27 de septiembre 2007 - 00:00

Volvió dúo Kirchner a criticar a los bancos

También reconocieron, tarde, que en la Argentina hay crisis energética y prometieron cambiar lo que está mal en la economía. Aunque no dijeron qué

Un piquete debonistas quequedaronfuera delcanje dedeuda recibióayer a Cristinade Kirchner enlas puertas delHotel Waldorf.Con carteles yuna solicitadapublicada en«The WallStreet Journal», la hacenresponsableahora decancelar ladeudaimpaga.
Un piquete de bonistas que quedaron fuera del canje de deuda recibió ayer a Cristina de Kirchner en las puertas del Hotel Waldorf. Con carteles y una solicitada publicada en «The Wall Street Journal», la hacen responsable ahora de cancelar la deuda impaga.
Nueva York - «¿Salió lindo, no?», le musitó al oído Cristina de Kirchner cuando se aferró al brazo de Jorge Taiana. Imposible lo contrario cuando más de 500 empresarios y lobbystas con intereses en la Argentina (casi un tercio argentinos que viajaron expresamente, como hacían antes con otros presidentes) habían pagado entre 250 y 400 dólares para escuchar un limpio discurso de la candidata en el Lighting Hall del piso 18° del Waldorf Astoria.

A lo largo de casi una hora, la senadora, que dejó a su esposo en el hotel comiendo solo con sus custodios y sus secretarios, aportó dos noticias: una es que reconoció la crisis energética que el gobierno ha negado a lo largo de este año. Cual discípula de Julio De Vido, atosigó a los comensales -que terminaron haciendo ruido para que no se extendiera tanto y dieran orden de servir- con números de megavatios, ciclos combinados y otras delicadezas de la infraestructura que, vaticinó, evitarán que esos barquinazos energéticos se repitan en el futuro. Vale el reconocimiento porque negarlo fue casi una manía que acompañó al gobierno, que usó un recurso que repitió la senadora, quejarse también del mal tiempo.

El otro dato fue una crítica a los bancos argentinos por haber financiado al Estado en la década de los años 90 sacándole el crédito al sector privado y forzando así una suba de las tasas de interés. No paró ahí: los acusó de no dar créditos a la inversión y limitarse a financiar al consumo pese a que, dijo, están ganando dinero. «¿No es así, Brito?», señaló alegre hacia la mesa que tenía frente al podio, donde compartieron el lomo con salsa (exquisito) el presidente del Banco Macro con el canciller Taiana. Dijo que los bancos argentinos financian a un porcentaje de 11% del PBI cuando el promedio de la región era de 24%, y que esa cifra demostraba que estaban prestando menos que antes de la crisis financiera de 2001. «Y sí que ganan más, entonces». Pareció casi la continuación de un complot contra los bancos, después de la denuncia de llevarlos al tribunal de la competencia por cartelizarse para subir tasas. Pero no dijo nada Cristina sobre las tasas de hasta 125% anual que cobran casas como Garbarino, Frávega o Red Megatone para financiar.

No lo trató tan mal, de paso, al ex banquero William Rodhes, a quien llamó dos veces «Bill» en su exposición (tampoco lo hizo en la reunión previa que tuvieron en un salón privado del Waldorf Astoria).

Un detalle: en la versión taquigráfica del discurso que difundió el comando de campaña del partido del gobierno en su página Web omitió todo el párrafo de reto a los banqueros. O se arrepintió la senadora de lo dicho, o tiene su equipo penetrado por hackers al servicio de los bancos.

  • Amigable

    Lo más importante de la intervención ante los asistentes al almuerzo fue el tono amigable con el cual ofreció al país como un paraíso para los inversores. Hacía recordar, aunque con otro libreto, a la actitud con la cual Carlos Menem ofrecía lo mismo a los mismos auditorios hace quince años. Con tal de vender el producto de una Argentina «con certeza y previsibilidad» repitió varias veces un lema que fue el que más festejó la audiencia: «Nada es eterno». ¿Qué quiso decir? La impresión es que fue una suerte de pedido de disculpas por la rispidez que ha tenido su gobierno con el discurso -no tanto la gente- del mundo de los negocios. Brindó así una pieza pro-business que no se animaría nunca a pronunciar en público en la Argentina. Era lo que se quería escuchar aquí y es propio de los políticos satisfacer a los auditorios.

  • Berenjenal

    La senadora improvisó desde el podio y ese ejercicio la metió dos veces en un berenjenal dialéctico: primero cuando aludió a la leyenda de que en Estados Unidos los demócratas son malos administradores y los republicanos buenos, pero que Clinton y Bush mostraban lo contrario. Todo para decir que su gobierno, aunque peronista, podía tener superávit fiscal: «Me hace acordar esto a Bill Clinton. Aquí en Estados Unidos, los demócratas -maginó- siempre han tenido fama de malos administradores, sin embargo Bill Clinton dejó su segunda presidencia con un excelente superávit, que luego una administración republicana»... «Por favor -se interrumpió cuando empezó a escuchar murmullos-, no quiero con esto inmiscuirme en la política interna de los Estados Unidos, mi amigo Tom Shannon me está mirando medio torcido desde la mesa, pero simplemente para saber que los clisés en realidad de demócratas malos administradores y republicanos buenos administradores o progresistas en la Argentina malos administradores y economistas liberales buenos administradores, en realidad es eso: un clisé», remató entre las risas del público.

    En otro momento hizo alusión a la tradición científica de la Argentina, probada en sus Premios Nobel. «Somos el único país en toda Latinoamérica que tiene tres Premios Nobel científicos», se ufanó. Le debe haber llegado la mirada del chileno José Miguel Insulza, secretario de la OEA, que estaba sentado en la mesa principal. «Ustedes miren -corrigió- si uno observa Latinoamérica encuentra Premios Nobel en materia literaria, en materia de paz, pero en materia científica el único país que posee Premios Nobel en materia de Ciencias Médicas es la República Argentina». Insulza admitió con el gesto la enmienda.

    No faltó, claro, la clase de historia según el resumen Lerú del gobierno: la gestión Kirchner es la única que ha descubierto un modelo de acumulación con inclusión social que consiste en dólar alto, control del conflicto sindical, reindustrialización, crecimiento a zancos chinos e higiene fiscal. Entusiasmada, dijo sobre el final del discurso que ese modelo debería ser una política de Estado; el sueño del autoritario, convertir sus ideas en la ley para todos y congelar cualquier cambio.

    El auditorio no era de contradictores, pero en el turno de las preguntas no le trasladaron a la senadora ningún interrogante cáustico. Ni sobre los subsidios, ni sobre la salud de la Tesorería (que cuenta los aportes jubilatorios como activos propios) ni sobre la calidad de los números de la economía que difunde el INDEC, ni sobre la deuda aún en default (sí hubo una queja callejera, que se cuenta aparte).
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