Cámara de la mano del ex militar carapintada, tuvo un pasado insurgente en la organización Montoneros, más precisamente en su rama sindical: la JTP. El oficialismo usó ese antecedente para hacerlo pagar a Leguizamón el duelo.
Leguizamón recibe homenajes de sus compañeros por no ser un nuevo Borocotó, pero eso le cuesta no poder gozar de una banca que termina en diciembre y no sabe durante cuánto tiempo será negocio ser un vecino sin banca por el solo mérito de no ser un Borocotó. Es el hermano de la senadora porteña María Laura Leguizamón, que entró por el belicismo y en poco tiempo se acreditó como una cristinista de paladar negro. Es la senadora que mejor relación tiene con la primera dama, que le asegura que en las elecciones de octubre puede renovar la senaduría por la Capital o, quizás, encabezarla lista de diputados del Frente para la Victoria. El oficialismo no encuentra mejor expediente para premiarla a María Laura que esta mortificación en la persona de su hermano del alma, toda una prueba de la inteligencia emocional del kirchnerismo.
«Toti» Leguizamón hurga en el pasado para saber las razones de tanta inquina. No puede creer que la debilidad del oficialismo en la Cámara sea tanta que un voto menos pueda movilizar tantas voluntades en contra.
Cree ver que el freno viene como devolución de viejas cuitas del peronismo de La Plata -ciudad de origen- contra su familia. El padre de los Leguizamón fue un dirigente que confrontó con la Tendencia de los años 70. Todo lo oscuro que ocurre en la Cámara se le atribuye al diputado Carlos «Cuto» Moreno, con actuación en aquellas querellas del pasado platense.
Temor
Tan fuerte es el tapón, que Alberto Balestrinino le atiende el teléfono y teme Leguizamón que no haya ya sesiones hasta después de las vacaciones de agosto y que su jura le achique los meses de su diputación. Que tamaño sistema se aplique a impedirle el ingreso a un diputado con tan bajo perfil es una prueba de las dificultades políticas que tiene el oficialismo en el Congreso y afuera del Congreso. El tema será objeto de análisis en el propio despacho presidencial esta semana, última instancia de este perverso sistema de desprecio a lo que vota la gente.
Con la postergación de la jura del miércoles pasado, la asunción se vuelve improbable. Esta semana no hay sesión, después vienen las vacaciones de invierno; con eso tiene que esperar hasta agosto para sentarse, y eso si no aparece algún carpetazo que le amplíe aún más el duelo forzoso por Artola. Las señales que le llegan al diputado electo dicen que si optase por ingresar al bloque oficialista, le organizarían una sesión hasta en un feriado y en el Salón Blanco.
Sobran muestras de la escasa vocación que tiene el oficialismo por respetar el voto popular; por ejemplo, el eje de la campaña del kirchnerismo en favor de Daniel Filmus es insultar a los porteños que votaron a Mauricio Macri en la primera vuelta. El lema presidencial «Mauricio, que es Macri» les toma el pelo a quienes votaron seguramente a Macri, que es Mauricio.
Dejá tu comentario