28 de septiembre 2019 - 19:19

Challenger de Bs.As.: la búsqueda de oportunidades deportivas y monetarias

Tantos los circuitos ATP y WTA como los ITF están construidos con tenistas que deben luchar deportivamente contra rival y económicamente contra un sistema injusto de reparto. El Challenger de Buenos Aires, en el tour previo al máximo nivel, se ven historias repetidas sobre cómo convivir con estos problemas a la vez que los jóvenes se ilusionan con cada punto que suman.

La Cancha Central del Racket Club para el Challenger de Buenos Aires.
La Cancha Central del Racket Club para el Challenger de Buenos Aires.

Llegar a ser un deportista de elite mundial no es nada fácil, y las propias figuras de cada disciplina lo reconocen a diario. Es un camino sacrificado, lleno de obstáculos, que templan a cada uno de una forma imposible de predecir. El tenis no esquiva esos dogmas, y con una realidad económica mucho más severa, a los jóvenes les cuesta el doble. De allí que torneos como el Challenger de Buenos Aires cobren una relevancia mucho mayor.

Es necesario contextualizar este certamen por diferentes vías. En primera instancia, le da una continuidad a tres semanas de competencias para menores en la ciudad, tanto de mujeres como varones. Dos Futures de u$s 15.000 femeninos, más otro de varones -en simultáneo- precedieron a este campeonato.

En tiempos mejores, el país llegó a tener tres torneos Challengers en un año, durante épocas que se llegaron a disputar casi 30 Futures para varones y otro puñado para mujeres. En lo que va de 2019 se realizaron ocho de estas citas masculinas (entre M15 y M25) y dos de mujeres. Cada género ya tiene, al menos, un torneo más garantizado: Junín para los hombres y Obras Sanitarias en la rama femenina.

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Sumado a la pérdida -paulatina pero no por eso menos grave- de posibilidades de jugar en el país y en ciudades limítrofes, la Federación Internacional de Tenis renovó el circuito de juniors para -en teoría- favorecer su inserción en el profesionalismo. La experiencia de desdoblar rankings no funcionó y a mitad de año la ITF dio marcha atrás con algunas decisiones.

El combo de falta de dinero, un denominador común en muchas historias que se contaron en los pasillos del Racket Club (el nivel del club es una paradoja del azar), más la necesidad imperiosa de sumar puntos para escalar en el ranking transforman al Challenger en una parada de fin de año para innumerables tenistas.

Ya sea por el objetivo de terminar en un puesto de mayor jerarquía, lavar la cara de un año que no fue el mejor, o sumar unidades importantes para el crecimiento de un proyecto, un nutrido grupo de jugadores llegó a Palermo con la intención de aumentar cifras, deportivas o monetarias.

El prize money (suma total monetaria) que entrega la cita porteña del ATP Challenger Tour es de u$s 54.160. El campeón obtiene u$s 7.200, y va descendiendo consecuentemente hasta los 260 de la moneda estadounidense que se llevan los que pierden en primera ronda.

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Al mismo tiempo, es un certamen de categoría 80; es decir, el ganador obtiene esa misma cantidad de puntos. La primera posibilidad de sumar es en la segunda ronda, que entrega tres unidades, de manera que los que caen en el debut se van con las manos prácticamente vacías. Si bien es certeramente imposible descifrar de qué manera afecta al ranking, cuanto más alejado está un tenista del Top 100, menos diferencia de unidades tiene con sus rivales de arriba.

En concreto, se trata de la búsqueda de oportunidades, de arañar un manojo de puntos y dinero para progresar en una carrera cuyo principal oponente es el sistema mismo. Un reparto monetario que deja expuesto a los deportistas y que muchas veces lleva a arreglar partidos, apostar y otros actos de cuestionable ética.

Por el contrario, los jugadores planifican y llegan desde lugares a veces insólitos (por caso, Sumit Nadal, un indio que vive en Alemania), sin dejar de lado a las grandes promesas argentinas, cinco de las cuales (Facundo Díaz Acosta, Sebastián Baez, Thiago Tirante, Juan Manuel Cerúndolo y Román Burruchaga) fueron invitadas para seguir creciendo. Mientras, siguen batallando con la ilusión de mantenerse de pie en un ríspido escenario, el del tenis profesional.

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