Así son las pausas agresivas de la Fed. Como en junio, la burocracia se tomó respiro en Washington. A la par, una intensa faena recayó sobre Wall Street. La tasa de fed funds se preserva en 5,50% pero los mercados de renta fija se abocaron a una suba febril. Los rindes del Tesoro a 2 años saltaron de 5,05% a 5,20%, un nuevo máximo desde 2006. En el extremo opuesto del arco, los de diez años trocaron un récord en la antesala -5,37%- por otro tras la reunión -5,50%-, una cumbre desde 2007.
Otra pausa agresiva de la Fed: mantuvo sus tasas y forzó al mercado a subir las suyas
¿Se ablandó la Reserva Federal? No, la dureza se movió a 2024 y 2025. Pero el mapa tiene zonas ciegas. Es un rompecabezas incompleto. Los rindes del Tesoro a dos años saltaron de 5,05% a 5,20%, un nuevo máximo desde 2006
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¿Cuál fue la razón? El banco central ajustó sus proyecciones macro. No modificó, salvo leves matices, la senda prevista tres meses atrás de una inflación en baja (que arribaría a la meta de 2% recién en 2026). No hay queja. La inflación es alta, pero obedece. Es la exuberancia de la economía la que debe disciplinarse so pena de que la inflación se contamine. Es por eso, dijo el gran jefe, Jay Powell, que se insiste con las tasas de interés. De marzo a la fecha, la Fed multiplicó por cinco su estimación de crecimiento del PBI. La vara flamante para todo 2023 es 2,1%. Superó ese umbral en el primer semestre y avanza a un ritmo de 3% en la actualidad. Ya se dijo aquí: la inflación aterriza más rápido que la economía. Y la Fed teme que la economía no pretenda siquiera aterrizar (la data dice que sí). Deberá moderarse antes de noviembre para evitar otro tirón de orejas.
¿Qué es más engañoso? ¿Las encuestas electorales o la nebulosa -el mapa- de puntos de la Fed? Se sabe que son herramientas descriptivas más que predictivas. Sin embargo, a falta de nada mejor, se consultan con avidez para descifrar el futuro. Allí asoma un aumento de tasas de un cuarto de punto antes de Navidad. Doce funcionarios quieren llevarlas a 5,75%. Siete están conformes en dejarlas en 5,50%. Todos tienen voz pero sólo doce, autoridad para tomar la decisión. El mapa no indica quién es quién. Y por supuesto la opinión no involucra compromiso en firme. ¿Qué cambió? Nadie exhibe prisa por ir más alto. En junio, había dos funcionarios que pensaban en 6% y uno, en llegar a 6,25%. ¿Se ablandó la Fed? No, la dureza se movió a 2024 y 2025. Pero el mapa tiene zonas ciegas. Es un rompecabezas incompleto. Solo muestra niveles de tasa a diciembre. Y la mediana de las opiniones subió medio punto en cada año. Donde se señalaban cuatro recortes el año próximo ahora hay espacio para dos.
El mensaje es claro porque lo resaltó Powell. El mantra es tasas más altas por más tiempo. No se limita a la Fed. Toda la banca central del G10 salvo Japón adhiere a la prédica. La tasa de fed funds a fin de 2024 rondaría 5,25% y no 4,75%. Pero desconocemos su itinerario. La gobernadora Michelle Bowman lo subrayó. Tras la reunión habló de la posibilidad de aplicar “aumentos de tasa”, en plural. ¿Cuál es la estación terminal que el banco central tiene en mente? Creíamos saber que era 5,75%. Quizás haya escalado a 6%. En ese caso el banco central podría hacer luego tres rebajas de tasas y no dos. Pero, un ave solitaria -presumiblemente Bowman- aconseja cerrar el año próximo en 6,25%. O sea, aunque el fin de la suba se acerca, su localización todavía es imprecisa. Y materia opinable. Eso sí: la realidad se reservará la última palabra.
¿Qué rescatar de esta nebulosa de tasas? Que la Fed no piensa en recortes. No tan pronto ni profundos como los ansía el mercado de bonos. No teme una recesión tampoco. Sí la desvela no romper nada. De ahí, el “stop and go” de sus decisiones. Por eso prefiere que sean las tasas reales -en alza por la progresiva baja de la inflación- las que rematen la faena y no el látigo de los aumentos nominales. O la firmeza internacional del dólar. O la debilidad de los bonos. Con el ascenso de las tasas largas todo verdor perecerá en el mercado inmobiliario (empezando por la recuperación de los precios de la vivienda) y es un efecto colateral buscado. Si el informe PMI es creíble, y la economía se apresta a aterrizar por fin en el cuarto trimestre, no será necesario tocar nada más. Si la política obliga a cerrar el Gobierno, con más razón. Está claro, entonces, que Wall Street exagera con su desánimo pesado y evidente. Pero son los blues propios de la estación. Sumado a la acción psicológica de la Fed. Un “shutdown” del Gobierno no mejorará la psiquis, pero si el informe de empleo se calma -como hizo el mes pasado- será santo remedio.
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