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Mundo PJ: cristinismo outlet, el electro de Scioli y factor Aníbal
• LAS ENCUESTAS VARÍAN A CADA RATO.
• LA TEORÍA DEL DESMARQUE Y EL PESO KIRCHNERISTA.
• SONDEOS, CORREOS Y PERNOCTES.
Víctima de la opacidad que, se lamentan en el PRO, Marcos Peña le inyectó a la campaña, Mauricio Macri orbita más cerca de los 24,5% que sumó en las PASO que de los 30,1 que acumuló Cambiemos. Scioli, en los sondeos visibles (y en los encriptados) despega más de 10 puntos de Macri pero no tiene blindada la otra cláusula del balotaje Menem-Alfonsín: superar el 40%.
El número 9 de La Ñata, voluntarioso, reza a su buena estrella para franquear esa barrera y festejar el 25-O. Pero no hay cacique, asesor y operador que no le sople la sugerencia de desmarcarse de Cristina, de decir algo que seduzca a ese votante de laboratorio que se cataloga como independiente. El mantra de la diferenciación tiene un ícono: que Scioli prometa eliminar la cuarta categoría de Ganancias. "Debería anunciarlo junto a Miguel Bein, que era mano derecha de Machinea cuando hicieron la tablita en época de De la Rúa", carcajea, en una muestra gratis de futuras riñas intersciolistas, un bonaerense.
Scioli murmura imprecisiones. Dice, entre lenguas, lo que un ladero traduce con simpleza brutal: "Si tenés a Zannini de vice, a Wado de diputado y a Aníbal de gobernador ¿alguien te cree que te desmarcás de Cristina?". Hoy, de hecho, en la lejana Caleta Olivia, el candidato volverá a ser partenaire de la Presidente y mañana, a mediamañana, dará fé de nestorista con una recorrida por el Centro Néstor Kirchner, en el fecha patria del peronismo: el 17 de octubre.
Hugo Moyano, que sacó del closet su preferencia por Macri, es un ferviente gurú de aquella tesis y justifica ante otros jerarcas que su cercanía al porteño es porque Scioli estará dominado por los Kirchner, sus enemigos. Moyano es una de las bombas sucias que detonó la unidad de la CGT con que fantaseó el bonaerense y que tuvo a Antonio Caló como cara visible hasta que asomó un expediente judicial. Festeja Oscar Cuartango, ministro de Trabajo provincial, porque la atomización del sindicalismo peronista lo arrima a la butaca de Carlos Tomada. "Si no hay una sola CGT, no le puede dar Trabajo a un solo sector, sino se pone de punta con los otros", sintetiza un cacique gremial.
La diferenciación más osada de Scioli con Cristina fue, hasta acá, nombrar un gabinete donde no hay ultra K pero sí una porción kirchnerista, menos urticante para los sectores medios que Julio De Vido o Axel Kicillof, que conforma una especie de cristinismo outlet. Sergio Urribarri, Sergio Berni y Diego Bossio, tres K a los que Scioli prometió ministeriar, fueron enviados a boxes por Cristina: al entrerriano porque prefirió a Florencio Randazzo, a Bossio porque apañó el cerco para inducirlo a renunciar a su candidatura a gobernador; a Berni porque no le validó, siquiera, la categoría de postulante así que no pudo bajarse de un lugar al que nunca pudo subirse.
Ese contigente de ministros hipotéticos -Urribarri, Berni, Bossio, también Miguel Peirano y Alberto Bartieri, apadrinados por José "Pepe" Scioli- se reunirá esta noche en Zárate, en la víspera del 17 de octubre, para respaldar a Marcelo "Patón" Torres, en su duelo contra Osvaldo Cáffaro, el último intendente socialista que queda en la provincia. En homenaje al 45, el peronismo se junta para desbancar a un heredero de Justo y Palacios.
Scioli abraza ese kirchenrismo blanco, que mide bien -o al menos no mide mal- pero es mirado con recelo, casi como a traidores, desde La Cámpora. La agrupación que capitanea Máximo Kirchner bulle. El fuego amigo cae sobre Eduardo "Wado" de Pedro, a quien llaman "nuestro Alberto Fernández" sin deternerse a explicar el apodo malicioso.
En el PJ que orbita al candidato, doctorado en conspiraciones, dicen que es un acting, que el mercedino se "hace el bueno" para que Scioli lo respalde como presidente de la Cámara de Diputados, lugar que el PJ pretende para José Luis Gioja, a quien proyectan como restaurador del panperonismo, amiguero y clásico, anude en el Congreso un megabloque con peronistas llegados del PRO y del massismo.
Esa tarea, en el ala sur del Palacio, podría encararla el salteño Rodolfo Urtubey o, si no desembarca en el gabinete, al santafesino Omar Perotti. Las versiones inquietan a Miguel Ángel Pichetto, que pasó de primer sciolista -arrancó con pintadas en 2013- a objetar sus hábitos. "No puede pretender ser presidente un tipo que todas las noches quiere volver a dormir a su casa", protesta entre risas, el rionegrino contra la fobia de Scioli a pernoctar en hoteles y su precondición de retornar a La Ñata. Pichetto gruñe dolido por la derrota y por la hermandad de Scioli con Alberto Weretilneck.
El senador perfila un fin de ciclo legislativo que tiene más víctimas. Juliana Di Tullio, la dama de tatuaje -cuentan en el Congreso que le envió una foto del tatto con la frase "No fue magia" a Cristina y que ésta la llamó por teléfono- se ofrece a seguir medio año más como jefa de bloque hasta que "todo se encamine". Nadie se lo pidió. Una mejor fortuna, supuesta, tiene Julián Domínguez, que firmó como futuro ministro de Industria (¿abarcará, como se dice, minería?) mientras el diputado de Chacabuco masculla, indignado, que la interna contra Aníbal Fernández no la perdió en las urnas sino en el Correo Argentino, donde se traspapelaron 100 mil votos, bajo la gestión operativa de Vanesa Piesciorovski, esposa de Juan Manuel Pignocco, dirigente de La Cámpora, ladero de José Ottavis, que lo convirtió en candidato a senador del FpV por Bahía Blanca, aunque Pignocco es del conurbano sur.
A la numerología fluctuante que desvela a Scioli se anexa el factor Aníbal. Martín Alaniz, supernumerario de la Secretaria de Inteligencia (SI), y candidato a senador, compartió con militantes un sondeo inquietante. En La Plata, medidos manos a mano, Scioli le gana por 2 puntos a Macri, Pablo Bruera duplica al candidato de Cambiemos, pero María Eugenia Vidal suma 42 contra 27 de Aníbal Fernández. Cómo se resolverán esos desajustes constituye la intriga mayor.
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