10 de marzo 2009 - 00:00

Kirchner promete a Moyano más caja y un canal de TV

Hugo Moyano «recuperó», por indicación de Kirchner, el manejo de una millonaria caja sindical.
Hugo Moyano «recuperó», por indicación de Kirchner, el manejo de una millonaria caja sindical.
Néstor Kirchner desenfundó un puñado de promesas para aplacar la furia de Hugo Moyano. Le prometió, luego de un insistente reclamo, cederle el manejo de los fondos de la APE, área en la que el jefe de la CGT mantiene una encarnizada pulseada con su ex socio, Juan Rinaldi.
El control de los reintegros -el pago veloz o el cajoneo- Moyano lo ejecutará vía Hugo Sola, gerente de Prestaciones de la APE, tras la salida de Rinaldi para ocupar la Superintendencia de Seguros de Salud (SSS), la lapicera máxima de esa oficina.
Como Rinaldi, Sola tiene un antiguo vínculo con Moyano. Con el actual titular de «la súper» (como llaman los muchachos a esa cariñosa caja) lo une una relación de amistad pero, da por hecho Moyano, en la grilla política el doctor será un aplicado y obediente agente de las indicaciones del camionero.
El operativo, les transmitió Moyano a los suyos, se cinceló en una charla que mantuvo con Kirchner y refleja un hipotético respaldo del patagónico al caudillo sindical en su entrevero con Rinaldi y su aliada de estos tiempos, la ministra de Salud, Graciela Ocaña.
Es una jugada riesgosa que puede, incluso, parecerse demasiado a una emboscada. El camionero les dijo a sus laderos más cercanos que recuperan la APE y que, ahora, podrán disponer a su antojo para repartir castigos o beneficios entre las obras sociales.
La APE maneja unos 350 millones de pesos anuales que se distribuyen mediante un mecanismo automático, como compensación a las obras sociales que prestan servicios de alta complejidad cuyos costos no alcanzan a cubrir con los aportes de los afiliados.
La lupa que Ocaña y Rinaldi pusieron sobre los aportes y reintegros a obras sociales en el último tiempo alteró el ánimo de Moyano al punto que, desde antes de la salida de Héctor Capaccioli de la SSS, tiene cortocircuitos con el ex jefe de la APE.
Este diario lo explicó en su momento: Moyano le ofreció a Kirchner dos propuestas para reemplazar a Capaccioli y ninguna incluía a Rinaldi. Una costura entre Ocaña y Sergio Massa, más el añejo recelo de Cristina de Kirchner, sepultaron la embestida del camionero.
Sin embargo, no cedió. El torpedeo contra Ocaña -dice tener el guiño de Olivos y ser amigo de la «Hormiguita», con quien desayuna, desde los tiempos del PAMI, una o dos veces por semana- se enfocó en, al menos, tener el control de la APE. Horas atrás lo consiguió.
De todos modos -y ahí la promesa de Kirchner tiene un inocultable aroma a encerrona-, los fondos del APE son, luego, fiscalizados por la SSS y el Ministerio de Salud, que, para darle más relieve, pide auditorías a facultades como hizo con los papeles de la era Capaccioli.
Para empezar, el dúo Ocaña-Rinaldi reaccionó ante la maniobra del camionero: vetó a los candidatos propuestos por la CGT para integrar el Consejo Consultivo de «la súper», especie de miniparlamento integrado por sindicalistas con acceso al corazón del organismo.
Es, cada vez, más parecido a una guerra total.
Para que la charla no se limite a hablar de recursos, Moyano y Kirchner transitaron otros territorios. A las proyecciones auspiciosas sobre octubre, el patagónico les agregó una referencia que iluminó al camionero: la teórica decisión de ir «a fondo» con la ley de radiodifusión.
Es público el interés del caudillo sindical por intervenir en algún eslabón del negocio mediático -avanzó en el reparto de diarios y revistas- y Kirchner le renovó la promesa de que, con la nueva ley, la CGT tendrá un canal de TV por cable o, quizá, una radio.
Supone Kirchner que con eso logra el respaldo del camionero en su batalla con el Grupo Clarín. Pero, además, lo tienta con la ilusión tercermundista de un medio para expresar el «pensamiento vivo de los trabajadores argentinos», como llegó a decir Moyano.
De la charla el jefe cegetista se llevó, además, el OK de Kirchner sobre un megaacto que programa el moyanismo para fines de abril en Plaza de Mayo. Para el patagónico fue, también, un consuelo. Al principio temió el impacto y la intención de ese show.
A su vez, Cristina tiene motivos para temer: apenas asumió, Moyano usó un escenario del Luna Park para avisar que podría llenar «solo» la Plaza de Mayo -no mandó a su gente a la asunción- y habló de, algún día, tener un presidente de extracción sindical.
Es el sueño de un Lula argentino que, alguna vez, engendró Víctor De Gennaro y que, tardíamente, pero sin resignación, a veces desvela a Moyano que, mesiánico, no ve a su lado figuras que puedan, llegado el momento, sucederlo. Eso, dirá, lo obliga a las reelecciones indefinidas.
Con ese plan -o el más accesible de meter diputados en las listas del PJ- amaga con lanzar su propio movimiento político que bautizó, con ostentación, de Recuperación Peronista. ¿No debería Kirchner sentirse aludido ante esa nomenclatura?

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