29 de septiembre 2021 - 00:00

Barradas, para redescubrir en la sala Bemberg de Bellas Artes

La colección permite indagar el perfil del pintor, que se conecta con los mejores artistas del Río de la Plata.

barradas. “The Tango emoción de color”, en la sala Bemberg del MNBA.

barradas. “The Tango emoción de color”, en la sala Bemberg del MNBA.

El conjunto de arte rioplatense reunido por María Luisa Bemberg, destacada cineasta y precursora en la defensa de la mujer, cobró especial interés en estos días a partir de la muestra del pintor uruguayo Rafael Barradas que exhibe el Malba. Las pinturas de Barradas, difíciles de conseguir, dado que el Museo de Artes Visuales de Montevideo reúne alrededor de 500, casi todas las que pintó en su corta vida, son las estrellas que se exhiben en la sala María Luisa Bemberg del Museo Nacional de Bellas Artes.

Si bien el Malba le pidió en préstamo al MNBA varias obras para su extensa exposición, sólo llegaron tres, porque fueron donadas con cargo de exhibición y, de este modo, la colección Bemberg permite indagar el perfil de Barradas que se conecta con los artistas del Río de la Plata. A pesar de la diversidad estilística y las diferencias del carácter, hay un aire de familia entre “Fiesta de disfraz”, un Barradas de 1913 y “Deliberando”, una escena de Pedro Figari con figuras femeninas. El parentesco se vuelve más lejano al contemplar las líneas de la “Catedral constructiva” de Joaquín Torres García, las rectas de “Místicos” de Xul Solar, el cubismo de “Centro de mesa”, un sol de Emilio Pettoruti y “La dama del café” de Barradas. Luego, el ritmo del “Candombe de carnaval” de Figari, coincide con el del “Impromptu de Chopin” de Xul Solar. Las cualidades vibrantes del color, incluso los tonos tierras enrojecidos en la severidad cromática de Torres García, también hermanan a estas obras.

Cuentan que María Luisa Bemberg heredó de su padre, Otto Bemberg, una bella pintura del francés Alfred Sisley que donó al MNBA, mucho antes de ceder su arte rioplatense a la institución. Pero recién cuando llegó a sus manos la carta de un espectador del Museo que, sin conocerla, le agradecía la felicidad que le procuró la apacible belleza del Sisley, encontró el verdadero sentido de su donación. Su asesor, el arquitecto Eugenio Ottolenghi, recuerda que le llevó una pintura de Barradas y María Luisa se sentó a mirarla durante un largo rato. “Después me dijo que la sentía cercana, que ella misma se sentía rioplatense”, agrega Ottolenghi. La pintura, “The tango emoción de color. Escena de café. Multitud”, se encuentra hoy en el MNBA. A partir del encuentro con Barradas el conjunto rioplatense comenzó a crecer con obras cumbre, como el colorido y alegre “Arlequín” de Pettoruti o la serie completa de Xul Solar y Figari.

La salud de Bemberg flaqueaba en febrero de 1995. Su hija, Cristina Miguens, se encontraba con ella en el piso de la calle Levene y describe ese momento: “Estábamos las dos en el balcón terraza de su casa, frente al río, ella ya muy enferma de su cáncer. Un único testigo: la escultura de Alicia Penalba que se recortaba sobre el cielo porteño. A pocos pasos, en las paredes de su living, colgaban sus cuadros, minuciosamente elegidos durante varias décadas y que la envolvían y acompañaban en ese ambiente que era también su lugar de trabajo. Le pregunté si nunca había pensado en donar su ‘colección’, porque así los nombraba ella. Eran un todo, una unidad, no una sumatoria. Ante mi sorpresa me dijo que sí, que muchas veces, pero que no lo había hecho por nosotros, sus hijos, que éramos sus herederos y no quería privarnos de los cuadros, aunque significara ‘descuartizar’ su colección”. Sin dudarlo, Cristina Miguens tranquilizó a su madre y habló con sus tres hermanos.

Contra reloj, viendo que la salud de su madre empeoraba, iniciaron los trámites de donación. Finalmente, en silla de ruedas llegó a firmar el acta de donación en su casa, rodeada por la familia, unas pocas autoridades y algunos amigos. Así legalizó su último deseo. Le quedaban pocos días de vida, apenas dos semanas, pero esa tarde el ambiente era festivo. Magdalena Ruiz Guiñazú le preguntó entonces qué motivo impulsó su donación. Cuentan que sonriente, aunque con la voz entrecortada, respondió: “Para darle una alegría a mi país… Y a mí misma… Lo que no es poco”.

Pasarían diez años desde ese día, el plazo establecido por la donación “con cargo de exhibición”. La colección había permanecido oculta y, dado el tiempo transcurrido, los hermanos Miguens podían reclamar la titularidad. ¿Desidia burocrática? Tal vez. Pero la estrechez presupuestaria de esos años recién se superó cuando, sin dobleces, se planteó el problema. Y los herederos de María Luisa Bemberg decidieron financiar la sala 27 que alberga su arte. El Río de la Plata es un territorio fértil para el arte, dueño de una extensa tradición en el campo estético de las vanguardias. La muestra se completa con una formidable escultura de Penalba en el medio de la sala. Luego, escoltando el ingreso a la sala Bemberg se encuentra una bella y pensativa figura femenina de Norah Borges y, a su lado, las obras pertenecientes al MNBA de Xul Solar y Pettoruti. Tres artistas que se vuelven a reunir después de 95 años. Xul Solar, Borges y Pettoruti, expusieron juntos en Amigos del Arte para homenajear al futurista Marinetti, cuando llegó a la Argentina.

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