8 de septiembre 2008 - 00:00

Charlas de quincho

Son tiempos de reagrupamientos en el peronismo; de ahí que en círculos antes opositores aparezcan hombres del kirchnerismo, y viceversa. Esto pasó en el cumpleaños de un embajador y en una peña organizada por un ex senador. Sin embargo, lo más fuerte de la semana fue el festejo en la embajada de un país vecino por su independencia: salvo gente del gobierno, estuvo todo el mundo. Allí dos corresponsales extranjeros se atribuían el mérito de haber inventado el término «pingüinos» para el matrimonio presidencial. Otra fiesta, en este caso a beneficio de un museo, obligó a casi todos sus invitados a vestirse cursi (la excepción fue un político porteño), y en otro cumpleaños (los 60 de un reputado médico) hubo un cálido recuerdo para el fundador de este diario. Veamos.

De arriba hacia abajo: 1) Los ex ministros de Economía Jorge Peirano y Martín Lousteau junto al empresario Cristiano Rattazzi. 2) El embajador de Brasil, Mauro Vieira junto a Marta Fernández, de arteBA. 3) Mauricio Macri y su novia, Malala Groba, en la fiesta a beneficio que dio Nelly Arrieta de Blaquier en el Alvear. 4) El empresario Paolo Rocca y el economista Gerardo della Paolera, rector de la Universidad Americana de París.
De arriba hacia abajo: 1) Los ex ministros de Economía Jorge Peirano y Martín Lousteau junto al empresario Cristiano Rattazzi. 2) El embajador de Brasil, Mauro Vieira junto a Marta Fernández, de arteBA. 3) Mauricio Macri y su novia, Malala Groba, en la fiesta a beneficio que dio Nelly Arrieta de Blaquier en el Alvear. 4) El empresario Paolo Rocca y el economista Gerardo della Paolera, rector de la Universidad Americana de París.
  • En tiempos de cabildo abierto para el peronismo, reabren peñas multipartidarias en donde se encuentran compañeros que han pasado varios años eludiéndose. Una fue informal, el cumpleaños del embajador en Chile, Ginés González García, que vino de Santiago a celebrar con amigos de todos los palos sus 62 años. Daniel Scioli, los ministros Jorge Taiana y Carlos Tomada, el secretario de Medios, Enrique Albistur, el ex senador Antonio Cafiero, infaltable -por el rubro salud- el sindicalista Carlos West Ocampo, el ex Cancillería Eduardo Valdés, convivieron unas horas el lunes bajo el mismo techo con los peronistas de la diversidad como Daniel Basile (que intenta competir con Alberto Balestrini por la jefatura del PJ de Buenos Aires en noviembre próximo, a menos que el sindicalista del campo Gerónimo Venegas se resuelva a cruzar el charco y pase a la oposición) o Moisés Ikonicoff, arrepentido de su aventura cerca de la coalición de Elisa Carrió.
    Ginés eligió un salón de antaño, «Darling» en el barrio Sur, calle Brasil, adonde llevó al centenar de amigos a los que no convence de que lo visiten en Chile. En realidad, no ha logrado ni que viva allá su actual pareja, lo cual lo obliga a convivir apenas con un perro, al que aloja en el dormitorio de la hermosa residencia de la embajada argentina de la calle Vicuña Mackenna, una de las mejores del barrio alto de Santiago. Es monumento nacional y Kirchner hizo poner allí una chapa que recuerda que esa casa fue asilo de perseguidos del allendismo cuando vino el golpe de Pinochet. Ni con esos llamados logra que lo vayan a visitar. Ginés contó que comparte el dormitorio principal con «Pichicha», una perra de raza Terrier Scotish negra. Relató también que debió cubrir con un blíndex la espléndida piscina de la residencia porque nadie la usa. «El calor de Santiago no es suficiente. Además, estoy yo solo para usarla y no soy precisamente un fanático de esa disciplina.»   

