Las retenciones postergan inversiones en ganadería
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Quién puede ignorar que el ganado de las pampas, los primeros saladeros, los puertos diagramados para las cargas de carnes, la movilización del gremio de las carnes «en el día de la lealtad» o más recientes «la veda» de Onganía, la fiebre aftosa, marcaron hitos en la historia del país. Pareciera en definitiva que la «carne» fuera parte de la vida argentina. Como me decía un amigo: «¡Cómo ignorar en esta realidad nacional al carnívoro argentino, que come 73 kg de carne por persona por año!» y otro contestaba: «¡Cómo no ponerse orgulloso cuando un extranjero exige un bife de chorizo de nuestro país, por su gusto, su terneza y su color, reconociendo en él la inversión constante hecha en genética, sanidad y alimentación!».
A pesar de la grave sequía y del corrimiento hacia zonas marginales, se mantuvieron los rodeos. ¿Cómo no gastar en rollos, reservas si la ganadería rebosaba de futuro? Los mensajes del Ministerio de Economía eran claros: busquemos más mercados externos. El SENASA respondía: se abrieron los mercados de Rusia, Chile, sudeste asiático. Los productores apostaban con el IPCV y armaban delegaciones, encuentros, presencias en ferias. ¡Qué gran futuro tiene la ganadería!
Hoy, después del aumento de las retenciones, ¿podemos perder todas estas expectativas de inversiones y esfuerzos? ¿Por qué hacer de la ganadería un nuevo hito de fracaso si está todo armado para que las carnes argentinas hagan un camino de gloria? Es este manto de incertidumbre la que nos hace dudar es la compra de vientres (hace escasos cinco días no había prácticamente oferta por vacas preñadas en un remate en el centro de la provincia de Buenos Aires).
La que nos hace plantear si dentro de dos meses sembramos o no pasturas, en seguir o no con el Plan de Brucelosis, en trazar o no nuestros terneros. Y son en esos momentos de dudas, cuando planificamos el futuro de nuestras vacas, que esperamos una señal del gobierno para seguir pensando: ¡Qué gran futuro tiene la ganadería! Como lo dijimos en reuniones con funcionarios del gobierno: ¿Para qué queremos créditos para reposición o retención de vientres, para pasturas, si nuestro destino es producir carne barata? ¿Cómo le voy a hablar de trazabilidad a un productor si planteamos no exportar? ¿Cómo voy a hablar de inversiones, si no sabemos qué ganadería queremos para el país?
• Esperanza
En CRA estamos convencidos de que ésta debe ser la pauta número uno cuando hacemos estas reuniones. ¿Queremos una ganadería en crecimiento, con precios justos o una sumergida en el mercado interno, de precios bajos y donde debamos aplaudir que tenemos el lomo más rico y barato del mundo a costa de tener que dejarlo de comer dentro de unos años por no tenerlo? Tengo la esperanza de que detrás de este acercamiento, de este debate de ideas, dejando de lado posturas personales y pensando en un 2006 más próspero, podamos reafirmar: ¡Qué gran futuro tiene la ganadería!
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