Las autoridades anuncian que el superávit primario proyectado de 3 puntos del PBI significa un esfuerzo de más de 4 puntos, si se lo compara con los '90. ¿Pero tiene consistencia este comentario? Con la mirada sólo en los números finales, la respuesta es afirmativa. ¿Qué es lo que evitan señalar quienes defienden estas cifras? Que el actual presupuesto tiene la influencia de fuertes cargas fiscales al comercio exterior. Si a los números los «neteamos» de estos impuestos, que no regían en la década pasada, vemos que el esfuerzo estructural realizado por el Estado es casi nulo. En otras palabras, sobre esa base sería un presupuesto tradicional, casi similar a los del decenio anterior.
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Es imposible, con un enfoque profesional, mostrar al mundo que estamos haciendo el máximo esfuerzo y que, por esa razón, no nos pueden exigir más. El Fondo Monetario Internacional, así como algunos sectores del empresariado local, no desea hacer este análisis y, frente a los medios, se encolumna en el texto que instaló el Ejecutivo. «Si tenemos que incrementar el superávit, no podremos crecer.» Esto no es real. Para crecer necesitamos ser creíbles. Y en consecuencia, hay que hacer propuestas razonables para salir rápidamente del default.
Entonces, ¿cuál es el verdadero esfuerzo? Un país que ha llevado a cabo tal nivel de incumplimiento debe mostrar que está decidido a realizar cambios profundos en la estructura del Estado para recuperar el lugar que había logrado dentro del grupo de naciones emergentes. Si el Estado hubiera hecho el ajuste necesario para lograr un superávit de 3 puntos del Producto Bruto Interno -neto de los impuestos que no regían anteriormente- estaríamos en condiciones de responder a los compromisos asumidos al emitir deuda pública soberana con una insignificante quita del valor presente de esos títulos. Eso se lograría reduciendo levemente la tasa de interés y con un pequeño estiramiento de los respectivos plazos de vencimiento. Ya hubiéramos salido del default, ya que nuestra propuesta habría sido aceptada. Por el contrario, las autoridades se empeñan, imaginamos que inconscientemente, en que nuestro país sea marginado. No podremos crecer sin avalancha de inversiones productivas del exterior. Reducir nuestro futuro productivo a los inversores locales es ponernos un límite muy cercano de crecimiento.
• Necesidad
Puede entenderse que la actual administración haya resuelto que el Estado no se endeude en los mercados internacionales y que, por lo tanto, no le interese tener relaciones normales con los sectores financieros. Pero una economía real necesita imperiosamente de los mercados de crédito del exterior. Con esta actitud de nuestras autoridades, los inversores en proyectos productivos tienen tremendas dificultades para obtener financiamiento y, cuando lo obtienen, se ven obligados a pagar una tasa de interés que los descoloca, con grandes dificultades para competir. Y a su vez, deben otorgar garantías excepcionales que traban las operativas. Pensar que nuestra economía real pueda mejorar basada únicamente en empresarios locales es limitarnos a que en un par de años nuestro crecimiento frene su tendencia. Ya tendríamos que estar invitando a inversores productivos para instalarse en nuestro país. Los proyectos aplicados a la economía real son los que nos permitirán mantener la curva decreciente en la tasa de desempleo, crear las condiciones para superar esta tremenda crisis social y encontrar nuevas vías de ingresos fiscales. Criticar y tildar de inútiles a profesionales de las finanzas y la economía sirve sólo para lograr satisfacciones personales.
Debemos dejar esto de lado y utilizar el intelecto y la creatividad para reinsertar a nuestro país en el mundo. Hoy, los niveles de tasas de interés internacionales son los más bajos en muchos años y los precios que están alcanzando los commodities son los más altos, tomando promedios quinquenales. Con la tasa de interés a la mitad de los '90 y con valores por tonelada de nuestras exportaciones 30 por ciento superiores a los de la década pasada, estamos mirando cómo otros países se llevan la capitalización de fuertes inversiones productivas. Y esto se debe a que nuestras autoridades no tienen la visión necesaria de estadistas para aprovechar las circunstancias favorables que hay en el mundo productivo.
Están demasiado obsesionados en la quita de la deuda y no ven las oportunidades que pierde el país. ¿Cómo imaginan que el mundo nos puede considerar, cuando estamos proponiendo una confiscación innecesaria? Deben recordar que a quienes están perjudicando no son ni al FMI ni a cualquier otro organismo de crédito internacional ni a grandes bancos o multinacionales. Son, en su mayoría, ahorristas que creyeron en nuestro país.
• Condena
Imagínese un ahorrista que para tener un adicional de su jubilación compró, por ejemplo, el título Global 2017. Supongamos que entregó al país 10.000 dólares y la Argentina se comprometió a pagarle una renta de 1.137 dólares por año y en el 2017 amortizarle el capital. Hoy se le propone que acepte una renta de 100 dólares por año. ¿Creen nuestras autoridades que la situación económica es de tal calamidad como para poder convencer al ahorrista de que acepte una reducción de 90 por ciento en su renta (dólares 100 vs 1.137) y que además se le diga que los 2.274 dólares de rentas vencidas no se le van a pagar? En estas condiciones, no saldremos del default y nos iremos condenando a la decadencia. No debemos obnubilarnos con el crecimiento presente, ya que es lógico por la exageración de las circunstancias que hemos vivido.
El nivel de deterioro a que habíamos llegado estaba sobredimensionado. Ahora, la economía está buscando su verdadero espacio. Esto, sumado a que los empresarios locales tienen capacidad de inversión, es lo que está representado en los distintos índices. Pero una vez que la economía encuentre su lugar y que los empresarios locales agoten su capacidad de inversión veremos la tendencia inversa. Por eso, tenemos que promover ya las inversiones productivas externas para que no se produzca un vacío en el crecimiento.
(*) Economista, consejero empresarial, presidente de Cadec SA y ex CEO del holding Bunge y Born.
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