  • La convivencia dio fruto en interminables charlas de madrugada, que dejaron interrogantes entre tanto funcionario y tanto voyeur de la política: ¿vuelve Ginés al país a un cargo en el área de salud en la gobernación Scioli? Cuando se iba a votar la polémica Resolución 125 de las retenciones móviles, los Kirchner habían ofrecido la embajada en Chile a alguno de los senadores que terminan su mandato a cambio del voto favorable. No se pagaron facturas por la derrota, con lo cual Ginés quedó en Chile, pero advertido de que su status puede cambiar. De ahí la hermandad que manifestó cerca de Scioli, principal personaje político en su cumpleaños. Otros interrogantes tocan otras efectividades, y circuló entre los ministros: ¿qué hará el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, cuando dentro de unos meses venza el contrato del grupo Petersen ( Eskenazi) como administradores y socios del gobierno de Santa Fe en el banco provincial? Esa relación tiene que ser renovada, y Binner tendrá una oportunidad para una señal definitiva sobre sus relaciones con el gobierno nacional.
    Eskenazi administra ya los bancos de Santa Cruz y de San Juan, además de haberse hecho con el control del paquete de Repsol YPF (que en estas horas cambia su marca para dejar sólo YPF). Binner apenas ha hecho saber que quiere recuperar el edificio de la sede administrativa del Banco, que siguió en manos de la provincia, alquilado a los Eskenazi. Es un imponente palacio hecho por el arquitecto Maisonnave en Rosario, que Binner querría que dejase de ser usado por el Banco de Santa Fe. Otro enigma que el rostro inmutable de Scioli impidió resolver es si el gobernador será -como se adelantó en esta sección de Quinchos- candidato a convencional constituyente para reformar el año que viene la carta magna de Buenos Aires. Sería la forma de poner en carrera al mejor producto que tiene el oficialismo en el distrito, copiándose de un proyecto similar que amasa en la Capital Mauricio Macri. Desde que se contó aquí la posibilidad de ese proyecto, lo reprodujeron otros medios, pero Scioli guarda esa y otras respuestas en silencio. Seguramente esperando que Kirchner termine de armar su proyecto electoral para el año que viene, que choca con la resistencia de sectores del peronismo que no creen que la compañía del matrimonio presidencial sea hoy una carta electoral triunfadora. Con Scioli sería, claro, otra cosa, y Kirchner lo sabe.

  • La misma capacidad para la convivencia la tuvo otro cacique del oficialismo, el jefe de la bancada en Diputados, Agustín Rossi, cuando se animó a hablar en los almuerzos de Antonio Cafiero, ahora trasladados a un restorán vasco-francés de la calle Perón, en el centro porteño. Era impensable que un hombre tan del kirchnerismo como Rossi admitiese su presencia en una foto frecuentada por opositores como esta peña de Cafiero. El ex senador se esfuerza por guardar el secreto de lo que ahí se habla porque sueña con una reivindicación en el oficialismo que vaya más allá del cargo decorativo que le dio Néstor Kirchner en la nueva cúpula del PJ. Rossi fue con mensaje de consenso a contar su historia y cómo había tenido una aventura hacia 2001 con el Frepaso -formación de los hijos del veterano Antonio, que nunca se animó a cruzar ese charco extrapartidario-. Tuvo que tolerar algunas críticas a gestos del gobierno, como la del economista Jorge Todesca (fue viceministro con Jorge Remes Lenicov) por el modo de pago al contado y sin quitas al llamado Club de París.
    O de Osvaldo Papaleo, quien criticó la política de derechos humanos. «La gente que hemos estado presos de la dictadura no estamos de acuerdo con voceros de la política de derechos humanos como Hebe de Bonafini». Papaleo también devaluó el significado del acto de retiro de retratos de ex militares acusados de atrocidades del Colegio Militar. Rossi se despidió asegurando que el peronismo ha entrado en una nueva hora de concordia y consensos en donde van a tener lugar muchos de los hasta ahora rezagados. Para replicar ese ánimo, Cafiero anunció que esta semana el orador en su peña -que nació en un círculo de Gendarmería del cual fue expulsada porque se escuchaba demasiado a la oposición- será nada menos que Chacho Alvarez, disidente hace 10 años del peronismo, aliado de radicales y ahora funcionario kirchnerista en el Mercosur -ocupa el cargo que tuvo Eduardo Duhalde-. Chacho les explicará qué pudo hablar con Kirchner en la extensa charla que tuvo con el ex presidente el día en que se anunció el pago al Club de París.   

