21 de mayo 2025 - 15:16

Ama Amoedo: "el arte y la vida tienen un vínculo indisociable"

Diálogo con la celebrada coleccionista, promotora y mecenas, que encabeza la fundación que lleva su nombre. En la colección del museo Amalita Fortabat (su abuela) presentó más de 50 exposiciones.

Ama Amoedo. Al fondo, la pintura de Odilon Redon que perteneció a su abuela, Amalita Fortabat.

Ama Amoedo. Al fondo, la pintura de Odilon Redon que perteneció a su abuela, Amalita Fortabat.

Antes de celebrar 30 años como coleccionista y cinco de la Fundación que lleva su nombre, Ama Amoedo entabla un diálogo con este diario. Experta en tejer las redes que sustentan el arte, su entusiasmo es contagioso: brinda un sólido soporte a los artistas, agentes culturales e instituciones; financia becas, talleres, conferencias, exhibiciones y tiene una larga trayectoria como artista. En la Colección "Amalita", el museo de Puerto Madero, presentó más de 50 exposiciones, entre ellas las retrospectivas de Marcelo Pombo, Omar Schiliro y Rómulo Macció. En 2024 presentaron la muestra de Chiachio y Giannone, acaso la más celebrada del año.

Periodista: ¿Cuál es la tendencia de su colección?

Ama Amoedo: Inicié mi colección con un regalo de mi hermano, Alejandro Bengolea, que recibí cuando tenía 19 años. Es una pintura abstracta de Gachi Hasper, artista que admiro y sigo coleccionando. Al poco tiempo empecé a adquirir mis primeras obras de Fernanda Laguna y Marcelo Pombo. Son artistas fundamentales en mi colección que hoy reúne más de 700 obras e incluye piezas centrales de arte argentino del siglo XX, con foco en la abstracción de la década del ‘40, el arte Pop de los 60 y la escena del Centro Cultural Ricardo Rojas de fines de los 80. También soy una apasionada coleccionista de arte contemporáneo. Me interesa mucho incorporar las obras que los artistas están haciendo ahora mismo. En los últimos años mi colección se ha ampliado al arte latinoamericano, así que me encuentro pensando diálogos y vínculos conceptuales entre los artistas de toda la región. ¡Es fascinante!

P.: Su abuela, Amalia Fortabat, fue una gran coleccionista. ¿Qué le dejó como herencia, además del museo?

A.A.: Como coleccionista, mi abuela me dejó infinidad de recuerdos y aprendizajes. Viajaba mucho con ella y en cada ciudad siempre visitábamos juntas los museos. Al llegar, ella ya sabía qué muestras quería ver porque antes de viajar investigaba. Tenía además un instinto único para saber frente a qué obras había que detenerse y prestar más atención. Una imagen que guardo como una fotografía, es la de los catálogos de arte desparramados sobre su cama. Los fines de semana solíamos verlos juntas y ella, muy atenta a los detalles, me enseñaba a prestar atención hasta el grosor del papel. Mi abuela tenía un sentido de solidaridad con el prójimo enorme y una gran certeza sobre la importancia de crear y apoyar instituciones. Fue muy influyente para mí.

P.: ¿Cuál es la historia de la gran pintura de su abuela que hoy está en su colección?

A.A.: La obra de Odilon Redon está compuesta por cinco paneles, es muy cercana y querida por todos nosotros. Siempre envolvió la mesa familiar, tanto en la casa de mi abuela como ahora en la mía. Aunque no parezca, es una obra de más de 120 años, que en los sesenta se mostró en el MoMA y en los noventa en el Art Institute de Chicago. Tiene un recorrido internacional impresionante. Incluso después de tantos años de convivir con ella, me sigue deslumbrando ese paisaje simbolista repleto de flores.

P.: En el ambiente aprecian su capacidad para analizar algunos períodos del arte.

