17 de julio 2001 - 00:00
Arias: "La ópera está para experimentar"
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Periodista: ¿Cómo se siente en Buenos Aires?
Alfredo Arias: Hasta ahora he trabajado bien, he encontrado un eco positivo en las personas que colaboran conmigo, y eso me ha dado ganas de seguir adelante y ver lo que puede pasar con este espectáculo, donde hay algunos principios que para mí son experimentales, y que veré cómo funcionan cuando todo esté terminado.
P.: ¿Nunca había montado «La carrera del libertino»?
A.A.: Sí, la hice hace algunos años en el Festival de Provenza, con dirección de Kent Nagano y con Samuel Ramey, el mismo intérprete que la cantará ahora aquí. Es la tercera vez que trabajamos juntos. Queda una base de aquella versión, pero no es la misma.Yo trabajo desde el punto de vista narrativo, partiendo del asilo psiquiátrico, es decir, como si el protagonista viera desfilar, fantasmagóricamente, todo su pasado por ahí, en medio de los locos. También ahí hay un paralelismo con el trabajo de Provenza, que estaba encarnado por un trabajo coreográfico muy complejo que hizo un coreógrafo norteamericano llamado Andi Degroutt. Aquí, en cambio, está hecho sobre otro principio, que es una representación paralela, simultánea a la representación del personaje de Tom Rakewell. En ella, hay como un escenario, yo digo que es el escenario de la memoria, donde desfilan algunos de los episodios de la vida de Tom, pero hechos un poco diferentes. Ahora todo es nuevo, la escenografía, los trajes, en fin. Yo trabajé con Graciela Galán así que todo el principio dramatúrgico ha sido revisto de una punta a la otra.
P.: ¿Cómo define el personaje de Nick Shadow, el personaje que cantará Ramey, que siempre es el más complejo de esta ópera?
A.A:: Justamente tengo esos dos planos de representación: es decir, aprovecho lo que Samuel Ramey trae en sí mismo, porque es un personaje muy elaborado y que le da una dimensión misteriosa y trágica, muy densa, y yo he tratado la segunda representación, es decir, esa representación de la memoria, de una forma un poco más humorística. Entonces me parece que puede haber un componente de matices bastante interesantes entre las dos cosas.
P.: ¿Esa simultaneidad de escena no va a distraer al espectador común, es decir, al amante de la música y el canto, en lugar de esas experiencias teatrales?
A.A.: El teatro también está para eso, para experimentar. La ópera está para experimentar también, y esta es una ópera contemporánea desde mi punto de vista. No trabajo sobre el principio de una idea dramatúrgica de decorado. Se cambia el decorado, los trajes y los personajes siguen haciendo lo mismo de siempre. Yo trato de renovar realmente la dinámica dramática haciendo una propuesta. Después, esa propuesta será más o menos aceptada, se entenderá o no. Si el cubismo existe desde antes que yo naciera, yo me puedo permitir hacer una puesta en escena cubista sobre el escenario, una cosa que pueda evocar los dibujos de Escher, del cual hay perspectivas, contradicciones de perspectivas, por ejemplo. Hay escenas que a veces son cruzadas, a veces simultáneas. Pero, bueno, es una experiencia que yo quiero hacer, la hice, la gente que estuvo conmigo la respetó y yo estoy contento porque me da la impresión de que hay que buscar cosas. Si no hay un viaje, y si sólo es una situación estática, solamente de acomodar dos o tres cosas y poner un decorado más o menos espectacular, a mí no me interesa.
P.: Trabajos suyos como los que hizo con Copi, Mortadela, lo último que hizo en el Mogador, algo sobre el Fausto que cantaba Haydée Alba: el espectador se encontraba siempre con algo nuevo, aun con cosas tan tradicionales como un gaucho de la pampa presentado dentro de otro contexto. Pero lo habitual de los que han sido grandes renovadores en los '70, hoy ya son conservadores, me refiero a las artes plásticas, la literatura e inclusive, en el teatro de prosa.
A.A.: El problema es ése: cómo renovarse, qué renovar. Me da la impresión de que no me he quedado mirando para atrás. Por ejemplo, los otros días me estaban interrogando sobre el programa que hacen sobre el Di Tella en TV, pero yo digo que, por supuesto, fue un momento muy importante en mi vida pero no me he quedado fijado allí. Vinieron otros momentos importantes. Porque también he tenido la idea de una mirada un poco más conservadora. Lo que pasa es que hay que encontrar los momentos justos donde conviene pegar el salto en el trampolín; yo creo que no siempre es posible ni oportuno. Por ejemplo, hay obras que lo permiten, otras que no, que sólo admitirían un acercamiento más minimalista, más interior. Pero yo pienso que la intención total de todas esas variaciones es, de todas maneras, seguir experimentando.
P.: Entonces su inquietud Di Tella no ha cesado.
A.A.: No es que en este momento se reproduzca, porque lógicamente una cosa pasa y ya nunca es la misma. Pero pienso que la libertad en mezclar, por ejemplo, el comportamiento del arte con disciplinas diferentes, la plástica, la música, el teatro, la danza, eso sí ha quedado en mí, y esa actividad de cruzar de una vereda a la otra y buscar en el arte de otro una fuerza para la dramaturgia o las artes plásticas. Eso me ha pasado últimamente. Lo hemos hecho con Marilú Marini, con la artista plástica francesa Annette Mesalle, y ahora he hecho «Las criadas» de Genet con una decoradora de teatro. Todo lo que se repuso ahí es la base de lo nuevo. Fue una vuelta a dialogar con las artes plásticas, y está presente en mi actual trabajo en el Colón.
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