  • Pero más allá de estas peñas de inconvincente convivencia peronista, la nota la dio el megacóctel que ofreció el embajador Mauro Vieira en la residencia de la representación de Brasil para celebrar la fecha patria (en realidad, se cumplía ayer y justificó la asistencia de Cristina de Kirchner en Brasilia, junto a Lula, a algo que rechaza en el país: un desfile militar).
    Brasil está de moda sin dudas, y la celebración diplomática anual ya se compara con las otras megacelebraciones que más gente convocan, las de Estados Unidos, Israel y España. Esta vez la cola que se armó para el besamanos en la puerta de la residencia que da a la calle Arroyo (frente al Jockey Club) tenía dos cuadras y se perdía por la calle Libertad, al Sur. Vieira (uno de los célibes más famosos de la diplomacia destacada en el país) fue turnando la compañía para saludar a los invitados, con diversas damas, China Zorrilla la más notable, quien le dio aire regional al saludo: un embajador brasileño que recibe a argentinos en compañía de una uruguaya. Imposible que sumase a un paraguayo, nacionalidad que en la semana que pasó se agazapó a la espera del partido por la Copa del Mundo del sábado.
    La cantidad de gente obligó a montar una inmensa carpa en el jardín del palacio Pereda, que Vieira ha remodelado en su totalidad en los años que lleva en Buenos Aires; y devoró toneladas de canapés dulces y salados, ollas completas de lomo a la Strogonoff y de ñoquis a la crema y se tomó torrentes de champán. Ni tanta munificencia (servida por Lola y pagada por Petrobras, como todos los años), ni la inminente visita de la Presidente al Brasil movieron a los funcionarios del gobierno a presentarse en la embajada. Apenas Mercedes Marcó del Pont, quien se ufanaba por adelantado de los acuerdos que firmará hoy Cristina de Kirchner en Brasilia para auxiliar a las pymes criollas; o el dirigente Gabriel Fuks, titular de Cascos Blancos, quien dibujaba campañas asistenciales por el mundo sobre una modesta servilleta de papel. También Fernando Fraguío, secretario de Industria; el vicecanciller Victorio Taccheti; y el jefe de asesores de Jorge Taiana, Alberto Dalotto. Fueron acosados hasta el hartazgo por una nube de periodistas brasileños que ya sabían que ayer «Clarín» publicaría un reportaje a Lula. Habían pedidocontrapartida al gobierno, y nadie les respondió nunca a su reclamo de reportaje con la Presidente. Tampoco ninguno de estos funcionarios presentes.
    Infaltables, como siempre, los ex embajadores en Brasil Oscar Camilión, Jorge Hugo Herrera Vegas, Diego Guelar y Alieto Guadagni, diplomáticos como Fernando Petrella, los ex ministros Jorge Peirano y Ricardo López Murphy, los economistas Javier González Fraga y Manuel Solanet, los opositores Federico Pinedo, Esteban Bullrich, Carlos Araujo, Carlos Raimundi, Patricia Bullrich, el ex presidente Ramón Puerta. También una miríada de empresarios como José Ignacio de Mendiguren, Cristiano Rattazzi, Enrique Morad (Loma Negra-Camargo Correa), Luis Bameule, Julio Werthein, Laurencio Adot, Decio Oddone (el presidente de Petrobras), Rogelio Goldfarb (presidente de Ford Mercosur), la dupla de Techint Paolo Rocca y Luis Betnaza, Federico Nicholson (Ledesma). Por la Suprema Corte, Ricardo Lorenzetti y Juan Carlos Maqueda.

  • Entre periodistas, dos corresponsales extranjeros se atribuyeron el emblema del pingüino para caracterizar al gobierno kirchnerista. Ariel Palacios, corresponsal de «O Estado de Sao Paulo», y Carmen de Carlos (ABC, España) esperaron durante horas al matrimonio Kirchner en un bar en la esquina de Juncal y Uruguay (en donde vivieron siempre).
    Cuando llegaron Néstor y Cristina a la puerta de su departamento, los encararon para hacerle una entrevista a Néstor, que en ese momento estaba por ir a Brasil en visita « semioficial» de candidato.
    Cristina fue quien les dio el OK; hicieron la entrevista en conjunto para los dos diarios y cuando terminaron, bajó Carmen primero y Ariel quedó con los K. Allí fue donde le propuso a Néstor y a Alberto Fernández (presente todo el tiempo) utilizar el emblema del «pingüino» como lema de campaña ( comparándolo con el ejemplo de bulldog de López Murphy y del aburrido de De la Rúa).
    Cristina se estaba maquillando en ese momento, pero se asomó y dijo «usémoslo». A los tres días comenzaron a salir caricaturas y menciones de Kirchner como un pingüino.
    Mucho más terrenal, el nuncio apostólico Adriano Bernardini no dejó de conversar con representantes de las iglesias ortodoxas y coptas que estaban presentes, con sus báculos y mitras imponentes, sin omitir los crucifijos de metales preciosos. Tal vez de esta manera se alejaba del acuciante problema que le significa no cerrar para antes de fin de año la cuestión del vicariato castrense, tema que duerme desde hace más de dos años en la Cancillería. Asunto, también, según contó un especialista, que deberá afrontar el gobierno antes del Alberto Balestrini Hermes Binner encuentro que se efectuará sobre el filo de fin de año entre la presidente Kirchner y la de Chile, Bachelet, conmemorando la gestión de la iglesia del inolvidable cardenal Samore, hace ya décadas.   

