Si cuando «la conjura» se desarrolló en una comida del Regimiento de Patricios, Néstor Kirchner envió al ministro de Defensa, José Pampuro, para desbaratarla, ¿quién debería ser el responsable por las «conspiraciones» que se traman en la casa de un diputado y dirigente político de toda la vida? ¿Aníbal Fernández, el ministro del Interior? Hubiera sido simpático ver llegar a este Fernández, subido a un patrullero, a la casa de su antiguo jefe, Carlos Ruckauf, donde se reunió el viernes al mediodía un ramillete de legisladores y ex funcionarios con la excusa irreprochable de jugar un partido de golf. Por suerte, al quilmeño no le tocó esa faena, aunque tal vez hubiera percibido que entre las parrillas se tramaba algo más que un campeonato deportivo. En rigor, se le dieron las primeras puntadas a un tejido que, según estos «golfistas», debería extenderse hasta 2007: el de la candidatura presidencial de Roberto Lavagna. Cosas de vecindario: la casa del ex gobernador está en Tristán Suárez, en el barrio El Ombú, muy cerca de la estanzuela que le atribuyen haber comprado a Lavagna en Máximo Paz y que decora su esposa Claudine.
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La invitación la extendió Ruckauf, reaparecido con este agasajo a la política pública. La selección de los comensales fue estudiada con minuciosidad. El diputado Alberto Coto, primero en la lista, en su calidad de viejo amigo del dueño de casa y, sobre todo, de operador político de Lavagna en el Congreso. Su colega Daniel «Chicho» Basile, acaso el legislador que más irrita a Kirchner y el primero en lanzar públicamente la postulación de Lavagna la semana pasada, en varios reportajes radiales.
Oscar Rodríguez y Mabel Müller, un matrimonio de congresistas que expresan al corazón del duhaldismo. Tanto que el esposo fue quien controló las operaciones políticas que se realizaron desde la SIDE durante la presidencia de Eduardo Duhalde. Miguel Angel Toma, expresión del duhaldismo porteño (aunque ahora se rumoree su candidatura en la provincia) y jefe de la SIDE para la misma época que Rodríguez. Fue el encargado de la inteligencia oficial durante la campaña de Kirchner y, por lo tanto, uno de los custodios de sus secretos. Otro Miguel Angel, Plo, socio del estudio jurídico del diputado Jorge Casanovas y su jefe de Servicio Penitenciario en tiempos de Ruckauf. Raúl Fernández, quien durante la administración Duhalde fue secretario de Asuntos Municipales. Washington Cruz, operador principal de Aldo Rico en el conurbano y nexo hiperactivo en la sociedad discreta que mantienen el ex carapintada y Duhalde. Dardo Otonello, ex diputado provincial y ahora concejal de Florencio Varela. Y José María «Cacho» Ghisani, dueño de «El Sol» de Quilmes, a quien los demás amigos de Ruckauf imaginan el principal difusor, en el conurbano bonaerense, del proyecto político que comenzó a gestarse (Ghisani tuvo un papel destacado en la administración publicitaria de los gobiernos de Duhalde y de Ruckauf).
• Apertura
Si bien la convocatoria del ex gobernador bonaerense se limitó a políticos del PJ, no habría que descartar que el círculo se abra con el paso del tiempo o de los hoyos. Nadie ignora que Armando Cavalieri se sentará a esa mesa, tarde o temprano: fue uno de los primeros en asumir públicamente la postulación del ministro en 2003, en una especie de «pacto social» con Paolo Rocca, el líder del grupo Techint (Rocca no suele ir a comidas de este tipo y prefiere que lo ubiquen en salas de museos o de teatro underground). ¿También Raúl Alfonsín es parte de esta trama? Juran que sí quienes conocen las intenciones pactistas de su nueva campaña por la jefatura de la UCR. El ex presidente es un interlocutor frecuente de Lavagna y mantiene un vínculo con su cartera también a través de Enrique Nosiglia y del militante radical Guillermo Nielsen.
• Ecos
En la casa de Ruckauf resonaron los ecos de otras conversaciones referidas a la misma candidatura. Fue en Villa Gesell, en otra de las propiedades del ex gobernador, donde por primera vez se le expuso a Duhalde la conveniencia de que fuera Lavagna y no Kirchner el representante del PJ bonaerense en las elecciones presidenciales de 2003. La relación entre Ruckauf y Lavagna es antigua y el diputado Coto tiene bastante que ver con ella: él era diplomático del ala comercial en la Secretaría de Industria cuando el ministro se desempeñaba en esa área. Eran tiempos de Alfonsín. Lavagna y su mentor se reencontraron después de años, cuando Ruckauf se convirtió en canciller y el economista ocupaba la representación ante la Comunidad Europea, en Bruselas, donde fue designado por Fernando de la Rúa. Lo que era un trato formal se hizo más cálido en el momento en que Ruckauf defendió enfáticamente a Lavagna ante Duhalde por los reproches que se le dirigían al entonces embajador en relación con la administración de la Cuota Hilton. Bernardo Cané, ex titular del SENASA, ejercía el rol de fiscal que ahora le toca a la diputada santafesina María del Carmen Alarcón por el mismo tema.
Pero la jugada que verdaderamente consolidó el lazo entre Ruckauf y Lavagna fue la que llevó al embajador en Bruselas al Ministerio de Economía. Duhalde tenía la intención, como fue público, de designar a Alieto Guadagni en esa cartera. Pero ante las objeciones que llegaron desde el interior del país, el canciller consiguió tomar la cartera con su amigo embajador. Desde entonces no necesitan hablar para entender el juego. Como advirtió Duhalde el día en que los matrimonios Ruckauf y Lavagna lo invitaron a Villa Gesell, a la casa del primero, para convencerlo de voltear la candidatura de Kirchner, postergar las elecciones y llevar como bandera al economista.
El caudillo de Lomas no aceptó la propuesta. Pero Ruckauf cree que hay un destino presidencial para su amigo que podría realizarse en 2007. El viernes, en su asado, lo explicó claramente, en un intento por matar dos pájaros de un tiro: «Si queremos tener una opción en 2007, debemos pensar en una estrategia este mismo año». Arremetió, entonces, contra Felipe Solá, «a quien hay que derrotar si aspiramos a conquistar la Rosada con Roberto», como explicó uno de los asistentes a este diario. Fue muy curiosa la caracterización que hizo de Solá quien fue su compañero de fórmula en las elecciones de 1999. Se refirió a la vida pública, pero también a rasgos personales del gobernador. Ruckauf puso como testigo de esas evidencias al intendente de Merlo, Raúl Othacehé, y terminó haciendo una comparación algo insólita entre Solá y el ex intendente de Rosario, Hermes Binner. Corrían los vinos italianos a esa hora: no porque los bonistas de ese país adhieran con regalos a la promoción de Lavagna, sino porque Ruckauf es ahorrativo y conserva algunos recuerdos de su paso por la embajada en ese país, adonde lo envió
Carlos Menem (fue un error, pensaba destinarlo en Madrid pero se equivocó al anunciarlo en una conferencia de prensa; un pasatiempo para historiadores contrafactualistas que quieran imaginar el pasado reciente si esa gaffe no se hubiera producido). Con la puesta del sol, la reunión de El Ombú se disgregó en superficialidades, como el dispar tratamiento que algunas revistas picarescas le conceden a Kirchner y a Ruckauf, minucias que tal vez no merecía escuchar una señora como la Müller.
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