7 de agosto 2019 - 00:02

Cómo sigue la guerra de divisas tras la movida china

La ola proteccionista entró en otra fase. Quizás, la más temida. Porque una vez que los países empiezan con devaluaciones competitivas no se sabe dónde terminan. Sufrirán más los emergentes.

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Desde que el jueves pasado el presidente Trump soslayara, una vez más, el devenir de las negociaciones comerciales con China lanzando nuevas amenazas arancelarias, provocó la salida de u$s6.800 millones en bonos y acciones desde las economías emergentes, según datos del Institute of International Finance (IIF). Es más, en lo que va de la semana la hemorragia de capitales de las economías emergentes ronda los u$s3.000 millones, según el IIF, después de que China respondiera a las presiones de EE.UU. dejando caer la cotización del yuan frente al dólar a mínimos desde 2008. Basta señalar que tras el anuncio del Trump las acciones chinas sufrieron la salida de casi u$s1.000 millones en un solo día. Mientras que otros emergentes asiáticos también registraron movimientos significativos, como la salida de más de u$s400 millones de India, u$s760 millones de Taiwán y u$s270 millones de Corea del Sur.

China a través de su banco central reaccionó posicionando la artillería pesada. Así el conflicto comercial y la ola proteccionista entraron en otra fase: en una guerra de divisas por más que los banqueros centrales intenten negarlo. Y como advierte el IIF, esto afectará los flujos de capital de los mercados emergentes mientras persista la escalada de la disputa comercial entre EE.UU. y China, y el empeoramiento de las perspectivas de una resolución rápida.

Cabe recordar que el yuan no se negociaba a estos precios (7 unidades por dólar) desde mayo de 2008, en pleno apogeo de la crisis mundial, cuando el Gobierno de Pekín decidió devaluar la moneda para enfrentar la debacle de los mercados financieros. Pero ya con la llegada de Trump y su embestida contra China las ventas se apoderaron del yuan, que siguió sufriendo a lo largo de 2017. La diferencia fundamental es que en ese momento, Pekín salió al mercado a comprar yuanes para frenar las caídas. El banco central chino se gastó así cientos de miles de dólares de sus reservas durante los dos últimos años para evitar que el yuan rompiera la barrera de los 7 por dólar. Pero parece que se hartó y la paciencia del Gobierno de Xi Jinping se deterioró ante la nueva amenaza arancelaria. Hace tiempo que la administración Trump viene acusando a Pekín de manipular al yuan para mejorar la competitividad de sus productos a nivel global. Aunque la paradoja es que China viene sosteniendo al yuan. Pero tras la devaluación del yuan el Tesoro de EE.UU. decidió calificar oficialmente a China como un “manipulador de divisas”. Si bien la calificación es en gran parte simbólica, si le proporciona municiones políticas a Trump para justificar nuevos aranceles a China, bajo el riesgo de materializar una guerra de divisas.

Un yuan más débil implica un abaratamiento de las exportaciones chinas en dólares, lo que ayudaría a compensar el efecto negativo de los nuevos aranceles de EE.UU., aunque se encarezcan las importaciones chinas. El tipo de cambio es así un arma eficaz para amortiguar las consecuencias de los aranceles. Según los expertos, si China deja caer la moneda otro 8% podrá contrarrestar completamente la última ronda de tarifas. Si bien la depreciación del yuan tiene sus efectos negativos, como el incremento del riesgo de salidas de capitales, mientras la devaluación sea ordenada, la volatilidad esté contenida y la especulación esté controlada, los riesgos se minimizarán. El banco central chino desmintió las acusaciones de EE.UU. y atribuyó la devaluación al impacto del proteccionismo y los nuevos aranceles sobre los productos chinos. De modo que no oculta el vínculo entre la depreciación y los aranceles, lo que significa que ha convertido el tipo de cambio en un arma. Esto refleja, en parte, que China perdió la esperanza de una reconciliación. Pekín, en lugar de enfriar el conflicto, decidió responder y no sólo con la moneda, por ello vetó las importaciones de productos agrícolas de EE.UU. Igual a China le queda otro arsenal para responder al último ataque de Trump, además de frenar las importaciones agrícolas, puede prohibir la exportación de materiales de tierras raras o la suspensión de la compra de deuda del Tesoro de EE.UU. Sin embargo, ninguna de estas tácticas es suficiente para compensar el impacto de los aranceles adicionales en más de 500.000 en productos chinos.

La consecuencia más obvia de todo esto es un mayor endurecimiento de las relaciones comerciales entre China y EE.UU. Así Trump seguirá insistiendo en que los aranceles adicionales sólo están rectificando la ventaja injusta que China obtiene de una moneda manipulada y en que el dólar es demasiado fuerte. De manera tal que son suficientes razones para acusar a la Fed de mantener la tasa de interés demasiado alta.

Sería difícil librar una guerra de divisas a pleno, ya que las intervenciones históricas de EE.UU. contra el mercado de divisas han resultado en gran medida ineficaces, y una depreciación sostenida del yuan correría el riesgo de fuga de capitales para China. Sin embargo, con un Gobierno chino que se siente más seguro con un yuan más débil y una política estadounidense cada vez más firme, no se puede descartar el riesgo de una guerra de divisas. Por lo pronto, los operadores del mercado mundial de divisas esperan una continua depreciación del yuan, aunque a un ritmo escalonado. Es probable que Pekín tolere una mayor debilidad, algo así como otro 5% antes de fin de año.

Lo cierto es que los rendimientos de los bonos del Tesoro de EE.UU. y los precios de las acciones ya se desplomaron en reacción a las crecientes preocupaciones sobre la guerra comercial y ahora de divisas, que ya ocupa el centro del escenario. El IIF ya avisó. Se encendieron las alertas ayer: hubo ya una fuerte reversión de los flujos de capitales hacia los emergentes.

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