  • Se sabe que al embajador de Brasil le gusta el arte, y hablando con los diplomáticos del área de cultura brasileños, Claudia Bussi y André Duham Maciel, la embajadora local Gloria Bender y el ministro Sergio Baur, Rolo Ceretti, el presidente de la Fundación Teatro Colón, contaba con cierto espanto que cuando después de 40 años dejó su alto cargo ejecutivo en la empresa Ford pensó que iba a disfrutar de la calma de un buen retiro. Pero se equivocó. El Colón, aun cerrado, es un territorio minado por una feroz competitividad, y la paradoja es que quienes están a cargo del desastre buscan el protagonismo como estrellas en el escenario. «Y son pocos los que saben algo de arte», acotó un entendido.
    Con sus pelos enrulados y al viento, llegó Martín Lousteau, otro personaje curtido en estas contiendas y, aunque joven, también en plan de retiro: aseguró que se va a jubilar en su consultora. Lo rodeaban las dos Teresas, Fernández ex de Solá y Anchorena, Francisco de Narváez y otros que escucharon una y otra vez el rap del ex ministro de Economía: dice que cuando renunció al gabinete, acusado de promover la Resolución 125 de retenciones móviles, él ya tenía cerrado un acuerdo con el Club de París mucho mejor que el anunciado ahora por el gobierno. Por ese acuerdo el país renegociaba los compromisos con seis años de gracia, con lo cual se hubiera sacado de encima el problema y se lo dejaba a futuras administraciones. ¿Qué quiso el gobierno? Que no interviniese el FMI en esa renegociación. En esos corros hubo más comentarios sobre las sucesivas crisis del gabinete. Por ejemplo, que Alberto Fernández se declaró harto de la relación con los Kirchner porque Cristina Fernández, ante cada iniciativa que le llevaba, le preguntaba: «¿Lo hablaste con Néstor?». También alguien aseguró la veracidad de anécdota que dice que en plena crisis con el campo, el ex jefe de Gabinete se paró en su auto en una estación de peaje, y el empleado le dijo, como para animarlo: «¡Qué barbaridad esta gente del campo!». Alberto Fernández le respondió: «Puede ser, pero acá los que nos equivocamos fuimos los del gobierno». También se dio crédito al cuento que afirma que el ex jefe de Gabinete le preguntó a Guillermo Moreno si había averiguado cuál sería la reacción de la gente del campo con esa polémica resolución. «Dormí tranquilo, se la van a bancar como se han bancado todo». Con esa señal de tranquilidad se firmó la 125, pero los Kirchner nunca han dicho quién estuvo más desprevenido, si Moreno, Alberto Fernández o Lousteau, a quien se le atribuye la doctrina que se usó para fundamentar la medida: reaccionar ante la sustitución de superficie que provoca el auge de la soja.

