La sociedad argentina sepultó en el resultado del balotaje a la clase política. Una clase que no supo cómo resolver los problemas que autogeneró y que por la acumulación de errores a lo largo del tiempo le abrió las puertas a lo nuevo, a Javier Milei, un outsider que capitalizó el cansancio y el malhumor social.
La casta se quedó sin crédito y se abre el terreno a lo nuevo
“La casta”, término que Javier Milei acuñó con ingenio, y que pasará a los libros de historia, se cavó su propia tumba. Y le regaló por incompetencia las llaves del país a La Libertad Avanza.
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Balotaje 2023: Javier Milei ganó y será el próximo presidente
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“La casta”, término que el próximo Presidente de la Nación acuñó con ingenio, y que pasará a los libros de historia, se cavó su propia tumba. Y le regaló por incompetencia las llaves del país a La Libertad Avanza, un espacio que no da certezas. Excepto una: jamás gobernó.
La advertencia inicial del arribo “outsider” se remonta a ocho años atrás, cuando Mauricio Macri -el otro gran ganador de este domingo y estratega de la victoria- con una prédica también orientada al cambio en la forma de hacer política había arribado al poder en el único balotaje que registraba, hasta ayer, la historia argentina. Fue el primer presidente ni radical ni peronista, aunque se nutrió de la UCR y de exiliados del PJ para llegar al poder y luego gestionar.
No se leyó, tal vez, esa novedad como una señal de hartazgo. Ocho años después, todo empeoró: ni Macri logró cambiar nada de lo que estaba mal, ni su sucesor Alberto Fernández corrigió falencias del sistema político. Más allá de la pandemia y la guerra, el resultado es una gestión pobre de un Presidente que terminó recluido en Olivos o en giras internacionales para salir de la escena local. Tampoco alcanza para explicar el fenómeno Milei la idea de que la tendencia es global y que personajes de esas características emergen en otras latitudes. Trasplantar porque sí situaciones y contextos es un mero facilismo. Argentina tiene serios problemas y enderezar la nave requerirá, desde hoy, esfuerzos extremos.
Si Milei, desde el llano en llamas, logró erigirse como la tabla de salvación para más de medio país, es porque está limpio de gestiones previas. Desde esa asepsia en la praxis pudo decir y desdecirse, e incluso contradecirse, sin que hiciera mella en sus potenciales votantes, que lo único que querían es que la clase política dejara de hacer política. Argumentos les sobran: inflación por las nubes, pobreza extrema, restricciones al comercio, salarios que no alcanzan para cubrir una canasta básica, inseguridad imparable, crisis habitacional, consolidación de la violencia narco en Santa Fe, y un etcétera largo.
Sergio Massa buscó despegarse de su propia gestión como Ministro de Economía. No tuvo éxito. Intentó llegar a las memorias del peronismo -que siempre lo miró de reojo, con recelo-. A aquel pasado de movilidad social ascendente. A generar expectativa de futuro. Le habló a trabajadores precarizados, asalariados, jubilados, docentes, gremios. Peronismo de manual con una dosis de Néstor Kirchner en el llamado a otros partidos a un gobierno de unidad. Obtuvo alivios breves por el apoyo de sectores del radicalismo, de sellos provinciales. Con el resultado puesto, parece que quienes vivaron sus respaldos y prometieron más militancia en la recta final le fallaron. Acaso, gobernadores e intendentes lograron colocar sus legisladores en octubre, y no tuvieron más incentivos.
Ese raid de campaña no le bastó a Massa para sacarse de encima el lastre de años de retrocesos. “La casta” ya se había tachado la doble generala y también la generala. Con los números, la escalera, el full y el póker se quedó corto. Era una cuestión, sobre todo, de supervivencia. El paso de la motosierra decantó solo.
Milei, que se había estancado entre las PASO y las generales, asfaltó el camino a la Casa Rosada el día después de la derrota de octubre. Se construyó en Acassuso, en la casa de Macri, con un acuerdo con el expresidente, convertido en general. Dos veces le ganó Macri al peronismo. Diagramó por etapas la implosión de Juntos por el Cambio y ahora aportará la estructura de gobernabilidad. Y será el reaseguró ante el extremo que representa Milei.
El libertario optó discursos negacionistas. Reabrió discusiones que parecían saldadas. Apeló al fin de un sistema en donde el Estado tiene un rol compensador. Serán los privados ahora los que tendrán el protagonismo para regular el intercambio comercial y quizás sectores a los que no está tan acostumbrado, como la salud o la educación. La principal incógnita es la cómo será el proceso de dolarización y cómo serán las dinamitas que borren el Banco Central. Quedan también en el tintero polémicas como la libre portación de armas o la venta de órganos.
Aún con eso, la sociedad dio muestras ayer de que no había más crédito para el Gobierno ni para “la casta”. Prefirió un cambio rápido, a fondo. Ya. Ahora. La fórmula continuidad o cambio, un latiguillo hábil, rindió sus frutos.
En el futuro, además, estará la reconfiguración de todo el mapa político. Milei deberá lidiar con un Congreso en contra que lo obligará a negociar acuerdos. No tendrá gobernadores afines y deberá seducirlos para conseguir una posición amigable de algunos de ellos. La coparticipación y la obra pública serán la clave.
También restará ver la desintegración opositora, que se irá acomodando y redistribuyendo en los próximos días. El radicalismo y el ala blanda del PRO deberán barajar y dar de nuevo. El peronismo agachará la cabeza y hará un recuento de daños. Acaso con un kirchnerismo menguante y con el crecimiento de otros jefes como Axel Kicillof.
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