El inicio de este año se planteaba muy complejo para nuestra economía, debido a la herencia recibida. Una situación de recesión, inercia inflacionaria creciente, pérdida de empleo, muy elevado endeudamiento, concentración de vencimientos en el corto plazo, deuda impagable con el FMI y fuerte deterioro del entramado social y productivo, planteaban una compleja agenda en materia de política económica, para retomar el camino del crecimiento. El rumbo original se focalizaba en el fortalecimiento del mercado interno, recuperando poder adquisitivo en los salarios, estimulando así el consumo, en un contexto de muy baja utilización de la capacidad instalada en la industria, atendiendo la inflación con programas de corte más heterodoxo, como reestableciendo programas y poniendo en marcha acuerdos con formadores de precios, reestructurando los pasivos de corto plazo y alcanzando un nuevo acuerdo con el FMI. A poco de iniciado el rumbo, llegó a nuestro país la pandemia, comenzó la etapa de cuarentena estricta, con el objetivo de evitar una catástrofe sanitaria, y no tardó en sentirse el impacto sobre la economía, profundizando los problemas heredados.
La pandemia y nuestros problemas estructurales
Problemas estructurales como la informalidad, la desigual distribución del ingreso, los comportamientos especulativos de sectores concentrados, entre algunos otros, se tornaron completamente visibles.
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Salvo pocas excepciones, los salarios volvieron a perder frente al aumento de precios, se resintió muy fuertemente la demanda, y encima se combinó con una obligada contracción de oferta, llevando a la actividad económica a mínimos históricos, y habiendo tenido que implementar programas de emergencia para atender las necesidades sobre todo de los sectores más vulnerables, con un alto costo fiscal. Problemas estructurales como la informalidad, la desigual distribución del ingreso, los comportamientos especulativos de sectores concentrados, entre algunos otros, se tornaron completamente visibles. Durante esta situación extraordinaria se logró con éxito reestructurar una deuda impagable, que empujaba al país al caos del default.
Recuperación
A medida que se iba retomando la circulación, protocolos mediante, muchas actividades iban retomando de manera paulatina. Esto se reflejó en la recuperación de los indicadores de actividad, desde el piso alcanzado en los meses de abril y mayo, pleno impacto de la cuarentena. Sin embargo, el gran desafío para el año próximo es sostener esta recuperación. Para esto será necesario retomar el plan original: el fortalecimiento del mercado interno, a partir de la recuperación del muy golpeado poder adquisitivo de los salarios, de manera de crecer vía estímulo de la demanda. La intención que manifiesta el gobierno va en ese sentido. Un ejemplo, es la fórmula de movilidad jubilatoria, que con sus modificaciones finales busca que las jubilaciones suban por encima de los precios en los próximos años.
Sin embargo, el gran desafío será convivir entre los necesarios estímulos fiscales que permitan sostener la recuperación, mientras se renegocia la deuda heredada con el FMI, y se alcanza un nuevo acuerdo, intentando eludir las condiciones que el organismo impone. Esto ocurre porque el hecho de haber anulado el gobierno anterior, con su abusivo e irresponsable endeudamiento, las fuentes alternativas de financiamiento con las que suele contar una economía, sobre todo en momentos extremos como los que atravesamos, empuja a la necesidad de financiarse con emisión monetaria. Es aquí donde se hace presente otro problema estructural de nuestra economía, que es su carácter de bimonetaria. Nuestra moneda fue perdiendo a lo largo del tiempo las funciones esenciales que toda moneda debe cumplir: medio de pago, unidad de cuenta y reserva de valor. Esta debilidad por el lado de la demanda condiciona el incremento de la oferta, y exacerba el vínculo con el tipo de cambio y los precios.
Esto explica que en un año extraordinariamente recesivo como el que estamos terminando, hayan seguido cayendo las reservas internacionales del BCRA. Varios factores explican esto, tales como la necesidad de haber tenido que afrontar los pagos de la deuda heredada mientras se avanzaba con la reestructuración, la fuerte demanda hormiga sobre el mercado minorista en el marco de una brecha cambiaria que crecía, y comportamientos especulativos de parte de exportadores e importadores, reteniendo sus ventas al exterior los primeros, y adelantando o sobrefacturando los segundos. De hecho, preocupa no sólo la dinámica de la balanza de pagos, por la cuenta financiera, sino también la del resultado comercial que, si bien sigue siendo positivo, se ubica en la mitad que hace unos meses atrás.
Para lograr sostener la recuperación el año próximo, haciendo converger la inflación a niveles por debajo del cierre de este año, tal como se proyecta en el presupuesto nacional, será fundamental, además de fortalecer el mercado interno, trabajar en el frente externo. El ingreso genuino de dólares es lo único que calmará realmente las tensiones cambiarias, hoy contenidas en una tensa calma. Asimismo, deberá avanzarse con políticas creativas que apunten a comenzar a solucionar nuestros problemas estructurales como, por ejemplo, recuperar el ahorro nacional, cortar el círculo vicioso de fuga hacia el dólar, y transformarlo en uno virtuoso, de estímulo a la inversión productiva y generación de empleo. La intención de la política económica es manifiesta y va en este sentido, las restricciones son muy fuertes, y lamentablemente, es aún muy incierto el escenario futuro con un virus que el mundo no logra combatir.
Economista.
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