10 de mayo 2025 - 11:02

¿Cómo es "El Rulero de Palermo"? Historia, leyenda urbana y cuánto cuesta vivir en el edificio que marcó a El Eternauta

Cerca del Regimiento de Patricios, la mole semicircular de hormigón es uno de los emblemas del brutalismo porteño. Ahora se hizo más conocida por la serie protagonizada por Ricardo Darín. Concentra 240 departamentos en una torre de 102 metros

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Con su figura cilíndrica de hormigón gris, 102 metros de altura y una presencia que domina el paisaje urbano, la Torre Dorrego —conocida popularmente como "El Rulero de Palermo"— volvió a captar la atención del público por su aparición en la serie El Eternauta, protagonizada por Ricardo Darín. Ubicada sobre la avenida Dorrego al 2700, en el límite entre Palermo y Las Cañitas, esta mole de cemento construida entre 1968 y 1971 se convirtió en un ícono del brutalismo porteño. Su irrupción marcó un punto de inflexión en el perfil del barrio: una torre semicircular, disruptiva, que contrastó con el entorno de casas bajas y transformó el horizonte de esa zona del norte de la Ciudad de Buenos Aires.

Actualmente allí hay varias propiedades en venta y en alquiler que captan la atención dle mercado inmobiliario tras el gran éxito de este envío que se puede ver en Netflix.

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Ricardo Darín en primer plano y la Torre Dorrego de fondo (Foto Gentileza: Netflix)

Ricardo Darín en primer plano y la Torre Dorrego de fondo (Foto Gentileza: Netflix)

Medio siglo después, su silueta reaparece en la adaptación audiovisual de la historieta escrita por Héctor Germán Oesterheld, ambientada en un Buenos Aires postapocalíptico que dialoga, visualmente, con la frialdad geométrica de su arquitectura.

Un gran bloque de hormigón

Con 30 pisos, 240 departamentos, dos subsuelos y 40.000 metros cuadrados cubiertos, a muy poca distancia del Regimiento 1° de Infantería de Patricios, fue promovida por la cooperativa C.A.P.A.Y.B.I., integrada por jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, con el objetivo de facilitar el acceso a la vivienda propia. Su diseño, a cargo de los arquitectos Luis T. Caffarini, Alfredo Joselevich y Alberto Ricur —ganadores de un concurso privado entre trece estudios— adoptó una planta en forma de corona circular, con distribución equitativa de vistas, distancias a los ascensores y acceso a la luz natural desde el primer piso.

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La mole de hormigón tiene 102 metros y fue uno de los edificios más altos en su tiempo en el barrio hoy conocido como Las Cañitas (Foto Gentileza: @buenosairesarquitectura IG)

La mole de hormigón tiene 102 metros y fue uno de los edificios más altos en su tiempo en el barrio hoy conocido como Las Cañitas (Foto Gentileza: @buenosairesarquitectura IG)

El conjunto fue edificado por las constructoras Polledo S.A. y Roberto Servente, con coordinación del ingeniero Aníbal Petersen, y ocupa apenas el 25% del terreno, reservando el resto para jardines y espacios abiertos.

Según el programa Moderna Buenos Aires del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo (CPAU), el edificio es un exponente local de la arquitectura brutalista, con hormigón armado a la vista, un lenguaje estructuralista que buscó optimizar recursos, maximizar superficie habitable y reforzar el vínculo visual con los Bosques de Palermo y el Río de la Plata.

El brutalismo, nacido en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, propuso una respuesta rápida, funcional y masiva a la escasez habitacional, privilegiando estructuras austeras, sin revestimientos decorativos, y resoluciones técnicas repetibles. Se caracterizó por el uso de estructuras grandes, sólidas y de aspecto crudo, con materiales expuestos y soluciones funcionales. En Buenos Aires, su adopción se dio en un contexto diferente: no fue una reconstrucción posbélica, sino una etapa de expansión urbana planificada, en la que se buscó aplicar esos recursos a proyectos de escala.

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Algunos desarrollos locales incorporaron ese enfoque industrial, con resultados variados. En ciertos casos, como la Biblioteca Nacional o el ex Banco de Londres —obra del arquitecto Clorindo Testa junto al estudio SEPRA, formado por formado por Santiago Sánchez Elías, Federico Peralta Ramos y Alfredo Agostini—, esas decisiones proyectuales derivaron en verdaderos emblemas arquitectónicos de la ciudad. Además, en edificios como la Torre Dorrego, se cuidó que todos los ambientes principales tuvieran iluminación natural y vistas abiertas desde los niveles más bajos, lo que refleja una búsqueda de equilibrio entre la lógica estructural y la calidad de vida interior.

En ese marco, la Torre Dorrego condensó un ideal de racionalidad urbana y vida comunitaria vertical. Para el arquitecto Fernando Lorenzi, del Estudio INFILL, su organización interna —capaz de alojar a más de 1.100 personas en 240 departamentos distribuidos en 30 niveles— la define como una “población urbana agrupada” (PUA), que conecta directamente con el núcleo dramático de El Eternauta: agruparse para resistir.

