“El deseo como lo opuesto a la muerte, como decía Strindberg, es retomado por Bergman para esta obra”, dice Osmar Núñez, que estrenó la semana pasada “Después del ensayo” junto a Vanesa González y Silvina Sabater, dirigidos por Daniel Fanego. Núñez admite su admiración por el artista sueco y recuerda que protagonizó “Bergman y Liv, correspondencia amorosa” junto a Ingrid Pelicori.
Osmar Núñez revive en escena los fantasmas de Ingmar Bergman
Junto con Vanesa González y Silvina Sabater, dirigidos por Daniel Fanego, hacen “Después del ensayo” en El Picadero.
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Después del ensayo. Osmar Núñez y Vanesa González en una escena de la obra de Ingmar Bergman.
“Después del ensayo” es una de las obras más autobiográficas de Ingmar Bergman y rinde homenaje a los directores, actores y actrices de teatro, entre ellas su musa y su hija. Toda una vida de éxitos y fracasos, condensada en el momento presente, con sus fantasmas y sus personas de carne y hueso, representadas por la madre y la hija. Se presenta los domingos a las 16 en El Picadero. Dialogamos con Núñez.
Periodista: ¿Cómo aparecen en la obra el paso y el peso del tiempo o la decadencia del cuerpo enfrentada a la pulsión de los deseos?
Osmar Núñez: Ocurre entre el sueño y la vigilia. Hay una pregunta sobre el paso de los años, el arte, la ética y el amor. Bergman no es solo el paso de los años o ese deseo impedido por la decadencia física, es mucho más. Se refiere a su propia historia, un hombre dedicado al arte, es una tesis acerca de su vida. Todo está tamizado por el sueño y la reflexión acerca de lo que soñamos. Lo que hemos perdido o dejamos pasar. Bergman era un auténtico artista que lograba hacer converger todo en una sola cosa. Hablamos de la vida, lo que nos pesa y lo que nos gusta, y del deseo, que es lo contrario a la muerte, como diría Tennessee Williams. Siempre el deseo está muy presente en Bergman. La obra es para todos, no sólo actores o directores.
P.: ¿Qué caracteriza a los actores y esa necesidad de actuar por encima de todo?
O.N.: No se actúa por encima de todo, se actúa con todo. No es que está primero la actuación y después aquello. Trabajamos hasta afuera de los ensayos, en esta entrevista intento decir en voz alta lo que me pasa con la obra. Es muy fuerte para mi, es un autor que admiro particularmente, estoy haciendo “Bergman y Liv” dirigidos por Leonor Manso en formato epistolar y una historia apócrifa. Uno actúa con todo lo que recuerda, lo que se imprime en el día a día, con todo lo que se habla con el director y las compañeras. La impresión de este mundo bergmaniano. El amor y la muerte son dos temas fuertísimos en Bergman, no hay que hacerlo por encima de todo sino con todo, nuestros miedos, dudas, nos pasan cosas similares a las de los personajes. Nadie dice esto es solo en el teatro. El actor es su propio instrumento.
P.: ¿Qué fantasmas los invaden cuando salen a escena?
O.N.: Hay materiales más sensibles que otros, depende el género. Acá hay que profundizar mucho, los fantasmas son lindos y otros no, los podemos capitalizar para nuestra composición y tienen que ver con nosotros mismos. Somos nuestros propios fantasmas porque el recuerdo o la memoria nos hacen conformar eso, tiene que ver con el camino del trabajo y de la vida. Los fantasmas están pero tienen que ver con uno, no se corporizan en otras personas o cosas, en miedo, en necesidad de gustar, no va por ahí. El fantasma para mi es ver cómo vengo trabajando y en aquel ensayo donde encontramos algo, hay que hacer que ese algo vuelve a aparecer en todas las funciones y no perderlo.
P.: ¿Cómo es la representación de emociones y dilemas humanos?
O.N.: En cómo se compone tiene que ver el autor. Hay que descifrar de qué nos habla y nosotros hacer nuestro camino. Esa interpretación que hacemos del texto, el volumen, el color, la profundidad de cada momento y como construirlo. El todo es una cosa pero hay que ir por partes en ese crescendo dramático de qué le va sucediendo al personaje y qué influencia tiene sobre los otros y los otros sobre él. Los visos de personalidad aparecen en el trabajo y después así se muestran y se ven. Los distintos temperamentos, los más sufridos, los más indiferentes, los más amorosos, los más odiosos. Se construye a partir de un autor.
P.: ¿Qué exploración del arte y del teatro hace la obra?
O.N.: Nadie mejor que Bergman para explorar el teatro, el arte, la vida. Era un gran lector de grandes autores, esta obra tiene detrás a Strindberg, que era quien lo impulsó a través de su dramaturgia a hacer esta obra. En la obra se hace mención a que el director está queriendo hacer “El sueño” de Strindberg y hace su propia transformación de esa obra. Va por todos los caminos y los une, arte, teatro y vida. Es un auténtico artista, puede andar por la vida con estas cosas y lo atraviesan. “Después del ensayo” es después de una larga vida, donde Bergman cuenta todo lo que quiere contar, lo que le sucedió con sus mujeres y actrices, de las que se enamoraba. Aunque fracasó con muchas. Transforma lo vivido en arte, le imprime texto, poesía y música. Tienen muchas capas sus personajes, no está todo puesto en el texto o la acción. Detrás del beso hay mucho más que querer besar a alguien, hay una historia que no se dice y es un misterio del actor que quizá no lo sepa el director. Y eso lo incentiva Bergman.
P.: En el texto de Bergman no sólo se manifiesta lo no dicho sino situaciones al borde de lo inaceptable, de lo cuestionable éticamente, ¿hay una ética de la experiencia del trabajo, es la misma siempre?
O.N.: La ética del trabajo es fundamental y tiene que ver con cierto comportamiento y disciplina para uno y con el otro. Acá los vínculos son tan cercanos y controvertidos que tiene que haber mucho conocimiento con el otro y si no lo hay, empezar a explorar. Por suerte acá nos conocíamos entre todos, a Fanego no como director pero si como actor, y ha sido de un entendimiento muy fuerte, que seguro luego del estreno se transforma. Sin una ética del escenario es muy difícil concretar algo exitoso, en relación al trabajo.
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