Babosas como seres sintientes y detractores que piensan que esos bichos sufren como en un campo de concentración; un artista que fabula un alter ego de mujer anciana e iraní para tener cabida en un museo que siendo hombre, europeo y heterosexual lo ningunea; una performer que pega gritos, rompe todo y por eso le pagan; un homeless que pide limosna en la puerta del museo al que ponen como instalación para transferirle dinero; copas de champagne compradas en el un chino por la décima parte de lo que cuestan como obra de arte; estafadores de guante blanco; una silla que tirada que atrae como si no fuera una silla. El arte como espejo de la hipocresía y los nuevos paradigmas que oprimen tanto como la heterdoxia de antaño.
"Bellas artes" vuelve a reírse del mundo del arte como circo para snobs
La serie con Oscar Martínez creada por Gastón Duprat y Mariano Cohn ("Nada", "El encargado", "El hombre de al lado") mejora en su segunda temporada y deja abierta la posibilidad de una tercera con un universo inagotable como el del arte.
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“La humanidad está tocando su pico máximo de estupidez”, lanza Oscar Martínez en una de sus reflexiones como el director del Midam, Museo de Arte Contemporáneo de Madrid creado especialmente para la serie “Bellas artes”. Su segunda temporada supera ampliamente la primera en varios aspectos. En primer lugar suma actores notables como Miguel Ángel Solá, inmejorable como un ex dictador de Honduras en silla de ruedas exigiendo la exhibición del pesebre de su madre e Imanol Arias como un marchand de arte.
En segundo término, los seis capítulos son tan redondos en las historias autoconclusivas como abarcativos en los arcos de los personajes principales encarnados por Martínez, Angela Molina como una hosca y antipática artista plástica quien tuvo un romance con Martínez 40 años atrás, Aixa Villagrán momo la asistente de Martínez quien revela sus secretos casi al final de la temporada y Fernando Arbizu como el vecino de Martínez que tanto recuerda al contraste de caracteres de “El hombre de al lado”. También destacan Koldo Olabarri como el curador del museo y Dani Rovira como el abogado.
En las películas y series de Gastón Duprat y Mariano Cohn todo luce bello, valiéndose de una cuidada fotografía, arte y planos pensados en detalle para que la simetría luzca perfecta. Colabora con esa misión la gran cantidad de cuadros, esculturas, instalaciones y la arquitectura propia del museo que enaltecen el aspecto visual, en tanto los planos de exteriores de Madrid, las fachadas y los interiores de los espacios se vuelven cuadros en sí mismos. Hacia el final del último capítulo aparece la escultura de León Ferrari, “La civilización occidental y cristiana”, el famoso Jesús crucificado sobre un avión.
“Bellas artes” vuelve a reírse del mundo del arte como circo para snobs, donde los artistas ostentan una supuesta superioridad moral mientras el público se agolpa para ver y cuestionar lo que se considera arte, mediatizados como nunca por las redes sociales. La imagen final evoca a varias obras de arte con sacos a rayas y deja abierta la puerta a una tercera temporada, ante el universo inagotable que aborda.
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