1 de marzo 2001 - 00:00

"Chocolate" es dulce y a veces algo empalagosa

Chocolate es dulce y a veces algo empalagosa
«Chocolate» («Chocolat», EE.UU., 2001; habl. en ingl.) Dir.: L. Hallström; Guión: R.N. Jacobs, sobre novela de J. Harris; Int.: J. Binoche, A. Molina, J. Dench, P. Stormare, L. Olin, J. Depp.

Basta escuchar el mágico y clásico «Había una vez», con que empieza esta historia, y ver desde lo alto el bello pueblito de Flavigny (convertido para la película en Lansquenet, viejo baluarte católico contra los hugonotes, los beatniks, y las madres solteras y ateas que vienen a poner una tentadora chocolatería justo durante el ayuno de cuaresma), para que uno acepte que los franceses hablen inglés, o cualquier otra cosa.

Olvidemos, eso sí, la candidatura al Oscar. «Chocolate» no es «la» película, y en ese sentido su inclusión entre las cinco principales sólo confirma la pobre cosecha de este año en Hollywood. Pero en cambio Judi Dench está formidable como una vieja diabética obligada a ponerse insulina para seguir comiendo dulces («Di que soy drogadicta. Es más exótico», rezonga; claro, la acción transcurre en otros tiempos).
Y
Juliette Binoche, con su carita de señora joven, está realmente deliciosa, y bien acompañada por Alfred Molina como un alcalde más papista que el Papa. También la música es muy agradable, y además dicen que la novela está muy bien adaptada.

Al respecto, es evidente que para escribir esta historia la novelista Joanne Harris y el guionista Robert «Dinosaurio» Jacobs se inspiraron en dos guías excelentes: «Como agua para chocolate», y «La fiesta de Babette». La verdad, «Chocolate» no alcanza en ningún momento el romántico hedonismo, el natural disparate y el elogio de la ancestral sabiduría femenina de «Como agua...», ni mucho menos la emotiva elevación espiritual de «...Babette».

Pero por ahí va, o trata de ir, y el público la acompaña, simpatizando de modo también evidente con los personajes, las situaciones, y la grata moraleja final, ya que está casi todo debidamente colocado, incluyendo ciertas constantes propias del director Lasse Hallström. Por ejemplo, la mirada infantil, el peso de las consignas familiares, las familias incompletas pero muy unidas, o el choque entre la severidad de quienes dictan pautas y la amplitud de quienes gozan de la vida y ofrecen su amor. Lástima que -como una tableta de 200 gramos-este «Chocolate» se haga demasiado extenso, y por eso mismo termine resultando un poco empalagoso y, para algunos hígados, medio pesado.

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