A.A.: En lo personal los años noventa son centrales, fue cuando comencé a ir a exposiciones por mi cuenta, a visitar talleres de artistas y a generar amistades que mantengo hasta hoy. Este interés y el haber vivido esa escena se refleja en mi colección, donde además de reunir obras me ocupo de incorporar material de archivo y documentación. Me parece muy importante contextualizar el arte, y para eso son fundamentales los catálogos, cartas y fotos que ayudan a recrear una época tan efervescente. Hay períodos en los que el arte y la vida mantienen un vínculo indisociable, donde se nutren y transforman mutuamente. En los años sesenta, artistas como Delia Cancela, Edgardo Giménez y Marta Minujín revolucionaron no sólo los lenguajes del arte con experiencias como los happenings, sino también otros ámbitos de la vida cotidiana, como el diseño, la arquitectura y la moda.

P.: ¿Cree que el arte argentino ocupa el lugar que merece en el circuito internacional?

A.A.: Cuando voy a ver muestras me sigue impresionando la creatividad y el nivel excepcional de las obras. Siento una profunda admiración por nuestros artistas. Tienen una gran resiliencia frente a un contexto que, en muchas ocasiones, ha sido difícil. Tengo la convicción de que el arte argentino merece un lugar destacado en la escena global y por este motivo me involucro e integro los comités de instituciones de gran impacto, como el MoMA y el Pompidou. Son espacios que generan diálogos institucionales muy valiosos y favorecen el intercambio con colegas coleccionistas. Sin embargo, para mí, lo esencial a la hora de respaldar nuestra escena artística, es conocerla en profundidad y estar cerca de su desarrollo.

P.: ¿La compra que hizo el Pompidou de la pintura de Santiago García Sáenz, tiene relación con la muestra del Fortabat?

A.A.: No hay una relación directa. Sin embargo, hay que destacar que Colección AMALITA fue el primer museo en hacer una retrospectiva de Santiago García Saenz, acompañada por un catálogo con textos de investigación comisionados especialmente. En instituciones como el Pompidou, las adquisiciones son propuestas por el equipo curatorial y las decisiones se toman en comités donde debaten todos los miembros. Son procesos colectivos y el ingreso a la colección es resultado de un consenso. En ese sentido, las muestras y catálogos que ponen en valor la obra de un artista, pueden tener gran impacto en su reconocimiento internacional.

P.: Hoy, Marta Minujín celebra compartir una sala del Metropolitan de Nueva York con Jackson Pollock y Marc Rothko. ¿Qué papel juega el arte argentino en diálogo con los relatos globales?

A.A.: ¡Son diálogos para celebrar! Sin duda, estos intercambios renuevan nuestra propia mirada sobre cómo entendemos el arte local. Estamos en un momento de revisión de los grandes relatos y de conexión de escenas. En el caso de Marta Minujín, para mí fue un orgullo apoyar desde la Fundación Ama Amoedo sus muestras antológicas en el Jewish Museum de Nueva York, y en el Copenhagen Contemporary.

P.: ¿De qué manera difunde su Fundación el arte argentino?

A.A.: Lo apoyamos de forma muy activa y de distintas maneras, me parece que tiene mayor impacto. Además de acompañar muestras con representación argentina en el mundo, tenemos la iniciativa FAARA Conecta y, a través de alianzas con residencias internacionales, artistas de nuestro país pueden viajar y trabajar en otros contextos. Ahora el santafecino Ulises Mazzuca está en Nueva York. Otra acción concreta es invitar a curadores y profesionales del arte a conocer la escena local.

P.: ¿Qué papel ocupan la Residencia FAARA y las Becas dentro de la Fundación?

A.A.: Le diría que la residencia FAARA es la columna vertebral. Y me da mucha satisfacción haber contado con jurados de primer nivel y artistas talentosos de Argentina, Brasil, Chile, República Dominicana, Perú, México, entre otros países. Tuvimos más de 4000 postulaciones de proyectos de toda Latinoamérica, cifra que demuestra la importancia de este tipo de apoyos. Las Becas nos permiten sumar voces claves, apoyar proyectos de arte y compromiso social y publicaciones que impactan y repercuten en otras escenas de toda la región.

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