8 de marzo 2005 - 00:00

Solá prueba "apoyo" duhaldista pidiendo voto para ley del juego

Simulando tomar distancia de la interna del PJ, Eduardo Duhalde se dedicó ayer a criticar al FMI, durante la Presentación de un libro del ex presidente colombiano Ernesto Samper, en una librería porteña.
Simulando tomar distancia de la interna del PJ, Eduardo Duhalde se dedicó ayer a criticar al FMI, durante la Presentación de un libro del ex presidente colombiano Ernesto Samper, en una librería porteña.
Está probado: como toda ley, la Carta Orgánica del peronismo bonaerense es tan flexible como la goma. Esa elasticidad le evitó a Eduardo Duhalde el traspié que le hubiese acarreado forzar, como alentaba el duhaldismo «hard», una purga masiva de felipista del PJ de Buenos Aires.

Quienes lo escucharon en las últimas horas -recibió a un grupo de nueve dirigentes el viernes durante dos horas en el San Juan Tennis Club- aseguran que jamás Duhalde sugirió la alternativa de la expulsión. Más que bondad, lo animó la precaución.

«Ellos (por los felipistas) quieren que los echemos. Pero si los echamos, quedamos como Herminio (Iglesias). Y no les vamos a dar el gusto.»
Ese argumento encontró voceros a puñados y explica por qué, más allá de algún arrebatado, Duhalde no aplicó el rigor de la ley partidaria.

La referencia es obvia: con la renovación de Antonio Cafiero, Herminio emprendió una depuración de díscolos como acción ejemplificadora. Unos meses después, los dirigentes se iban solos; luego Herminio se quedó solo, con el cascarón del PJ. Los votos los abrazó Cafiero.

• Reproches

La analogía Duhalde-Herminio, que estrenó el piquetero oficial Luis D'Elía, es ahora recurrente. Un futuro encantador para los felipistas y el fantasma del proceso histórico cíclico, casi nietzscheano, para los duhaldistas.

Por eso, no era -nunca fue- el objetivo oficial de la cumbre duhaldista de ayer en Tres de Febrero, resolver una sanción para los rebeldes. En esencia,
Duhalde había ordenado que la prioridad era adormecer la confrontación, opacar el conflicto con Felipe Solá.

Generó, finalmente, una crisis en el seno del duhaldismo, marcada por reproches cruzados. Al final, no sin escaramuzas, se acordó no perseguir a ningún felipista con la Biblia en la mano como sugería
Baldomero «Cacho» Alvarez.

Anoche, otra
Alvarez volvió a pedir la expulsión. «Todavía no vamos a hacer nada: si empezamos a echar gente, los únicos que van a perder van a ser los intendentes», cerró el tema el jefe del PJ, José María Díaz Bancalari, quien, como muchos, cree que, más allá de los chispazos, la puja se resolverá café de por medio entre Duhalde y Néstor Kirchner. La orden duhaldista de alinearse, en tanto, pondrá nuevamente en el centro de la escena al diputado de San Nicolás, mediador propuesto por el Presidente para descomprimir el toreo bonaerense. Ahora, el jefe del PJ intentará volver a ponerse ese traje. No será, en medio de tanto ruido, una tarea fácil.

Lo demás fue hojarasca: acordar la logística y la organización para el acto del 19 de marzo en Tres de Febrero que servirá como lanzamiento oficial de la Agrupación Lealtad y que, en pose de candidata que seguramente no será, clausurará
Chiche Duhalde.

Con el duhaldismo reunido en Tres de Febrero,
Solá juntó a los suyos en el Banco Provincia. «No hablo más de la interna; hay que gestionar», dijo y se dedicó a confeccionar una lista de leyes que le pedirá a la Legislatura. Juntas, conforman un paquete explosivo.

No sólo por el Presupuesto -cuyo nuevo texto no envió aún-, sino también por otras normas: la de Minoridad (vetada en parte por
Solá), la que crea los foros de seguridad (rechazada por el grueso de los intendentes del PJ) y la Ley del Juego, que incrementa el canon que deben pagar los tragamonedas instalados en los bingos de la provincia.

Esta última, más que ninguna, es un torrente de chispazos y no porque entre los legisladores haya florecido una pasión lúdica.

El plan
Solá es simple: pedirá leyes, algunas muy espinosas, para ubicar al duhaldismo en la incómoda situación de tener que tratarlas o correr el riesgo de que, otra vez, los martirice acusándolos de paralizar su gobierno.

Todo marcha en línea con otra de las frases que ayer derramó un Solá locuaz:
«El oficialismo en la provincia de Buenos Aires soy yo. A nosotros nos votaron para gobernador. Habrá que ver si hay algunos que no me dejan hacerlo», aporreó el gobernador a sus rivales.

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