20 de diciembre 2021 - 00:00

La banca central apunta contra la inflación (volvió a ser el enemigo público número uno)

Jerome Powell

Jerome Powell

La Fed aceleró el taper, y cesará las compras de bonos a mitad de marzo. Previsible, el Banco de Noruega subió las tasas por segunda vez (y promete más en camino). El Banco de Inglaterra sorprendió. En noviembre, por omisión. Ahora, con un récord de covid a cuestas -93 mil contagios en un día-, decidió el primer aumento de tasas (que no será el último, según su economista jefe, Huw Pill) aunque se abstuvo del taper. Y el BCE obró al revés: inauguró el taper pero dejó intactos los tipos de interés.

Que no haya dudas. Los bancos centrales dieron vuelta la página de su política monetaria. Cada uno con su receta particular pero todos con la misma preocupación. ¿Qué los une en su empeño flamante? El regreso del enemigo público número uno. La inflación y su alza punzante. Sobre todo, a partir de un segundo empuje en septiembre/octubre, justo cuando apostaban a la continuidad de la desaceleración del tercer trimestre. La inflación, la más alta en 39 años en EE.UU., no es transitoria, sentenció Jerome Powell, el 30 de noviembre, en el Congreso. La tolerancia de su enfoque flexible sí lo era, y se acabó.

La Fed cumplió todas sus promesas. El recorte de la compra de bonos se duplica a 30 mil millones de dólares por mes a partir de enero con la idea de cancelar la expansión de la hoja de balance el 15 de marzo. En el mapa de puntos que se publica cada tres meses -junto con las proyecciones económicas- surgen nítidas tres subas de tasas en 2022. El mapa no es una hoja de ruta -mucho menos, un plan- pero se lo lee como si lo fuera. ¿La reacción inicial de los mercados?

No compraron tanta agresividad. La Fed apura el paso, corre detrás de los hechos, pero delante de los mercados de renta fija que antaño eran los vigilantes más intransigentes de cualquier mínimo desvío inflacionario y hoy no creen que triplicar la meta sea un problema. La política monetaria dejó de ser preventiva tras la revisión de 2020. La inflación creció y no cortó la maleza. La prioridad era evitar una depresión global, Powell dixit. De convertirse en un peligro, ahí se la combatiría. Dicho y hecho. La inflación minorista fue 6,8% interanual en noviembre. La mayorista, 9,6%. Los precios de importación treparon 11,7% y los de exportación, 18,2%. Así, que Powell & Compañía deben tomar la lanza para abatirla mientras las tasas de interés bajan por temor a que el celo extremo se traduzca en un error de política (cómo los célebres del BCE de 2008 y 2011 cuando cada vez izó las tasas para descubrir poco después que debía podarlas deprisa).

En efecto, toda la curva de bonos del Tesoro se despliega por debajo de 1,85% anual (y bajo cero, los ajustables por inflación). Como si la Fed estuviera condenada al éxito, y la única incertidumbre fuese si podrá evitar matar dos pájaros de un tiro, la inflación y la recuperación de la economía.

Desde ya, el taper es una salva de fogueo mientras los precios se empinan hoy y las tasas cortas recién lo harán en 2022. La Fed tampoco quiere precipitarse, aunque la novedad -informada por el Gobernador Waller- es que el cónclave de marzo será una reunión viva. El día 15 no habrá más compras de bonos. El siguiente se resolverá si hay que jalar el gatillo de los fed funds. Que cada uno lo digiera con tiempo y no se sorprenda. ¿Y si la inflación empeora mucho antes? Powell insiste, la política se adaptará sobre la marcha. El botón del modo activo ya está encendido.

¿Y qué puede pasar con ómicron? La economía hoy crece robusta, la tasa de desempleo amaga hundirse por debajo de 4%, y la Fed no abriga las dudas de Jackson Hole. La inflación desbordó el umbral esperado, existe un riesgo de que las expectativas se desanclen (“yo diría que bajo”, según Powell) y tiene clara prioridad de sobrepaso. ¿Cómo impactará la próxima ola de covid? No se sabe. ¿Será más dañina para la oferta o para la demanda? La inflación es por exceso de demanda, sostuvo el gran jefe en clara señal de que se alista para una batalla más convencional. Hacia allí apunta los cañones, en principio para impresionar a la cátedra. Pero a partir de marzo quizás abra el fuego. Los bonos no se espantan.

La Bolsa que desde octubre navega en un mar de los sargazos, y consagra récords en los índices pero con participación menguante de papeles individuales, deberá seguir rindiendo examen, y con barbijo, hasta que la inflación acuse recibo y la Fed se dé por satisfecha.

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