Primero, el cuento simpático. Un gatito criado en un barco se cae al agua, va a parar a la mansión abandonada de una isla, se hace amigo de un ratón y, tras algunas vueltas, ambos terminan en el Museo Hermitage, a orillas del Volga. El ratón está eufórico. Sabe de pinturas… para comerlas. “En mi familia siempre fuimos consumidores de cultura”, dice orgullosamente, y corre a comerse la “Mona Lisa”, que acaba de llegar en préstamo. No podrá hacerlo, porque en el Museo viven unos cuantos gatos de variado pelaje y una sola misión en la vida: cazar a cualquier ratón que se anime a poner sus patitas en ese lugar sagrado. ¿Cómo se las arreglará ese hambriento de cultura? ¿Cómo se las ingenia el micifuz para proteger a su amigo y al mismo tiempo quedar bien con esos fieros guardianes? ¿Y cómo puede encarar a la preciosa gatita persa de largas pestañas, que lo mira sonriente y paciente, esperando que se decida? Todo esto pasa en el dibujo animado ruso “Guardianes del Museo” (“Koty Ermitazha”, gatos del Hermitage), de Vasiliy Rovenskiy.
“Guardianes del museo”: bonita fábula, animación vieja
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Ahora, el cuento antipático. El afiche anuncia que esta película es de los autores de “La era del hielo 2” y el diseñador de personajes de “La vida secreta de las mascotas”. Nada que ver. Cierto que un miembro del equipo de arte mascotero, Robin Joseph, participó en el diseño, pero no mucho más. El film es ruso, tiene un estilo muy distinto del de las norteamericanas, y además se hizo con un programa más viejo que el de “Masha y el oso”, y sin el encanto de dicha serie. Pero, en fin, si a los chicos les gusta Masha, también puede gustarles esta película. Al menos es simpática.
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