  • Los políticos, que ejercen uno de los géneros del travestismo, no son fáciles de disfrazar a pedido. Lo demostró Mauricio Macri cuando fue uno de los pocos que no cumplieron con el «dress code» de la fiesta a beneficio del Museo Nacional de Bellas Artes a la que invitó en el hotel Alvear Nelly Arrieta de Blaquier. La obligación era ir vestido con ropa «kitsch» (cursi es la traducción más adecuada). El jefe de Gobierno fue de sobrio traje junto a su novia Malala Groba, y marcó diferencias con la anfitriona, quien fue disfrazada de Carmen Miranda (hasta el complemento de la cartera, una media sandía bordada con canutillos al tono. Su modisto, Gino Bogani, aprovechó la ocasión: era una lentejuela caminando. Arrieta y su modisto desfilaron, y ella le encargó la ambientación a Gloria César, que se puso en la cabeza rosas entretejidas en su frondosa cabellera blanca que se encendían y se apagaban con intermitencias, igual que un arbolito de Navidad. En las mesas colocó centros con enanitos de jardín, estatuas de yeso, plumas de cabaret y ositos de peluche de colores pastel, « iguales a los que tiene en su dormitorio Luis Ovsejevich», comentóun imprudente. Rita Sánchez Elía se puso un singular modelo de pollera plato de encaje con capita de visón y su cartera era una torta de boda que obviamente culminaba con dos enamorados. En este reino de la frivolidad algunos habrían merecido vivir en los tiempos de María Antonieta, como Teresa Calandra, con un vestido Courrèges de los años 60 y sombrerito de plumas. Acaso con el plan de lucir ideas políticas, Octavio Caraballo se vistió de estanciero, una elección celebrada que cotejaron los presentes con la de Tatato Benedit, que parecía un personaje de Palm Beach, enfundado en verdes y rosas radiantes, la moda de la época en que los Kennedy eran gobierno. El matrimonio Parisier estaba a tono con el «animal printer»: ella rubia con un perrito faldero entre otros detalles; no les faltaba nada.   

  • Más de 500 personas, muchas con pelucas doradas, lentejuelas y bisutería cargada de piedras semipreciosas que caían como cataratas luminosas por los escotes, y trajes de leopardo de Dolce Gabanna y Versace que, se sabe, revolucionó la moda con sus diseños inspirados en las prostitutas callejeras. En este rumbo, no faltaron quienes se travistieron y copiaron los estilos magistrales de Federico Klemm e Isabel Sarli. El menú de la Bourgogne, del chef Jean Paul Bondoux, por el que pagaron módicos 450 pesos: huevitos molle con tomates y quesillo de cabra, salmón al eneldo, pollo confitado con frambuesas y marrón glacé. Todo en el límite de lo inexistente, ligerito. Obvio, Barón B (en tres variaciones) y vinos viejitos. Estaban el director de Museo, Guillermo Alonso, Mariano y Elena Grondona, Andrés y Canela Von Buch, Sebastián Esquenazi, Carlos Avila, Clarisa y Conrado Estol, Silvia Fajre -de quien se sigue diciendo que puede reemplazar a José Nun en la Secretaría de Cultura, y a quien el gobierno haría saltar para arriba a una posición menos importante pero más vistosa, no una embajada, sería demasiado, dicen en la Rosada-, Franca y Guillermo Roux, Renata Shuscheim, el galerista Alvaro Castagnino y Juan Archibaldo Lanús.
    Macri no quiso irse sin dar una primicia ante gente tan culta y emprendedora: confirmó que el Colón reabrirá en noviembre del año que viene y que para el concierto de celebración de los 100 años del teatro y del bicentenario nacional ya tiene asegurada la estrella que dirigirá la orquesta. Nada menos que el tenor-director Plácido Domingo.