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Vistas magnificas desde los departamentos hacia la cancha de polo de Palermo y el Río

Vistas magnificas desde los departamentos hacia la cancha de polo de Palermo y el Río

Desde esta lectura, su aparición en la reciente serie protagonizada por Ricardo Darín no es casual: la imagen de una mole autosuficiente, con núcleo colectivo, en un entorno incierto, responde a esa tensión entre protección y amenaza. “Yo no vivo en el mundo… vivo en mi casa”, dice un personaje de The Front, citado por Lorenzi para reforzar ese paralelismo entre el refugio privado y la hostilidad del afuera.

Paradigmática y conocida en redes

En ese contexto, la Torre Dorrego se volvió un caso paradigmático: un volumen semicilíndrico de hormigón a la vista, imponente por su escala, su simetría y su lenguaje austero.

Para Lorenzi, “su escala y su volumetría la transforman en un objeto aislado, que impone su presencia sin integrarse a la trama urbana. Esa falta de diálogo es una de las críticas recurrentes al brutalismo en Buenos Aires, donde el concepto original de brut —mostrar la materia prima y la honestidad constructiva— se desvirtuó en varias obras que privilegiaron la espectacularidad por sobre la funcionalidad y la calidad de vida de quienes las habitan”.

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En la Torre Dorrego, como en otras piezas del brutalismo porteño, la monumentalidad termina por desplazar la escala barrial original, generando contrastes que todavía generan debate.

El edificio es también un ícono visual en redes sociales. “La morfología semicilíndrica y la repetición de ventanas crean un impacto que se refuerza a medida que uno se acerca”, explicó Ignacio Nicolás Berardi, creador de Buenos Aires Arquitectura. Desde distintos ángulos, el volumen varía: visto de frente, se percibe como un cilindro casi perfecto; desde los laterales, aparecen sombras y aristas marcadas, generadas por la rotación solar sobre el hormigón. Su escala, que fue disruptiva en los años setenta, hoy convive con nuevas torres que densificaron la zona, pero mantiene el contraste con la lógica más baja y fragmentada del entorno.

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Berardi también destaca el redescubrimiento del edificio a partir de su aparición en la serie El Eternauta. “Mucha gente pensaba que no existía ese lugar, que era una locación inventada. Para quienes no estaban familiarizados con la arquitectura, el edificio pasó de estar fuera del imaginario a convertirse en un punto de referencia. Incluso personas que antes tenían una visión negativa —porque lo veían como una mole que aplasta el barrio— ahora lo resignifican como una locación icónica, parte de una producción que va a quedar en la historia”, señaló.

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La ficción, en ese sentido, no solo recrea un escenario postapocalíptico: reactiva el valor cultural de una pieza arquitectónica que, durante décadas, convivió entre el desconocimiento, el prejuicio y la fascinación.

Lo inmobiliario

Con su historia, su escala y una ubicación estratégica, la Torre Dorrego mantiene un atractivo particular en Palermo. Su volumetría singular, su valor arquitectónico y su emplazamiento a pasos de Las Cañitas refuerzan el diferencial frente a otras propiedades de la zona. Algunas unidades fueron renovadas y sumaron confort, mientras otras conservan su diseño original, con posibilidades de actualización.

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Raquel Temperan, de BEIT Propiedades, mencionó que una unidad de 120 m2, con cuatro ambientes y dos baños, se ofrece a u$s300.000. Con expensas a partir de $250.000, el departamento incluye doble circulación, balcón integrado al comedor y una barra de bebidas.

Desde el piso 30, la vista panorámica abarca los Bosques de Palermo, el río y el perfil urbano de Buenos Aires. “Desde cada ambiente se observa una postal distinta, según la hora y el clima”, destacó Temperan.

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La mayoría de las unidades son de tres y cuatro ambientes. Otra propiedad, de 152 m2, con tres dormitorios, tres baños y cochera fija, se publica a u$s329.000. Según Florencia Speroni, de Barrancas Propiedades, la unidad cuenta con vista abierta, balcón cerrado que amplía el living y una baulera.

Speroni amplió: “A pesar de conservar su estado original, tiene margen para mejoras: se puede integrar la dependencia a la cocina o sumar un toilette para visitas”.

La cochera resulta un plus clave en un sector con alta demanda y escasa disponibilidad de estacionamiento.

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El living de un departamento en alquiler (Foto Gentileza: Usandivaras Propiedades)

El living de un departamento en alquiler (Foto Gentileza: Usandivaras Propiedades)

En el mercado de alquiler, una unidad de 185 m2, con cuatro ambientes, tres dormitorios, dependencia y dos baños, se ofrece a u$s1.000 mensuales, con contrato mínimo de cuatro meses. La propiedad, parcialmente amoblada, tiene vista abierta hacia la avenida Luis María Campos y la Iglesia Santa Adela.

Su amplitud y luminosidad la posicionan como una opción atractiva para familias, profesionales o estudiantes que priorizan superficie, ubicación y conectividad directa con transporte público.

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