15 de diciembre 2022 - 00:00

Amenaza de violencia, la herencia envenenada de Bolsonaro que Lula teme para su asunción el 1 de enero

Manifestantes de ultraderecha siguen en las calles, provocan disturbios y azuzan a los militares a dar un golpe. El electo busca controlar los cuarteles y se precave contra un crescendo de provocaciones.

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Desde que la Justicia electoral de Brasil confirmó, por un margen agónico de 50,9% a 49,1% el triunfo de Luiz - Lula da Silva, la ultraderecha brasileña se entregó a un juego peligroso que podría entregar claves sobre lo que el presidente electo debe esperar en su tercer mandato: una apuesta permanente a la desestabilización y hasta a la violencia. Desde el vamos, esa forma de erosiónha sido estimulada por el propio Jair Bolsonaro, quien se negó a reconocer el resultado de la segunda vuelta del 30 de octubre y, ante la falta de contexto en la comunidad internacional y en los cuarteles para la consumación de un autogolpe, simplemente se limitó a habilitar a desgano las tareas de transición.

Los graves disturbios protagonizados por militantes bolsonaristas el lunes a la noche en Brasilia sugieren que esa estrategia mantiene validez, lo que genera temores acerca de lo que podría ocurrir cuando el líder de la izquierda jure el 1 de enero. Hay que recordar, al respecto, que el mandatario saliente ha convencido a los suyos de que el proceso electoral fue fraudulento y de que es intolerable que un hombre condenado por corrupción acceda al poder. No le importa que el fraude sea una fantasía y que las condenas hayan sido anuladas por el Supremo Tribunal Federal (SFT) al comprobarse que Lula da Silva sufrió la violación de su derecho de defensa por parte del exjuez y exministro bolsonarista Sergio Moro.

Alerta

Rui Costa –hombre del Partido de los Trabajadores y gobernador de Bahía– será el ministro jefe de la Casa Civil de Lula da Silva, esto es su jefe de gabinete. Ante los disturbios del lunes, ayer aseguró que se tomarán medidas de prevención para que el bolsonarismo no “la pudra” el día de la jura. El detalle es que la responsabilidad de disponer dichas medidas le cabe hasta entonces al Gobierno saliente.

La violencia bolsonarista se explica a sí misma. En medio de manifestaciones que pululaban por varios puntos de Brasilia –incluso en las inmediaciones del hotel en el que se hospedaba Lula da Silva–, el cacique indígena José Acácio Serere Xavante fue detenido en un acampe que se realizaba frente a un regimiento militar para reclamar un golpe. Ese arresto enardeció a sus compañeros, quienes quemaron autos y colectivos, rompieron vidrios en una comisaría y hasta intentaron tomar por asalto la sede capitalina de la Policía Federal. Los efectivos reprimieron y testigos describieron el resultado como “una zona de guerra”.

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MENSAJE. Brasilia fue escenario esta semana de graves disturbios perpetrados por manifestantes bolsonaristas, que convirtieron zonas de esa capital en un verdadero “escenario de guerra”.
MENSAJE. Brasilia fue escenario esta semana de graves disturbios perpetrados por manifestantes bolsonaristas, que convirtieron zonas de esa capital en un verdadero “escenario de guerra”.

Desde el mismo momento en que finalizó el escrutinio, cabe recordar, militantes de la extrema derecha bloquearon rutas en todo el país y se manifestaron frente a cuarteles para exigir a los uniformados que intervinieran para frustrar el retorno de Lula de Silva. Aunque es sabido que hay reductos bolsonaristas en las Fuerzas Armadas y en las policías militares –estaduales–, primó la voluntad de la comandancia y los efectivos se mantuvieron orgánicamente dentro del sistema, tal como se les exigió desde Estados Unidos.

Sospechas

El propio mandatario electo ve la mano de Bolsonaro detrás de la amenaza permanente. “Ese ciudadano no reconoce su derrota hasta ahora y sigue incentivando a los activistas fascistas”, advirtió.

Si la presencia del bolsonarismo callejero es una amenaza, la existencia de otro en los propios cuarteles –minoritario, pero significativo– es asimismo un elemento de cuidado. Los jefes militares están a la espera de que se les ordene dispersar esas marchas, algo que Bolsonaro no hace y que Lula da Silva solo podrá pedir cuando asuma y ponga al frente de las fuerzas a hombres que verdaderamente gocen de su confianza.

Contra lo que podría haberse esperado, a lo largo del Gobierno saliente, fue frecuente que los militares de los que el jefe de Estado se rodeó caudalosamente hayan sido un vector de moderación frente a las demasías del ala ideológica, en la que se destacaron sus hijos, sobre todo el diputado Eduardo Bolsonaro. Una de esas figuras fue el vicepresidente, general retirado Hamilton Mourão, quien, por ejemplo, incluso operó más de una vez para que las tensiones con la Argentina no derivaran en una ruptura.

Por eso sorprendió que Mourão –ahora senador electo– dijera en una nota publicada en O Estado de São Paulo que los militantes –los mismos que piden un golpe– “deben permanecer activos, con la cabeza erguida, firmes en sus convicciones, unidos día y noche y vigilantes frente a la izquierda”.

La derecha, se sabe, dispondrá de una potente primera minoría en el legislativo y controlará las gobernaciones más importantes, como San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais, entre otras.

El bolsonarismo saldrá el 1 de enero del Palacio del Planalto, pero seguirá al acecho en reductos cruciales del poder.

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