13 de abril 2011 - 00:00

¿Hacia un nuevo reciclaje de los petrodólares?

Un mes de marzo (y principios de abril) con tsunamis, guerra y eurocrisis contribuyó a que dos documentos de enorme interés pasaran relativamente desapercibidos. El primero es el duodécimo plan quinquenal aprobado por el Congreso Nacional del Pueblo en China el 14 de marzo para el período 2011-2015. A esta altura del siglo XXI uno pensaría que el concepto de un plan quinquenal estaría ya perimido pero recordemos que a pesar de haber adoptado muchos principios del sistema capitalista, China sigue siendo gobernada por el Partido Comunista. Una contradicción que sorprendería al propio Mao y que algún día se tendrá que resolver. Sea como fuere, los burócratas del partido, siguiendo una tradición establecida por su otrora líder en los años cincuenta, no están dispuestos a abandonar el destino de la economía china a los dictados de las fuerzas del mercado.

En este nuevo plan, los líderes chinos han visto «la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo económico», dice la agencia EFE, «orientado hasta ahora a las exportaciones baratas, para centrarlo en el consumo interno e impulsar la innovación y el desarrollo científico para aumentar la calidad de sus productos». En esencia se trata de un cambio en el énfasis de la estrategia de desarrollo en la que en vez de maximizar la tasa de crecimiento del PBI se buscará elevar el estándar de vida del pueblo chino y sus niveles de consumo. Según Stephen Roach, otrora economista jefe de Morgan Stanley y uno de los más agudos observadores de la economía mundial, el plan anunciado generará un boom de consumo inédito en la historia moderna. Se cae de maduro que este boom tendrá un enorme impacto sobre el resto del mundo, la Argentina incluida.

En primer lugar, para lograr el objetivo enunciado, China tendrá que reducir significativamente su exceso de ahorro y por ende no podrá seguir financiando a países deficitarios como Estados Unidos. Esto significaría un cambio tectónico para la economía mundial que presagia una suba en la tasa nominal de interés a largo plazo en dólares y el debilitamiento del dólar. Como señaló el economista Martin Feldstein en un artículo reciente, si la economía norteamericana se recupera y las empresas vuelven a invertir, el conflicto entre una menor tasa de ahorro en China y un alto déficit fiscal en Estados Unidos sólo se podrá resolver con un aumento en la tasa de interés global. Sólo los países de la OPEP están en condiciones de reemplazar a China como financistas del desahorro norteamericano. Y si lo hicieran, igual se plantearía un escenario muy diferente al que vivimos en los últimos quince años. De eso más adelante.

El otro impacto tiene que ver con el consumo. Según el nuevo plan quinquenal, la tasa de urbanización alcanzará un 51% en 2015 (actualmente es del 46%, lo cual está debajo del promedio mundial del 50%). Esto significa que en los próximos cinco años se mudarán a las ciudades cerca de 80 millones de chinos, casi dos veces la población argentina. Uno de los efectos de la urbanización y el aumento del PBI per cápita es el cambio en la dieta, que se traduce en un aumento en el consumo de proteínas de origen animal. Para alimentar la enorme cantidad de pollos y cerdos que comerán sus habitantes, China tendrá que seguir importando granos y oleaginosas del resto del mundo. Este fenómeno es el que está detrás del famoso «viento de cola» que tanto benefició a la economía argentina en la última década. Lo que nos está diciendo el plan quinquenal es que probablemente este viento se mantenga por un rato, lo cual como es obvio plantea importantes cuestiones de política económica en la Argentina.

El segundo documento de interés es el World Economic Outlook del FMI publicado esta semana. Este documento está repleto de datos interesantes sobre la situación actual de la economía mundial y sus perspectivas. Aunque algunas conclusiones parecen blandas («no hay nada de qué preocuparse» parece ser el mensaje que quiere transmitir) esto es así porque el documento está editado y corregido y sus conclusiones moderadas para evitar trastornos en los mercados. Pero leyendo entre líneas se pueden encontrar muchas perlitas. Una de ellas es el capítulo que trata sobre los efectos de una política monetaria expansiva en Estados Unidos en los flujos de capitales desde el mundo desarrollado a los mercados emergentes. Otra, quizás la más interesante, es el capítulo dedicado al tema energético.

Según el reporte del FMI, los mercados globales de crudo han entrado en «un período de escasez creciente». Esta escasez es producto por un lado de una reducción en la oferta (por falta de inversión, cuellos de botella y agotamiento de yacimientos en países fuera de la OPEP) y por otro, un crecimiento de la demanda proveniente de economías emergentes. Estas economías exhiben una menor elasticidad de la demanda y una mayor elasticidad de ingreso (es decir un aumento del PBI per cápita del 1% genera un aumento equivalente en la demanda). Nuevamente, China es el factor determinante de la ecuación. Actualmente es el principal consumidor de energía del mundo y representa el 11% de la demanda mundial de petróleo. Según el FMI, en 2017 los chinos consumirán el doble de energía que en 2008. Una supuesta clave detrás de esta proyección es que los precios de los insumos energéticos se mantendrán constantes lo cual no es muy realista. La creciente demanda de petróleo por parte de China inevitablemente aumentará los precios lo cual probablemente frene su crecimiento económico.

El mensaje subyacente del WEO es que de ahora en más (y por los menos en los próximos tres años) los precios del petróleo se van a mover en una sola dirección: para arriba (aunque obviamente con altibajos). Los mercados de futuros parecen estar validando esta predicción por lo menos hasta 2012. A más largo plazo, cualquier pronóstico es aventurado, especialmente porque es imposible prever las consecuencias de la turbulencia política que se ha desatado en Medio Oriente en los últimos meses.

Basados en un sofisticado modelo econométrico los economistas del FMI sugieren que aumentos «graduales y moderados» en la escasez de petróleo no necesariamente impondrán una restricción significativa al crecimiento económico mundial en el mediano y largo plazo. También advierten que la muy probable suba de los precios del crudo, especialmente si es abrupta, generará una masiva transferencia de riqueza a los países de la OPEP, lo cual afectará los flujos de capitales internacionales y profundizará los desequilibrios de cuenta corriente actualmente imperantes. Es decir, estaríamos frente al reciclaje de los petrodólares «part deux». Será una gran bonanza para las ya recuperadas megainstituciones bancarias de Estados Unidos y Europa. Y probablemente también para el resto de las economías emergentes. Esperemos que no termine como el anterior.

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