4 de enero 2007 - 00:00

¿Estaba escondido en un diario?

Luis Gerez
Luis Gerez
Se reveló en pocas horas en dónde había escondido el gobierno a Luis Gerez para protegerlo del acoso periodístico: estaba con los periodistas amigos de «Página/ 12» que tuvieron la exclusiva del primer reportaje al testigo que denunció un secuestro la semana anterior. Logró así este diario ponerse a la par de «Canal 7», el canal oficial que tuvo la primicia de la aparición del albañil de Escobar en vivo y en directo, con animación de la propia directora periodística de esa onda -pese a lo cual la entrevista que hizo a las niñas que localizaron a Gerez ingresó rápido en la antología de los «bloopers».

Encantados con la primicia, los cronistas que entrevistaron a Gerez cumplieron un libreto cuidado, sin preguntar lo que se interroga el público y eludiendo cualquier repreguntaque podría comprometerla historia oficial. No sólo reveló poco el reporteado, algo comprensible por las circunstancias que vivió. No se comprende, sin embargo, por qué los entrevistadores no ahondaron en algunas respuestas de Gerez como aquella en la que parece reservarse novedades no contadas sobre el caso. Dice poder reconocer una voz, algo que aparenta ser la especialidad de Gerez: en sus acusaciones a Patti dice que hace muchos años lo torturaron unos policías y que al ex comisario cree haberlo reconocido también por la voz.
Damos las principales respuestas de ese reportaje oficial de «Página/12» al testigo anti-Patti que sigue juntando misterio en torno a su peripecia:

Pregunta: ¿La Policía tiene elementos para identificar y detener a los responsables?

Luis Gerez: Dije todo lo que sabía. Si en mi interior quedó algo, en el momento en que surja, que salga, inmediatamente se lo voy a hacer saber a las autoridades.

P.: ¿Los secuestradores fueron tres?

L.G.: Los que me capturan eran tres. Viajamos tres personas. No hubo diálogo, pero hay una voz en particular, que si la escuchara aun detrás de una pared y sin ver a la persona la podría reconocer. Aunque no hay nada preciso, hay cientos de voces. Pero si la volviera a escuchar, podría decir «esta voz es la que yo escuché».

P.: ¿Esa persona habló mucho?

L.G.: No habló mucho. En un determinado momento. Que es la que me toma. Una persona me toma de los pelos, por la parte de atrás, y otra es la que me sube al auto y viaja junto a mí. Cada tanto me hace bajar la cabeza. Y cuando me tiro al piso del auto, me dice: «Dormite». Y luego de empezar a andar el auto, no sé cuánto pero no mucho, tal vez cuadras, otra persona dice: «Limpialo». Entonces se me cayó el alma. Se me paralizó el cuerpo. «Sacale el teléfono, tiralo», decía uno. «No, no tiene», contestaba el otro. Lo buscaban en el piso del auto.

P.: ¿Después llegaron más personas?

L.G.: Dos estoy seguro. Tal vez había una tercera persona en otro lugar. Pero no lo puedo saber porque no estaba bien, no me estaban tratando bien.

P.: ¿Las dos personas que llegaron después hablaban diferente, eran de otra extracción social?

L.G.: Sí, hablaban distinto.

P.:
¿Y esas personas le preguntaron si había declarado en algún juicio?

L.G.: No, noooo.

P.:
¿No le preguntaron nada sobre Patti?

L.G.: No.

P.:
¿Quiénes lo lastimaron?

L.G.: Los tres primeros me condujeron ahí, se encargaron de atarme en un lugar con unos hierros y unos candaditos.

P.: ¿En los pies también?

L.G.: En los dos lados. Así (se inclina un poco hacia adelante y pone los dos brazos frente al pecho como si tomara un manubrio). En esta posición, ¿ve que está la marca? Estaba sentado en un banco. Pero no eran los mismos. Hubo otros. Para mí no eran las mismas personas.

P.:
Cuando usted dice que los otros hablaban de forma diferente, ¿lo hacían como gente vinculada a una fuerza de seguridad?

L.G.: Yo no puedo juzgar, prejuzgar o premeditar si a partir de la voz una persona es más mal intencionada, más o menos violenta. Yo por mi voz a lo mejor le parezca... no creo que maricón, ¿no? (se ríe) Pero no sé si va a sacar una apreciación certera a partir de mi voz. Lo veo difícil.

P.: ¿En esas 48 horas pudo ver algo?

L.G.: No. Si bien hubo mucho tiempo que estuve sin la capucha, a partir de que me depositan en ese lugar, antes de retirarse en una oportunidad me dicen: «Cuando se cierre el portón te sacás la capucha, y cuando sentís movimientos de que se abre si estás sin la capucha... (se lleva un dedo al cuello)». Si en algún momento sentía que se iba a abrir el portón tenía una desesperación... me ponía la capucha y aparte cerraba los ojos.

P.: Usted contó a la fiscal que le gatillaban en la cabeza y que lo quemaron con cigarrillos en el pecho. ¿La Justicia tiene suficientes elementos?

L.G.: ¿Esos no son elementos? ¡Es lo que a mí me pasó! Yo no sé si usted o el periodismo pueden hacer un balance exacto y decir: «Esto sirve o no». Lo que a mí me pasó es la realidad.

P.: ¿Se arrepiente de haber declarado contra Patti?

L.G.: En la fiscalía dije que hace un año fui a declarar a San Nicolás. (N. de la R.: el 8 de setiembre de 2005, Gerez relató ante el fiscal Juan Murray cómo fue picaneado en la Comisaría 1ª de Escobar. Reconoció dos voces, la de los oficiales Patti y Santos.) Hasta ahí mi vida era perfecta, normal. Empieza el cambio cuando meses después desencadena esa declaración de que tiene que frenar una cuestión... Ya pasa a politizarse.

P.: ¿La denuncia sobre Patti?

L.G.: Claro. Y después de haber ido al Senado empieza el cambio. Varias veces pensé que no tendría que haber dicho nada. Lo mismo pensé al otro día de mi liberación. ¿Qué pasará si me callo la boca y digo: «No sé nada, no quiero contestar nada»? Se lo dije a la fiscal. Pero me contesté yo mismo. «No. Si este hombre no dice lo que le pasó, porque se movió todo el mundo y se hizo tal balurdo, habría que juzgarlo y meterlo preso.»

P.: ¿Usted descarta que su secuestro esté vinculado a un problema del PJ?

L.G.: Seguro. ¿No le digo que tengo contacto fluido con todos los compañeros?

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