25 de septiembre 2008 - 00:00

Correr volvió a ponerse de moda

Como en «Carrozas de fuego», «Saint Ralph» es una historiade esfuerzo, con algunos chistes para atemperar lomelodramático, buenos actores y un defecto: las cancionesmelosas.
Como en «Carrozas de fuego», «Saint Ralph» es una historia de esfuerzo, con algunos chistes para atemperar lo melodramático, buenos actores y un defecto: las canciones melosas.
«Saint Ralph» ( Canadá, 2004, habl. en inglés). Dir.: M. McGowan-Int.: A. Butcher, C. Scott, S. MacDonald, G. Pinsent, M. Kanev, T. Hope, J. Tilly, M. Black.

El género «Carrozas de fuego», es decir el de los dramas de corredorres de maratón que se esfuerzan horriblemente desde la pantalla para participar en carreras más allá de sus posibilidades, parece volver a estar de moda. Al menos hace poco llegó a los cines argentinos la comedia costumbrista «Corre gordo corre» auspiciada por una marca de zapatillas, y ahora aparece este pequeño film canadiense sobre un chico de 14 años que cree que si gana en la maratón de Boston podrá generar el milagro necesario para despertar a su madre del coma en que la dejó una cirugía cerebral. Huérfano de padre, el chico encarnado por Adam Butcher miente en el rígido colegio católico donde estudia afirmando que vive en la casa de sus abuelos, en realidad también muertos hace tiempo. Tales golpes del destino no impiden una enorme vitalidad en el protagonista, al punto de que casi es despedido del colegio debido a sus pecados contra natura observando el vestuario femenino en la pileta olímpica. Pero el castigo termina siendo obligarlo a formar parte del equipo de maratonistas de la institución, lección que se le vuelve en contra el severo rector cuando el chico no sólo demuestra una notable habilidad como corredor, sino que además asegura a disestra y siniestra que el milagro de ganar la maratón de Boston salvará a su madre. Para colmo, desafiando la prohibición del rector de correr en la maratón, el chico es entrenado por uno de los sacerdotes, maestro de religión (Campbell Scott) y uno de los mejores maratonistas canadienses, hasta que al entrar en el seminario descubrió que la orden no estaba de acuerdo con la participación en estas competencias.

Este es el tipo de películas con algunos chistes entremezclados en sus asuntos más melodramáticos, pero lo cierto es que la parte dramática se va volviendo más fuerte a medida que avanza la acción, lo que no impide disfrutar de algunas buenas actuaciones y una excelente secuencia de carrera con un final sorprendente, para nada previsible.

Las actuaciones son realmentesólidas, lástima la insistencia del director en cortar buenos climas de acción con canciones no sólo melosas sino anacrónicas para una historia ambientada en la década de 1950.

D.C.

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