11 de enero 2013 - 00:00

Austeridad: cuando el remedio resulta peor que la enfermedad

Austeridad: cuando el remedio resulta peor que la enfermedad
En la última semana causó gran revuelo la publicación de un paper de los economistas Olivier Blanchard y Daniel Leigh sobre el impacto de la política fiscal en momentos de crisis. La presentación fue en la reunión anual de la American Economic Association. El paper es muy técnico, pero su conclusión básica es que los modelos del FMI subestimaron el impacto negativo de los programas de austeridad sobre la actividad económica. Dicho de otra manera, los resultados de Blanchard y Leigh parecerían confirmar la tesis de que el multiplicador fiscal en las economías avanzadas es mayor de lo que se pensaba. Dado que ambos economistas trabajan en el FMI (y que Blanchard es el jefe de su departamento de análisis económico), la conclusión de muchos es que se trata de un mea culpa de esa institución.

El multiplicador fiscal es una pieza clave de la teoría macroeconómica keynesiana, que ha sido revivida por la reciente crisis. En esencia mide el impacto final sobre la actividad económica que resultaría de un dólar adicional de gasto público. El debate sobre el multiplicador se intensificó en 2009 cuando Obama presentó su plan de estímulo fiscal para revivir a la economía norteamericana. Su asesora económica, Christina Romer (hoy en Berkeley), argumentó entonces que el multiplicador era 1,5, es decir, un dólar adicional de estímulo fiscal generaría 1,5 dólar de actividad económica. Los republicanos en el Congreso recortaron las ambiciones de Obama. Robert Barro, el distinguido economista de Harvard, fue quien desde el ámbito académico refutó la tesis de Romer. Según Barro, el multiplicador fiscal es cero. Por lo tanto, un mayor gasto público no necesariamente es la mejor manera de evitar una gran recesión. La mediocre performance de la economía norteamericana y la persistencia de una alta tasa de desempleo desde 2009 generaron dos interpretaciones opuestas. Para Barro y otros economistas republicanos confirmaron la tesis de un multiplicador fiscal nulo, mientras que para Paul Krugman y los keynesianos demostraron que el paquete de estímulo fiscal debió ser más agresivo.

Traslado

Cuando comenzó la crisis de Grecia a principios de 2010, el debate sobre el multiplicador se trasladó a la eurozona. Otro economista de Harvard, el italiano Alberto Alesina, argumentó que el multiplicador era negativo. Es decir que la contracción fiscal podía tener un efecto expansivo sobre la economía. Se trata de una tesis que cada vez tiene menos adeptos. En una posición menos extrema, en 2010 los modelos de los economistas del FMI estimaban que reducir el déficit fiscal en un 1% del PBI reduciría la actividad económica en un 0,5%, es decir, un multiplicador de 0,5. Ahora Blanchard y Leigh dicen que estos modelos subestimaron el multiplicador. En los últimos años, otros economistas han argumentado que en períodos de profunda recesión el multiplicador es más alto que lo normal. Sin embargo, en la misma sesión en la que Blanchard y Leigh presentaron su paper, esta tesis fue refutada (por lo menos para Estados Unidos) por un estudio empírico que cubre el período 1890-2010. Los autores de este trabajo estimaron que para la economía norteamericana el multiplicador se encontraba entre 0,6 y 0,7, es decir, a mitad de camino entre Romer y Barro. Obviamente, la determinación del multiplicador es mucho más que un debate académico, ya que las políticas que se adopten bajo uno u otro supuesto tienen un impacto sobre el desempleo y la actividad económica.

Los partidarios de los programas de austeridad citan a Letonia como la evidencia más contundente a favor de su tesis. El éxito de las políticas adoptadas por el Gobierno de ese país báltico fue incluso públicamente reconocido por Christine Lagarde, la directora gerente del FMI. En un artículo publicado recientemente en Bloomberg, el economista Anders Aslund, del Peterson Institute of Economics, hizo un análisis comparativo entre la experiencia de ese país y Grecia para argumentar que la austeridad es la receta correcta para una economía en crisis.

Como se puede ver en la tabla adjunta, de 2008 a 2011 ambos países sufrieron una severa contracción de la actividad económica. En el caso de Grecia fue gradual y en el de Letonia acelerada (un 17% en 2009), pero luego de cuatro años se encontraban prácticamente en el mismo lugar.

Hoy las perspectivas de Letonia son mucho más alentadoras, ya que se pronostica que su PBI crecerá un 4,3% en 2012 y un 3,6% en 2013. Grecia, en cambio, se encuentra en una recesión que no parece tener fin y se espera que su economía se contraiga un 6% en 2012 y un 4,2% en 2013. Según los pronósticos de la UE, en 2014 la economía de Letonia va a estar un 6,6% por debajo del nivel alcanzado en 2007, mientras la de Grecia estará un 22,6% por debajo del nivel que alcanzó en ese año.

De cualquier manera, extrapolar lecciones de una economía de dos millones de habitantes con un bajo nivel de deuda (un 45% del PBI), como es el caso de Letonia, es peligroso. Lo que pudo ser válido para este pequeño país no necesariamente lo es para Grecia y menos aún para España. Sin embargo, hay un punto importante que rescatar de su experiencia.

Mejor momento

El mejor momento político para hacer un ajuste inevitable (como el que debe hacer Grecia) es en la fase inicial de la crisis. Cuanto más se retrasa el ajuste, es más difícil implementarlo. Evidentemente, la población del país báltico tuvo una tolerancia que parece no existir en las costas del Mediterráneo.

En definitiva, la respuesta del Gobierno ante la crisis termina siendo un problema político y no económico. La verdadera cuestión, más allá del multiplicador que estimen los economistas, es qué tipo de ajuste está dispuesto a tolerar el electorado. La experiencia de Letonia sugiere que cuanto mayor sea la tolerancia, más rápida será la recuperación.

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