El sueño de la transversalidad, en virtud del cual Néstor Kirchner soñó combinar corrientes de la izquierda con el peronismo clásico que controla las provincias, comenzó a perder su encanto en estos días. No sólo porque algunos izquierdistas que acompañaron al gobierno están exhibiendo disidencias importantes con la política del Presidente. También porque la inminencia de un acuerdo con el duhaldismo dejará fuera del manto presidencial a dirigentes y votantes que soñaban, hasta ahora, con una administración casi revolucionaria. Si se siguen los pasos de esos dirigentes de izquierda en el Parlamento o se advierten las fragmentaciones infinitas que presentaron las organizaciones que conmemoraron el jueves pasado el aniversario del golpe de 1976, se verá qué lejos quedó ese proyecto. Sólo faltaba para cerrar el ciclo que Mario Eduardo Firmenich dijera que ni los Kirchner ni otras figuras oficiales fueron jamás reconocidos por los montoneros. Y eso acaba de suceder.
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Un indicio de este nuevo juego se conocerá hoy, con el lanzamiento de un grupo de diputados que hasta hace poco merodeaba la Casa Rosada pero que en estas elecciones ha decidido denunciar al gobierno con distintos argumentos. Estos legisladores son Claudio Lozano, Alicia Castro y Mario Cafiero, quienes encabezan un bloque heterogéneo e inorgánico, al que se suman con frecuencia el socialista Héctor Polino y hasta el presidente del bloque del ARI, Eduardo Macaluse. Estos legisladores resolvieron pedirle, de urgencia, una audiencia a Kirchner para enrostrarle una manipulación de las cifras sobre la reestructuración de la deuda en default.
El mentor de estos legisladores es Lozano, un economista ligado a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), quien ingresóa la Cámara en las listas de Aníbal Ibarra y que hoy produce estudios con otro mago de los números, el encuestólogo Artemio López. Es decir, oficialismo puro, al menos hasta hace poco. Pues Lozano y el resto de los diputados disidentes le quieren explicar a Kirchner una supuesta trampa que habría realizado Roberto Lavagna para exagerar el número de aceptación del canje. El reproche es que el cálculo que realizó Economía tomó como divisor un monto total de deuda calculado en dólares según la cotización del 31 de diciembre de 2001. Y como dividendo, el monto de títulos que accedieron al canje pero calculados según la cotización del dólar del 31 de diciembre de 2003. Como entre esas dos fechas hubo una importante revaluación del euro, este presunto ardid le permitiría a Lavagna hablar de 76,16% de aceptación, cuando ésta sería de menos de 65%. Para Lozano y los demás legisladores que quieren visitar a Kirchner y explicarle estas «trampas de Lavagna» no habría necesidad de pagar a los bancos organizadores del canje los u$s 60 millones adicionales, previstos para el caso de que el porcentaje de aceptación fuera superior a 70%; tampoco emitir más deuda por u$s 4.700 millones, eventualidad también prevista si se superaba ese índice.
Más allá del valor técnico de estos reproches, estos diputados prometen hacer campaña en el Congreso sobre la base de que existe una malversación. Un problema para Alberto Fernández, quien ya recibió una lista de preguntas referidas a los cálculos de Lavagna para su próxima visita al recinto. Y también un disgusto para Eduardo Camaño, presidente de la Cámara, quien se ufana de que existan mil bloques (lo que facilita extraordinariamente su capacidad de negociación) pero sufre como si fuera en carne propia cada vez que entre los legislado res aparecen imputaciones al ministro de Economía.
Llama la atención que sea Lozano el cabecilla de este motín técnico y que lo siga Alicia Castro. Aunque esta diputada ya soltó amarras del oficialismo con el escándalo de Southern Winds y, sobre todo, con la decisión de abrir el mercado local de aeronavegación a LanChile (presidida por Sebastián Piñera, titular del partido Renovación Nacional, conservador del tronco pinochetista, lo que también agrega color a los reproches que agita la izquierda).
La lejanía de la diputada Castro -quien en su momento fue un factor clave para el acercamiento de los Kirchner con el bolivarianismo de Hugo Chávez- expresa la de un sector más amplio del sindicalismo ligado al Estado. ¿O no provienen de ATE los principales conflictos que se le presentan al peronismo en el interior para estas elecciones? De ese sindicato, corazón de la CTA de Víctor De Gennaro, sólo queda firme junto a Kirchner el sufrido embajador ante la Santa Sede, Carlos Custer, para quien no hay buena vida en Roma que pueda compensarlo por el brete de tener que enfrentar al Papado con Juan Pablo II agonizante y jugando como visitante. Custer es el embajador en el Vaticano, promovido a esa jerarquía por los gremialistas de la CTA, en cuyas filas milita.
En el bloque oficial del Congreso aflora un mapa de disidencias y fragmentaciones. Lo mismo que sucedió en la Plaza de Mayo el jueves pasado, cuando se conmemoró el 29 aniversario del golpe de 1976. Tampoco allí la izquierda lució comprensiva y halagüeña como hace un año, cuando Kirchner visitó la ESMA y habló desde una tribuna encendida. Ahora él permaneció en el lejano El Calafate, y los jóvenes que hicieron flamear la bandera montonera en el instituto militar le reclamaron «el fin del hambre y la libertad de los presos políticos» en la plaza que él todavía no tuvo el gusto de llenar.
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