Más de 200 mil por el No en Palermo
• Comparable la manifestación rural a la visita del Papa, en 1982, cuando la gente gritaba: "Queremos paz".
• Sectores surtidos como en una gran caramelera (clase media, paisanos, muchos provincianos, piqueteros y agrupaciones de izquierda, la CGT de Luis Barrionuevo, gente de Mauricio Macri, peronistas, cuerpo presente de Elisa Carrió, Raúl Castells, "Coti" Nosiglia, Chiche Duhalde, Jorge Pereyra de Olazábal, Ricardo López Murphy).
• La mayoría llegó por su cuenta (no era significativa la hilera de colectivos estacionados) y se vendían choripanes, pochoclo, helados y nada de alcohol. Mucha bandera argentina y cartelería humorística ("no críe pingüinos que le cagan el campo").
• Ambiente festivo (cantaban y se hamacaban con "el que no salta es un pingüino"), hubo grupos musicales. El gentío -convocado no sólo por el rechazo a las retenciones móviles- se apretó a lo largo de la avenida Del Libertador y, gracias a un buen sonido, atendió repetidos y tediosos discursos, se entretuvo con un payador y pensó enfervorizarse con un esta vez apagado Alfredo de Angeli (quien, sin embargo, propuso la frase más crítica de todo el acto: "El ex presidente se cree que puede conducir un barco desde la sala de máquinas, y lo va a chocar").
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La multitud reunida ayer en Palermo bajo el lema «Por un país federal. Democracia y dignidad para todos» estuvo dominada por columnas de chacareros del interior, pero también hubo vecinos autoconvocados de la Capital Federal, contingentes del peronismo disidente y de los partidos opositores y hasta piqueteros de la izquierda antikirchnerista como el MST de Vilma Ripoll. Sin consignas políticas, todos los manifestantes portaban miles de banderas argentinas que se vendían en la calle tanto como los helados y las bebidas que se acabaron en una tarde de más de 28 grados de temperatura.
Antes de la aparición sobre el escenario de Luciano Miguens (Sociedad Rural), Mario Llambías ( Confederaciones Rurales), Fernando Gioino (Coninagro) y Eduardo Buzzi (Federaciones Agrarias), se entonó el Himno Nacional, hubo números musicales con folclore a cargo del Pampa Cruz, el Peque, Los Nachos y payadores que armaban rimas criticando al gobierno y un cura enviado por el Arzobispado de Buenos Aires, a cargo de Jorge Bergoglio, realizó una oración por la Patria.
Hasta hubo tiempo para denunciar por los altoparlantes a Daniel Scioli por las demoras de micros cargados de manifestantes que eran interceptados en los ingresos a la Capital Federal. «Señor Scioli, usted es el gobernador del primer estado argentino, por favor solucione esto», le reclamaba un chacarero a través del micrófono. Cuando ya comenzaba a bajar el sol, pasadas las 17, un locutor gauchesco anunció a los «cuatro jinetes del Apocalipsis, como los llaman algunos». En ese momento, y ovacionados como si se tratara de jugadores de fútbol, subieron al escenario los jefes de las entidades rurales.
Los manifestantes ocuparon la avenida Del Libertador desde la esquina de la calle John F. Kennedy, donde está la residencia del embajador de Estados Unidos, hasta Salguero. En esa esquina se concentraron las columnas de PRO, encabezadas por Federico Pinedo y Julián Obiglio, y la de la UCR bonaerense, a cargo de Federico Storani, Ricardo Alfonsín y del titular del comité nacional, Gerardo Morales. A dos cuadras, en la esquina de Lafinur, concentraron los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá. Frente a la mirada de la dirigencia macrista y radical, pasó raudamente Elisa Carrió, ovacionada por los chacareros que se dirigían al Monumento de los Españoles. La CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo se juntó en la intersección de Libertador y Dorrego.
Al discurso de De Angeli siguió el de Gioino, el más moderado de todos. El titular de Mario Llambías, titular de CRA; Alfredo de Angeli, presidente de la Federación Agraria de Entre Ríos; Eduardo Buzzi, titular de la Federación Agraria; Carlos Garetto, vicepresidente de Coninagro; Luciano Miguens, presidente de la Sociedad Rural Argentina; Hugo Luis Biolcati, vicepresidente de la misma entidad; Fernando Gioino, titular de Coninagro; y Arturo Lavallol, técnico de La Rural.
Kennedy, donde está la residencia del embajador de Estados Unidos, hasta Salguero. En esa esquina se concentraron las columnas de PRO, encabezadas por Federico Pinedo y Julián Obiglio, y la de la UCR bonaerense, a cargo de Federico Storani, Ricardo Alfonsín y del titular del comité nacional, Gerardo Morales. A dos cuadras, en la esquina de Lafinur, concentraron los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá. Frente a la mirada de la dirigencia macrista y radical, pasó raudamente Elisa Carrió, ovacionada por los chacareros que se dirigían al Monumento de los Españoles. La CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo se juntó en la intersección de Libertador y Dorrego.
Al discurso de De Angeli siguió el de Gioino, el más moderado de todos. El titular de Coninagro se centró en repasar la difícil situación del sector, pero ahorró críticas para el matrimonio presidencial y los senadores. Luego llegó un lento y pausado Miguens, quien casi dedicó más tiempo pidiendo asistencia médica para los participantes que sufrieron sofocones. «¡Y pegue, y pegue, y pegue Miguens pegue!», reclamaba la multitud frente al jefe de la Sociedad Rural. «Recién me pasaron un papel con parte del discurso del ex presidente. Tendría que pegar y mucho», respondió el dirigente rural. «Ganemos o perdamos en el Senado, esta medida no va a poder continuar. No queremos condicionar la voluntad de ningún legislador. Sólo les pedimos que voten a conciencia como corresponde a un poder independiente y soberano. No puede resolverse un conflicto en el estrecho margen de las lealtades partidarias», se quejó Miguens en referencia directa a Néstor Kirchner.
Luego Buzzi, casi provocando a la Presidente, cuestionó directamente el modelo de país que impulsa la Casa Rosada: «Lo que se necesita en la Argentina es un modelo de país distinto. Y me parece oportuno recordar una frase de Simón Bolívar en 1817: «La mejor política económica es aquella que logra la felicidad de un pueblo».
Llambías fue el encargado de cerrar el acto con su discurso, que fue directo al corazón del Senado: «Pongan huevos señores senadores. El campo, al que algunos quisieron poner de rodillas, tiene hoy fuerza para poner a la Argentina de pie».
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