La galería Del Infinito inauguró una exhibición de Marcela Cabutti (1967), “¡Mirá cuántos barcos aún navegan!”. Se trata de una versión en pequeño formato de la teatral instalación presentada con anterioridad en el Museo Mar de Mar del Plata y en el Centro Cultural Recoleta porteño. La obra ostenta la gracia de un cuento infantil y le brinda título a toda la muestra. El protagonista es un lobo que, desde un muelle, observa un barco de papel navegando en una laguna donde flotan los nenúfares. El resto de las obras, “Lluvias” y “Besos”, entre otras, llevadas también a las breves dimensiones de 30 x 30 centímetros, participan del mismo clima ilusorio. Allí figura una instalación plenamente abstracta y semejante a un espejismo que proyecta sus sombras y sus reflejos sobre las paredes de la sala blanca. El conjunto se completa con la edición del libro objeto “Barco. Deseos” (2009-2020). Realizado en tres versiones similares, el libro muestra en sus páginas el proceso de plegar un barquito, mientras, a través del reclamo de innumerables aspiraciones básicas, se transforma en vehículo de los deseos de la humanidad.
Cabutti: el encanto del viejo cuento infantil
La exposición se completa con la edición del libro-objeto "Barco. Deseos".
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El espíritu de los juegos y relatos infantiles está encarnado en las obras de la muestra. El lobo, símbolo de la ferocidad, aviva los recuerdos del saber infantil acerca del peligro. La noción del bien y el mal que se desprende del cuento de Perrault, la inocencia de Caperucita Roja que, si bien no está presente, acude al llamado de la memoria, y la brutalidad del animal carnicero, reaparecen, como decía Deleuze, en “jirones de pasado puro”. Luego, la fragilidad de los barcos de papel carga con el peso de todos los deseos formulados en los libros. Allí pueden leerse anhelos conmovedores, la ambición de ser feliz, el deseo de tener un trabajo o, imponderables acaso inalcanzables, como “que yo tenga suerte en la vida”. La admiración visual que describe y analiza el teórico Aby Warburg, “suscita siempre algo así como una inquietud fundamental sobre los remolinos del tiempo”. En efecto, la descripción de esta experiencia resulta oportuna frente a la aparente inocencia de las obras de Cabutti y los sentimientos que despiertan en el espectador. Según señala Warburg, “la gracia de la imagen suscita, pues, además del presente que nos ofrece, una doble tensión: hacia el futuro por los deseos que convoca, y hacia el pasado por las supervivencias que invoca”. La “memoria inconsciente” proviene entonces desde “el fondo de los tiempos”. La ambigüedad de la imagen es el disparador de estos juegos poéticos con el tiempo que atrapan la mirada.
La formación de Cabutti como escultora, el manejo del espacio, su destreza en otras disciplinas y en el uso de diversos materiales (madera, yeso, masilla, pvc policromado, metal o cristal soplado, entre otros), se conjugan para sostener la excelencia de la producción. Las esculturas de grandes dimensiones, mayormente flores, emplazadas en espacios públicos, merecen un capítulo aparte; mientras, por otro lado, figuran sus acciones con los barcos de papel en diversas instituciones, mayormente escolares. La publicación de los libros “Barco Deseos” fue realizada durante el confinamiento de esta pandemia. Editados por Tercera Persona, encuadernados a mano con costura francesa y 22 páginas, los libros incluyen una pieza-afiche-barco de papel bookcel plegado y la edición numerada consta de 50 ejemplares.
Del Infinito, dirigida por madre e hijo, Estela Gismero y Julián Mizrahi, trabaja con un staff de artistas contemporáneos (Esteban Pastorino, Matilde Marín, Fabiana Ímola, Martín Reina), equilibrado por los grandes maestros y consagrados (Le Parc, Greco, Federico Manuel Peralta Ramos, Rogelio Polesello, Raúl Lozza y Enio Iommi) . Abrió sus puertas en 1998 y desde entonces ha investigado la trayectoria de diversos artistas. La más reciente investigación tuvo como resultado la publicación de “La Aventura de lo real. Escritos de Alberto Greco”, recopilación de textos publicados con la ayuda del MoMA neoyorquino, el Museo Reina Sofía de Madrid, el Museo Moderno de Buenos Aires y privados que cedieron sus archivos. El MoMA compró finalmente en Del Infinito la obra “Besos brujos”.
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