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Alberto Balestrini
En rigor, quizás ese operativo desgaste -del que Kirchner debe, como mínimo, tener conocimiento- responda solamente a las tensiones propias de la Tercera Sección donde se pulsea, como si fuere un podio olímpico, por el reparto de los consejeros del PJ.
Balestrini no se conforma con comandar el peronismo de Buenos Aires, escala que dice que es el súmmum de su carrera política -una forma de avisar que no quiere ser gobernador «ni nada de eso»-, sino que quiere explicitar, sin dudas, que manda en el conurbano.
Y, por eso, pide incidir de manera definitiva en el diseño de la boleta de esa sección donde aparecen bosquejados los nombres de José «Pepe» Pampuro, Baldomero « Cacho» Alvarez, Juan José Mussi y Aníbal Fernández. Pero al tope, Balestrini quiere a un hombre propio.
En la búsqueda de aliados de aliados de ocasión, de boca del vice se escapó el comentario de que se evalúa incorporar nuevos cargos al Consejo del PJ. Alguien llegó a hablar de 25 nuevos lugares. Otras voces sugieren un número más razonable: ocho, uno más por sección.
Pero, como todo, es palabra gaseosa: la promesa de convertir al primer suplente en consejero ya fue, antes, usada como anzuelo para mojarritas que todavía toman café en el Tortoni esperando que los llamen a firmar como consejero titulares. Simples penélopes.
Tecnicismo: para ampliar la cantidad de miembros del Consejo hay que modificar la carta orgánica -que dice que son 32, cuatro por sección, más 15 por las ramas más el presidente-, lo que requiere de la convocatoria a un Congreso partidaria. Todo es probable.
Esa urgencia de primer orden aparece, por estas horas, tapada por una urgencia mayor: sumar fichas para engordar la afiliación que se inició el 1 de setiembre, que técnicamente vence hoy, pero que, de manual, sería prorrogada hasta las 24 del próximo viernes.
Evidentemente, algo anda mal en el PC del PJ. No por el hacker que se metió en la página del partido, la semana pasada, y mudó a todos los afiliados a la localidad de Colón, sino porque hay dirigentes, algunos célebres, que ni siquiera figuran en los padrones partidarios.
Nadie encontró, por ejemplo, a Antonio Cafiero. No aparece tampoco Felipe Solá.
Nadie había encontrado, hasta anoche, la manera de explicarle al intendente de José C. Paz, Mario Ishi, por qué todo ese peronismo en poncho no aparece en los listados del PJ.
Son, en verdad, los nombres visibles, pero hay toneladas de afiliados que creen serlo que no lo son. Un dato: sobre 97 mil afiliados en otros tiempos, en La Plata el padrón que mostró la Justicia Electoral, a cargo de Manuel Humberto Blanco, sólo tiene anotados a 43 mil.
Por citar otros dos ejemplos de los tantos que tuvo que escuchar Jorge Landau, el apoderado del PJ: en José C. Paz se cayeron 12 mil y en Berazategui 9 mil. Por eso, los 300 mil «nuevos afiliados» que le cuentan a Kirchner quizá sólo sean simples reafiliados.
Angelitos caídos.
Producto de la acumulación de fichas, es un hecho la prórroga de la fecha de afiliación. Por las dudas, al saliente José María Díaz Bancalari lo van a tener que ir a buscar hasta Nueva York, donde está como parte de la comitiva que acompaña a Cristina de Kirchner.
Ese es, apenas, uno de los asuntos rugosos para las próximas semanas. En rigor, la ausencia de afiliados célebres puede volverse conflictiva si alguno es candidato a algo y no cumple los dos años de afiliación al partido que establece la carta orgánica.
Empieza a sonar, entonces, el rumor de una amnistía que podría servir a más de uno: los muchachos del Evita, por caso, que quieren que se les permita ser candidatos a pesar de no haber estado afiliados. Santiago Martorelli elevó una nota a la Junta Electoral.
No es el único caso: algunos persiguen a Alberto Pérez, que será candidato «top» por La Plata, con el artículo que reclama « antigüedad» al igual que otros anotan en la lista de los flojos de papeles al intendente de Quilmes, Francisco «Barba» Gutiérrez.
Pablo Ibáñez
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