23 de mayo 2005 - 00:00

Frases graves

Néstor Kirchner
Néstor Kirchner
En vísperas de cumplir los dos primeros años de su mandato, el presidente Kirchner debió convocar a una conferencia de prensa amplia para informar a la sociedad. No es su estilo, no le gusta la prensa, salvo la oficialista. Optó, entonces, por convocar a 4 periodistas del diario «Clarín», que ha decidido, hace tiempo, brindar a sus lectores ese oficialismo furibundo, sin matices. Tanto que, ayer, los que concurrieron a entrevistar al Presidente confiesan que «habló una hora y cuarenta minutos». Pero sólo publicaron 30 de ellos. Además, incluyen una encuesta del CEOP (una encuestadora del propio «Clarín» carente de toda objetividad) que le adjudica al primer mandatario 79% de aceptación. Encuestas serias, por caso, de Rosendo Fraga, le otorgan 46% promedio. También convocó a «Página/12» el Presidente, otro medio del monopolio «Clarín», que es considerado vocero oficial. No hubo preguntas de prensa independiente.

Pero más grave -mucho más grave que eso- es que, quizá respondiendo a algún resto de objetividad periodística frente a su autocensura, los escuchantes de «Clarín» del Presidente le incluyen una frase ciertamente definitoria. Al hacerlos ingresar en su despacho para la nota, Néstor Kirchner dice: «Vengan, ésta es la Argentina».

Estaríamos en el caso de Luis XIV, rey de Francia durante el absolutismo, en el siglo XVII, quien dijo: «El Estado soy yo».

La Argentina está también, sin dudas, en el despacho del primer mandatario que es cabeza del Poder Ejecutivo. Pero también está en el Parlamento, en la sede de la Corte Suprema de Justicia, en un simple maestro que enseña en una perdida escuela de las montañas de Jujuy y en quienes mantienen la soberanía argentina en la Antártida, por ejemplo.

Pasará esa frase como tantas otras graves del actual presidente. En democracias sólidas en países serios motivaría una interpelación, impondría una aclaración. Aquí se diluirá, pero agregó otro arañazo a la investidura. Ratifica una peligrosa tendencia al absolutismo en el Presidente.

Y no fue la única expresión en ese sentido.
«No podría trabajar con alguien con quien me sienta incómodo», señaló.

¿Significa que no se convoca a gobernar el país a los mejores? También se puede pensar que
«incómodo» es quien le expone puntos de vista distintos, o no acepta todas sus decisiones. Esto refuerza la idea de absolutismo, sobre todo si se sabe que no más de un quinteto resuelve las cuestiones inherentes al poder.

«La
Argentina no puede tener un presidente debilitado», también declaró. Si se hubiera limitado a decir «débil», como hizo una vez, es aceptable. El mexicano Emiliano Zapata, aun en su rusticidad campesina, a comienzos del siglo pasado lanzó un apotegma que se grabó en la historia. Dijo: «Sólo los pueblos débiles necesitan ser mandados por hombres fuertes». Dentro de la democracia, es legítimo exigir un presidente de templanza, de firmeza, no dubitativo, capaz de afrontar costos políticos por el superior interés de la Nación. Siempre dentro de la democracia, del juego armónico de poderes. Fuera de eso es dictadura.

Pero el presidente Kirchner habló luego de
«debilitado». Es otra cosa. Estaría insinuando que el resultado del 23 de octubre próximo tiene que ser a su favor sí o sí. «¿Se imaginan -dijo insólitamente- un presidente derrotado?» La fortaleza de sus principios y en la grandeza de sus propuestas. No en un resultado electoral de coyuntura. Muchos han gobernado bien no con una, sino con las dos cámaras legislativas en poder de sus opositores. Bill Clinton lo hizo en Estados Unidos hace muy poco, y hay muchos ejemplos.

Este diario dijo -y algún columnista repitió este fin de semana- que fue un error del Presidente ubicar como plebiscito de su gestión la simple votación de renovación legislativa parcial del 23 de octubre próximo. Un gobernante estadista con un plan en marcha para mayor bienestar de su país puede sobrellevar una elección adversa, cuando aun no se vislumbren los resultados de lo que se encara.

Un gobierno sin planes en marcha de mediano plazo y habiendo aumentado en 40% el gasto presupuestario en subsidios, además de taponar tarifas a costa de inversiones de futuro, puede sí creer que una elección plebiscita lo que hizo de esa forma. Aunque ganara, en ese contexto en que se irá a las urnas en octubre, no puede sentir seguridad en lo que hace, aunque satisfaga sus apetencias personales. Es un condicionante que Néstor Kirchner haya asumido con 22% de los sufragios, y eso lo puede impulsar a la necesidad de un voto masivo. Con buenas artes es lógico que lo busque porque en definitiva es un político. Pero un presidente no se plebiscita en unos comicios de legisladores. Es jaquear el cargo y la democracia.

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