29 de diciembre 2022 - 00:01

“‘El método Grönholm’ está más vigente que cuando se estrenó”

Diálogo con Marina Bellati, que se incorpora a la versión 2023 de la obra estrenada en nuestro país en 2006, y que vuelve a tener a Ciro Zorzoli en la dirección. Se verá desde el 11 de enero en El Picadero.

Bellati. La actriz se suma a la nueva versión de “El método Grönholm”,
Bellati. La actriz se suma a la nueva versión de “El método Grönholm”,

“No dejo de pensar en el hecho de que muchas personas se reúnan en un mismo espacio atendiendo el mismo cuento, como se hace desde los griegos. Sobre todo ahora que se está perdiendo un poco el cine...”, dice Marina Bellati, quien se incorpora junto a Martín Slipak al elenco de “El método Grönholm”, junto a Rafael Ferro y Julián Cabrera, con dirección de Ciro Zorzoli. La obra de Jordi Galceran tuvo una conocida versión cinematográfica de Marcelo Piñeyro (2005), con Eduardo Noriega, Ernesto Alterio y Pablo Echarri, y se ocupa de cuatro candidatos a un alto puesto ejecutivo en una tecnológica que se enfrentan en la entrevista final. Vuelve el 11 de enero al Paseo La Plaza con funciones de miércoles a domingos. Dialogamos con Bellati.

Periodista: Usted se suma ahora a reemplazar a Laurita Fernández, ¿qué le atrajo del proyecto?

Marina Bellati: Si decidí hacerlo es porque me gustan todas las variables. Siento que, del lenguaje actoral, lo más sacrificado y trabajoso es el teatro. Digo mucho que no al teatro porque es muy comprometido, no puede no pasarte nada, es estar ahí de miércoles a domingos y entregar todo sobre el escenario. Entonces Zorzoli era el único director con el que me faltaba actuar, me gustó el elenco, los conozco, y en La Plaza se trabaja bien a nivel producción. En cuanto a la obra, sigue muy vigente, lamentablemente, porque hay algo de la crueldad, el capitalismo, la fragilidad, el poder, la precarización, que se acrecienta. Para subirme me cerró todo, si no se me hace muy cuesta arriba.

P.: ¿En qué sentido lo más sacrificado y trabajoso para un actor es el teatro?

M.B.: Porque implica una entrega total, desmedida. Cuando filmás, alguien te repite le letra, te para, filmás lo tuyo y te vas, por ahí son 12 horas que no son 12, empiezan y terminan, es otra cosa. Hay algo del compromiso en teatro, de llegar a la sala con las cosas del día, de convivir arriba y abajo del escenario, y de los grandes amigos, que tengo muchos de la TV o cine pero lo vincular en teatro es más profundo. Se arma la familia, hay que tener mucha confianza porque es sin red sobre el escenario, en cambio en cine se corta, si alguien no dice el pie se hace un contraplano, si furcea se arregla, hay más trucos ante la falta de confianza o diferencias al trabajar, en teatro está todo muy expuesto, somos muy nosotros, no hay tanta máscara, aunque sea el símbolo del teatro. Hay más máscara en televisión o cine que en teatro, está todo muy cerquita, por eso si hago teatro, lo elijo con alegría...

P.: La obra fue escrita hace 20 años y parece estar más vigente que entonces.

M.B.: De hecho ahora se repuso en Barcelona y Madrid. Se agudizó la competencia laboral, las cosas que trae el capitalismo, la falta de compañerismo, el sálvese quien pueda, son esos cuatro que están ahí a matar o morir, para pisar cabezas. Está la cuestión de la selección de personal que podría ser hoy que te revisen las redes, podría actualizarse, pero de fondo es un poco lo mismo. Ese cumplir y ponerse la camiseta de la empresa, el rendir cuentas, con quien uno se asocia, los personajes son monstruosos y están dispuestos a pasar límites muy pesados.

P.: ¿Esos personajes monstruosos son más divertidos de encarnar?

M.B.: Sí, hacer de hijo de puta es divertido porque como en la vida no lo hago, es liberador. Está alejado de mi mundo y siento que hacemos todo lo contrario sobre el escenario, somos un equipo, somos red, me estoy incorporando con Martín Slipak a una obra que ya lleva 100 funciones, entonces si me equivoco mi texto lo dice otro actor, me salva, a la inversa de lo que pasa con los personajes, que se hunden unos a otros.

P.: ¿Qué diferencia hay entre comenzar de cero una obra que sumarse a este recambio de elenco?

M.B.: Me hubiese gustado estar en el proceso porque fue menos apremiante a nivel tiempo, ahora estamos haciendo algo que suele llevar dos meses y medio en un par de semanas. Pero nos entendimos en la primera conversación y vamos al mismo lugar por una vía rápida. Si bien vi una función de la versión anterior, Ciro Zorzoli nos aconsejó hacer nuestra versión con nuestras herramientas. No me resulta atractivo imitar, iré por otro lado y conseguiré otros resultados.

P.: ¿Qué más le da el teatro que otros ámbitos no?

M.B.: Da revancha al actor. Ahora veré una película que filmé hace mucho y seguro notaré escenas que no me gusten porque podría haber hecho de otra forma, voy a sentir que me perdí cosas y que soy la peor. El teatro, sobre todo el comercial con varias funciones semanales, da revancha, puedo decir de otra manera, hay algo muy vivo todo el tiempo. No me es indiferente la presencia del público. Que sigan yendo personas a una sala a que le contemos algo, que yo agarre un ladrillo como si fuera un teléfono me parece un delirio hermoso. Es creer y es la fe, en ese sentido me parece místico. Creer en la convención, que aparezca la madre muerta y aceptemos al fantasma.

P.: Este año volvieron éxitos pasados como “Art”, “Ella en mi cabeza”, “Piaf” y ahora “La última sesión de Freud”. ¿El teatro comercial va a lo seguro?

M.B.: Es como el público que sigue viendo “Friends”, cuando uno sabe cómo sigue y como termina, genera menos ansiedad. Por otro lado es bueno volver a ver obras que siguen vigentes, como la moda, los revivals, volver a leer o ver un clásico, revisionar, y de todos modos las obras las agarran otras personas que la cuentan distinta. Este texto es de un catalán con una carnadura interesante para retomar, no estamos haciendo una fórmula como “Cats”.

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