9 de diciembre 2025 - 00:00

Nueva era para las relaciones entre Argentina y EEUU: sintonía, rescate y mensaje para la región

La de Milei y Trump es una relación que rompe los moldes de la diplomacia. Pero lo inédito de la misma no opaca el giro estratégico de la Washington en América Latina.

Javier Milei refundó la relación rgentina-EEUU hasta llevarla a niveles inéditos.

Javier Milei refundó la relación rgentina-EEUU hasta llevarla a niveles inéditos.

Javier Milei lo logró. No eran pocos los escépticos que veían improbable la promesa de colocar a Argentina en la conversación global. Es cierto, las razones y el tenor del debate son mucho menos estoicos de lo que se espera en las grandes discusiones de la geopolítica.

Pero el estilo peculiar del Presidente y su plan libertario no han pasado desapercibidos, sea para humoradas o para sumar voluntades. Voluntades entre las que destaca la del mandamás de la primera potencia global, Donald Trump.

Habrá quienes echen mano del popular dicho “Dios los cría y el viento los amontona” y otros quienes solo vean una agenda expansionista de Washington en la región. Lo más certero es que ambos sectores tengan razón.

Es indudable que el cortejo de Milei a Trump funcionó. El libertario viajó 13 veces a los Estados Unidos, un número que supera los viajes al interior de Argentina, por ejemplo. Es cierto que no en todas las citas se encontró con el republicano, pero no perdió oportunidad en dar muestras públicas de admiración al magnate. Más que colegas, se mostró como un fan.

El interés fue recíproco, aunque no necesariamente proporcional. Trump, erigido en una especie de tutor, comenzó a públicamente aprobar el desempeño de Milei. “Está haciendo un gran trabajo”, lo felicitó en varias oportunidades.

El cruce de halagos entre los dos mandatarios rompió el campo de la mera simpatía para dar muestra de una sintonía mucho más fina entre la Casa Rosada y el Salón Oval el 22 de septiembre. “Todas las opciones de estabilización [de Argentina] están sobre la mesa”, escribió el influyente secretario del Tesoro, Scott Bessent en su cuenta en X. La declaratoria fue apenas el preámbulo de una nueva dimensión para las relaciones bilaterales con Estados Unidos.

La política injerencista hecha carne

Hay que dar por bueno que, a diferencia de las ¿tormentosas? relaciones carnales de los ’90, el tenor del nuevo eje Buenos Aires-Washington ha sido más claro (que no es lo mismo que transparente).

El gobierno de Trump ha rescatado a Milei en el sentido más amplio de la acepción, desde el lodo electoral hasta un modelo económico y financiero que sigue haciendo agua en varios puntos, de acuerdo a los expertos.

Y aquí merece una mención, estimado lector, que no es arbitrario el uso del concepto “gobierno de Trump” en lugar de Estados Unidos, a que el salvataje no ha estado exento de críticas –incluso dentro del Partido Republicano- en la potencia del norte. Asistimos a medidas que responden a la voluntad del presidente estadounidense y no a una estrategia multimodal como las que nos tenía acostumbrados Washington (léase la Casa Blanca junto al Congreso).

JAVIER MILEI Y DONALD TRUMP

Sin tapujos, Trump condicionó una línea de swap por hasta u$s 20.000 millones, intervención en el mercado cambiario argentino para contener el dólar y préstamos de bancos estadounidenses por entre u$s 7.000 y 8.000 millones a que un triunfo de La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones legislativas del 26 de octubre. No es objeto de este artículo realizar una autopsia de esos sucesos. Basta con recordar que el oficialismo triunfó con 40,7% de los votos, sorprendiendo al propio Milei.

Cuando parecía que la relación había ingreso a su estadio más íntimo, dieciocho días después, el 13 de noviembre, la Casa Blanca anunció un acuerdo comercial marco amplio, que calló a los incrédulos en estas tierras del sur global. El júbilo en las tropas libertarias fue (es) total.

Lecciones para los vecinos

Independientemente de las simpatías personales entre Trump y Milei, que indudablemente las hay, el relanzamiento de las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina es el mayor de los logros dentro de una reconfiguración de la estrategia de Washington en el vecindario sur.

Las características de la relación son por oposición a Brasil, donde el republicano castigó, en agosto, la condena a su socio ideológico Jair Bolsonaro por golpismo con una asfixia arancelaria que comenzó a revisar la semana pasada. Nota: el año próximo habrá elecciones presidenciales en el gigante sudamericano y el presidente Lula da Silva figura como favorito.

La estrategia del palo y la zanahoria, esta vez en su versión económica, llegó en un momento de reacomodamiento de los poderes ideológicos en Sudamérica precisamente de la mano de procesos electorales. Se enmarca allí el histórico giro hacia la derecha que protagonizó Bolivia con el fin de dos décadas de gobiernos del socialista MAS y la elección de Rodrigo Paz.

Se suma, de acuerdo a las principales encuestas de intención de voto, el inevitable triunfo del pinochetista José Antonio Kast en el próximo balotaje en Chile. Mientras se consolidan los gobiernos conservadores en Paraguay, Perú y Ecuador (los ecuatorianos acaban de rechazar en referéndum colocar una base militar estadounidense en las islas Galápagos).

En el caso argentino, el nuevo capítulo de las relaciones con Estados Unidos se erige con márgenes claros y auspicioso para el Gobierno, aunque sujeto a los vaivenes de una política doméstica que se escribe por fuera de la lógica de Washington.

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