13 de abril 2020 - 00:00

El rally recargado con el poder de Powell

El aporte de la Fed al sostén de las expectativas es varias veces más valioso que los desembolsos. Pero la tarea ardua, la ejecución del auxilio, está por realizarse.

Jay Powell

Jay Powell

La economía se rindió. Manda la cuarentena. La Bolsa duda. Cayó como un piano y rebotó molto vivace, pero ¿cuánto más resistirá? En simultáneo, en estas tres últimas semanas, se destruyeron 17 millones de puestos de trabajo en los EE.UU. La contracción será peor que la Gran Recesión de 2007-2009 y el desempleo rivalizará pronto con el de la Gran Depresión (claro que entonces no había quien otorgara subsidios). Sin exagerar, es una catástrofe. ¿Y cómo se entiende que Wall Street, en una Nueva York diezmada por el virus, retome su rally a contramano y sume otro 10% a su recorrido desafiante? Cortesía de la semana bursátil más espléndida desde 1974, el S&P500 pisa de nuevo en la franja del viejo mercado bull, 13,6% abajo en el año y a 17,6% de los récords absolutos. ¿Qué saben las acciones que también saben los bonos?

Que la Fed de Jay Powell juega fuerte, que tiene al Tesoro (y al Congreso) atrás y que no dispara una bazuka cualquiera, lanza misiles de precisión a blancos elegidos con suma inteligencia. ¿Quién dijo que había agotado su munición con la tasa cero y la expansión cuantitativa? Joe Stiglitz manda a leer a Dickens y Viñas de Ira de Steinbeck, Powell tiene otro guion y removerá cielo y tierra antes que la ira cunda. El cielo no puede esperar. Es por eso que la Fed comprará también “ángeles caídos” -bonos como el de Delta Airlines, que perdieron el grado de inversión con la crisis- en su empeño por mitigar el shock del Covid-19 y pavimentar la senda a una rápida y “robusta” recuperación.

No se le caen los anillos a Powell ni transgrede ninguna norma. La Fed se atiene a su estatuto actualizado (que es más restrictivo que en tiempos de Lehman), “prestar con colateral a entes solventes con la expectativa de pleno repago”. ¿Y cómo puede asistir a empresas (y estados) con dudosa calidad de crédito? Hay muchas formas, por ejemplo, estableciendo su prioridad de cobro o recabando garantías adecuadas. La ley CARES que aprobó el Congreso y la conexión aceitada con la Tesorería son la base de la ingeniería que la Fed diseñó en sus programas especiales -nueve hasta el momento- para llegar a los confines más dañados por el azote del virus. Y urge llegar ya: la iliquidez vira deprisa a la insolvencia en un escenario de parálisis económica generalizada y magra visibilidad. De ahí, el gusto por los golpes de efecto.

Así, el banco central avisó que va por más. Dará hasta 2,3 billones de dólares en asistencia adicional reforzando iniciativas que financiarán préstamos a pequeñas empresas; ciudades, condados y estados que han visto hundirse su recaudación de impuestos; fideicomisos de diverso pelaje (incluyendo tramos AAA de vehículos riesgosos como obligaciones garantizadas apalancadas CLO); y deuda de corporaciones, incluyendo los bonos recién caídos en desgracia (con calificación actual no inferior a Ba3 / BB -) y también fondos ETF con carteras dedicadas. Es un universo amplio, estropeado por la curva viral y bajo peligro de extinción, y para atenderlo se cruza por primera vez el Rubicón de las calificaciones triple B.

Bastó con el anuncio -que deja ver el puño de una firme intención- para levantar el copete de los activos de riesgo aún en plena pandemia. Sin anticipar un cobre. La leyenda urbana es falsa o exagera -que Powell se apresta a comprar cualquier cosa con tal de que no se hunda, y también acciones-, pero su halo le sirve al banco central como parte de la cura levantamuertos. La verdad es más escueta. Desde el 18 de marzo, la Fed expandió la base en 35%. Es decir 1,58 billones de dólares. Sin embargo, los programas especiales de ayuda apenas se usaron. Transcurridas tres semanas, los desembolsos no llegan a los 87 mil millones. Su aporte al sostén de las expectativas es varias veces más valioso. Pero la tarea ardua, la ejecución del auxilio está por realizarse.

La estrategia de Powell es la ofensiva relámpago. Ya estabilizó los mercados financieros, abortó la corrida contra los activos de riesgo, y los libres de peligro: hasta los bonos del Tesoro estuvieron en la picota. No obstante, la urgencia lo talonea. Necesita llegar con su asistencia a los flancos dañados antes que lleguen las quiebras, socaven las expectativas y hagan del choque circunstancial un legado permanente. Wall Street le dio un voto de confianza a su pincel, pero si se asusta le quitará la escalera. Y es una zona de equilibrios múltiples. Si en lo alto cotiza la recuperación prometida de 2021, a sus pies, la economía y la salud yacen todavía en una fosa común. El infierno sigue aquí.

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