"EL ATAQUE A IRAK NO SERÁ MAÑANA CIERTAMENTE, COMO QUISIERA WALL STREET" (12/02/03)
(El periodista dialoga con un operador de la Bolsa de Nueva York que se identifica con el nombre de Gordon Gekko -el mítico personaje de la película «Wall Street»-. Obviamente, el tema es el conflicto con Irak y cómo impactará en los mercados.)
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Gordon Gekko: A menos que Saddam Hussein sea derrocado antes, no se vislumbra alternativa.
P.: Habría una oferta para que se acoja voluntariamente al exilio...
G.G.: Me imagino que Saddam tiene bien en claro que en su posición -y con su foja de servicios- no hay renuncias ni retiros voluntarios. Es un puesto vitalicio que sólo se abandona con los pies hacia delante.
P.: Se dice que hay países árabes negociando con militares iraquíes un golpe que desaloje a Saddam... ¿Será cierto?
G.G.: ¿Quien lo sabe? Suena muy verosímil. Pero entienda que el track récord de los EE.UU. en estos menesteres es pobre. Piense en Fidel Castro, que ya lleva cuatro décadas instalado en el poder a sólo unos kilómetros de Florida...
P.: Por lo que veo, todo conduce a esperar una resolución del conflicto por la vía de las armas...
G.G.: No dude de la sinceridad del presidente Bush. No en esta cuestión particular.
P.: Y si es así... ¿Cuándo será el día D?
G.G.: No será mañana, ciertamente, como quisiera Wall Street.
P.: Pero estamos próximos...
G.G.: Pienso que ya entramos en la cuenta regresiva. El presidente Bush le ha dicho a Irak que tiene semanas -no meses- para evitar una intervención militar.Y, a diferencia de la escalada de tensiones que vivimos el año pasado (que le sirvió a Bush como «leitmotiv» de la campaña electoral), ya hay un despliegue importante de tropas y equipos en la región y también -lo reconoció el propio Bush- comandos norteamericanos que están operando dentro de Irak...
P.: Lo que para Saddam Hussein es un ultimátum, para los mercados puede resultar una eternidad...
G.G.: De acuerdo. Probablemente se consuma todo febrero antes de que se produzca el primer disparo...
G.G.: No creo. Después del 14 de febrero -luego del segundo informe de los inspectores de las Naciones Unidas-, pienso que el aire se cortará con cuchillo...
P.: Mientras la guerra con Irak sea una hipótesis por corroborar, la incertidumbre asociada al conflicto será una muralla difícil de escalar para Wall Street.
G.G.: Es de manual. Más aún dado el mercado bajista («bear») que hace tres años sobrevuela la Bolsa...
P.: El mismo manual señala que lo peor habrá pasado cuando se dispare el primer misil...
G.G.: En efecto, ése es el libreto que dejó la Guerra del Golfo. Y funcionó a la perfección el año pasado, cuando hubo que digerir la campaña militar en Afganistán. Pero todos estamos consultando el mismo manual, lo que debería ser motivo de especial cuidado si surgen sorpresas.
G.G.: No. Pero recuerde que Afganistán fue, en su momento, el Vietnam de la Unión Soviética. O sea, a priori, usted podía albergar las mismas dudas que existen hoy. El interrogante sobre si se desataría una guerra corta y prolija o si EE.UU. iba a quedar atrapado en un conflicto de larga duración y magros avances. Resultó lo primero: una cirugía rápida y precisa. Es lógico que se utilice el mismo marco analítico ahora...
P.: ¿Funcionará otra vez?
G.G.: En principio, está funcionando. La erosión que vemos en los mercados de riesgo se ajusta cabalmente con el modelo de la Guerra del Golfo. Lo importante es tener presente que no hay garantías escritas...
P.: Dado el convencimiento de que la guerra es un hecho inescapable, uno podría decir que la Bolsa está capeando el temporal bastante bien...
G.G.: Sí. Yo veo el vaso con agua por la mitad. Si uno quiere ser constructivo, puede decir que está medio lleno. En rigor, y a grandes trazos, de los dos mil puntos que recuperó el Dow desde los mínimos de octubre, todavía retiene mil... Esa es la cuenta. Si la guerra estallara mañana, habría muy buenas razones para ser constructivo. Pero, a medida que la espera se prolonga y las acciones permanecen a la intemperie -cubiertas sólo por un manto de incertidumbre-, entonces cabe vaticinar una mayor corrosión y, en este mercado «bear», nadie puede descartar que, de golpe, se derrumben soportes clave...
P.: Cómo se interpreta la posición disidente de Francia y Alemania y su decisión de no acompañar una iniciativa militar que no tenga el sello de las Naciones Unidas?
G.G.: Como un déficit de la política exterior de los Estados Unidos. A decir verdad, Bush montó el escenario bélico con más convicción para la campaña electoral del año pasado que ahora -el año pasado sólo el premier alemán, Gerhard Schröder, sacó los pies del plato y, en verdad, porque también lo apremiaba una elección en su país. Ahora, en cambio, Bush enfrenta un abanico de disidencias en el seno del Consejo de Seguridad: Francia, Alemania, Rusia y China.
P.: No parecería que Bush se sienta disuadido de actuar...
G.G.: No. Pero no es la situación más preferible. Europa, después de todo, es la que suele encargarse de barrer los platos rotos una vez concluida la fase militar. Y la que siempre paga una porción de la cuenta. ¿No será así esta vez? Mire, no sería muy relevante si la guerra en Irak fuera el final de un proceso y no un eslabón de una cadena en la guerra contra el terrorismo. Después de todo, se trata de evitar un segundo gran atentado; el que, por cierto, puede tener a cualquiera de estos países como blanco...
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