  • Jueces, empresarios, políticos retirados y médicos fueron algunos de los invitados al cumpleaños 60 del cirujano plástico Luis Ripetta. Cerraron Sótano Beat, en San Isidro, un reducto donde actúan grupos musicales de los 70. No podía ser más coherente el lugar, ya que Ripetta ha rejuvenecido a varias generaciones. Jorge Neuss, acompañado de Gaby Flores Pirán y Alejandro Bulgheroni con su mujer, Betina, hablaban de los autos antiguos que se exponen en Miami; algunos valen hasta 40 millones de dólares. El camarista Fernando Mancini, apasionado de Independiente que está perdiendo la fe en el Bichi Borghi, escuchaba con atención el relato de Daniel «Chicho» Basile sobre por qué Alieto Guadagni no había sido el ministro de Economía de Eduardo Duhalde y tuvo que convocar a Roberto Lavagna. Todo en política es una suma de casualidades. Una pelea con el diputado Humberto Roggero fue la que hizo que Guadagni rechazara la oferta de Duhalde. «Roggero no me va a apoyar en el Congreso y me va a hacer la vida imposible», le dijo a Basile al explicar su resignación.
    Otro de los invitados abundó en más detalles sobre cómo el gobierno decidió el pago de la deuda con el Club de París. La decisión fue tomada por el matrimonio durante el último fin de semana de agosto, en El Calafate. Tal vez recordaron las sugerencias que rechazaron de Martín Redrado, el presidente del Banco Central, y Sergio Massa, el jefe de Gabinete. El matrimonio se decidió y el domingo a la noche se lo comunicaron telefónicamente a Carlos Zannini y al director de la SIDE, Héctor Izcazuriaga. Al primero le pidieron que preparara el andamiaje técnico y legal. Al segundo que cuidara que nada se filtrara. Recién el lunes a la mañana la decisión económica más importante de la gestión de Cristina fue trasladada al ministro del área, Carlos Fernández, con advertencia incluida: «Somos, con vos, sólo cinco personas las que sabemos. Si se filtra, sos el responsable», le dijeron. El jefe de Ministros tampoco fue participado con anticipación, ni el canciller Taiana. «Habrá ahora que esperar a quién le atribuyen los errores si se complica la operación», dijo el hombre con llegada al matrimonio. En tanto, en la fiesta, después de que un transformista hiciera bailar a Luis y a su hijo Lorenzo, al tiempo que anunciaba que Marcelo Tinelli no podrá poner en el aire «Nadando por un sueño», porque «los gatos le tienen miedo al agua», un cuarteto cantó las canciones más conocidas de ABBA. Después hicieron subir al escenario a Luis Ripetta, quien leyó la lista de los doce amigos que le hubiera gustado que estén en este cumpleaños, entre ellos, Julio Ramos, fundador de Ambito Financiero.   

  • De contra frente a tanto boato, volvió a reunirse la mesa peronista de los martes de Lola, esta vez con la promesa de incorporar a un extra partidario mañana martes. Se tratará de Rosendo Fraga, quien en todos los ágapes comenta su disgusto con Mauricio Macri por haber pavimentado la calle Estados Unidos, quitando el tradicional empedrado de San Telmo. En el almuerzo estaban Chicho Basile, Héctor Maya, Andrés Cisneros, Jorge Hugo Herrera Vegas, Pascual Albanese, Martín Silva Garretón, Jorge Pereyra de Olazábal entre otros. Entre la ensalada caprese, y el bife con guarnición de legumbres se le pidió a Juan Carlos Sánchez Arnau que explicara por qué fracasaba una buena medida como el pago al Club de París, sin impacto en mercados. La respuesta: no se consulta al personal de carrera de Cancillería, que es la que sabe los detalles de cada relación bilateral. «El Club de París es una UTE (por las siglas de Uniones Transitoria de Empresas). Cada país sacará su factura contra la Argentina.
    Italia y Alemania pedirán seguro por los bonistas. Habrá que ver cómo se determina la cifra final», señalaba Pereyra de Olazábal. También de Aerolíneas Argentinas se hizo una profecía: se termina expropiando en el verano. Imposible un acuerdo con Marsans. El ex juez Silva Garretón quiso hablar del tema, en un tono muy formal, ante una platea que es precisamente lo opuesto. Pura calle. No lo dejaron hablar.

  • Vamos a terminar con un chiste de la línea fuerte, a pedido de nuestros lectores. Una chica veinteañera, muy bonita, pero muy ingenua y que nunca había salido con un muchacho, le pide consejos a su madre antes de su primera cita.

    -Ma: ¿qué hago si quiere propasarse?

    -Muy fácil, querida: si se pasa de la línea, le preguntás: «¿Y qué nombre vamos a ponerle a nuestro bebé?». Y ahí seguro que se detiene, por el susto, nomás...

    Al rato suena el timbre, llega el muchacho en su auto, y la parejita se va con rumbo desconocido. Van a comer, al cine, y de regreso a la casa de la joven, el chico para el auto en un descampado y comienza a besarla y a manosearla. La chica, siguiendo el consejo de su madre, clama:

    -¿Y qué nombre vamos a ponerle a nuestro bebé?

    Esto no parece detener al joven que, ya lanzado, comienza a sacarle la ropa. La joven, no del todo disgustada por lo que está pasando, susurra:

    -Mi amor..., ¿qué nombre vamos a ponerle a nuestro bebé?

    Ya en pleno éxtasis, la chica grita:

    -¡Amor mío! ¿¡Qué nombre le ponemos al bebé!?

    Y el muchacho, mientras se fuma un cigarrillo, le dice:

    -Si logra salir del profiláctico..., ¡lo llamaremos David y de apellido Copperfield!
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