9 de enero 2007 - 00:00

De Niro: "Un buen espía es un romántico incurable"

A la derecha, Matt Damon en una escena de «El buen pastor», el film de Robert De Niro que incursiona en la psicologíadel espía.
A la derecha, Matt Damon en una escena de «El buen pastor », el film de Robert De Niro que incursiona en la psicología del espía.
Los Angeles (Especial) «El buen pastor» («The Good Shepherd») no sólo es la segunda incursión de Robert De Niro en la dirección cinematográfica (la primera, hace ya casi 14 años, fue «The Bronx Tale», o «Una luz en el infierno», tal como se llamó en la Argentina), sino además una de las más originales miradas del cine en el mundo del espionaje. El buen pastor es Edward Wilson, un personaje de ficción (basado en la existencia real de por lo menos tres agentes), que paulatinamente va transformando sus ideales dentro de la CIA hasta terminar convirtiéndose, después de la Guerra Fría y sus infinitas presiones, en un paranoico intratable, capaz no sólo de traicionar el ideario por el que ingresó en la institución (y mucho antes en su predecesora, la OSS, Office of Strategic Services), sino también a su propia familia. Tampoco la biografía de aquel hombre se ciñe a su actuación política: sin intentar el planteo de un retrato puramente psicologista, De Niro muestra a Wilson desde su infancia, cuando fue el único testigo del suicidio de su padre, y su posterior liderazgo de la Skull and Bones Society, una de las tantas típicas «sociedades secretas» (caldo de cultivo de tantos desaguisados y extremismos) en la Universidad de Yale.

De Niro, un hombre con más de un antecente en el género, no quiso quedarse esta vez en la pintura de los lugares comunes sobre la vida de los espías en la pantalla: sus vidas le interesan demasiado como para proceder así. De modo que, un poco a la manera de aquellos personajes, De Niro efectuó sus investigaciones secretas, que recién ahora aparecen a la luz en la prensa norteamericana. De acuerdo con los informes conocidos por estos días, en 1997, cuando el protagonista de «Taxi Driver» viajó a Rusia para recibir un premio a la trayectoria en el Festival de Moscú, se hizo tiempo para desaparecer por algunos días. Nadie sabía entonces que, a la manera de los clubes privados que compartía en «Erase una vez en America», en Moscú visitó uno muy especial: un sauna que frecuentan ex miembros de la KGB.

Cuentan que De Niro, silencioso, se limitaba a escuchar lo que conversaban aquellos hombres, y que en un momento hizo una pregunta: «¿Cómo reaccionaban ustedes ante la traición?».

Uno de los hombres lo estudió cuidadosamente antes de responderle, y le dijo: «Para saber cómo actuar ante la traición es muy importante tener algo muy en cuenta: que el alma de otro hombre es siempre algo oscuro».

Aparentemente, esas palabras pesaron mucho sobre el futuro proyecto de De Niro, uno de cuyos puntos centrales es la extraña relación entre agentes de la CIA y de la KGB. Aunque eran enemigos mortales, siempre existió entre ellos -algo que subraya el guión- un lazo mucho más profundo, una comunión mucha más íntima que la que individualmente tuvieran ellos con sus propias familias y amigos.

Milton Bearden, agente clandestino de la CIA durante 30 años, fue el asesor técnico de De Niro. Fue el propio Bearden quien le presentó a los ex miembros de la KGB.

Bearden conoció a De Niro a través de Richard Holbrooke, ex embajador de las Naciones Unidas. «Todo parecía un film de espionaje», dijo luego De Niro. « Estábamos en un restaurante con Holbrooke cuando le hablé de mi intención de hacer esta película. Miró hacia los costados, y escribió el número de teléfono de Bearden en una servilleta de papel», recordó.

El ex agente estuvo al frente de las divisiones secretas de la CIA en Europa Oriental poco antes de la caída del comunismo. El ex agente, al recordar aquellas reuniones de Moscú, evocó: «Parecían un capítulo soviético de 'Los Soprano'. Aquellos tipos nunca dejaron de vestir sombreros típicos, y la mayor parte tenía tanques de guerra rusos tatuados en los hombros. Una vez fijamos como lugar de encuentro un viejo estadio de box. Al llegar, uno de ellos se trepó al ring y desafió a De Niro a un par de rounds. Después nos enteramos de que era fanático de 'El toro salvaje', y quería darse el gusto de boxear con él».

Bearden reveló algunos episodios del pasado que parecen más fantasías del cine que realidad. Por caso, dijo que muchos agentes encubiertos de la CIA trabajaban estrechamente con Hollywood en cuestiones de vestuario y maquillaje. «Más de una vez», dijo «cuando un agente nuestro era seguido por otro de la KGB, la escapatoria era el disfraz. No era raro que, en esos casos, se escondiera en el baño de algún restaurante, se cambiara rápidamente de ropa y se maquillara, y reapareciera vestido como un patriarca cosaco, con barba y todo, para despistar al perseguidor y perderse entre la multitud».

Una de las definiciones más sorprendentes de De Niro, luego de sus largos meses de investigación y convivencia con los ex miembros secretos, fue ésta: «Para ser un buen agente de la CIA una persona tiene que ser un incurable romántico». Cuando Bearden se enroló en la agencia en 1964, la CIA estaba atravesando su peor momento público luego de la crisis de Bahía de los Cochinos. «Mi misión más importante», recordó Bearden «no era tanto operativa sino de conciencia: convencerme internamente de que ninguna crisis podía barrer con mi idealismo».

Edward Wilson, el personaje protagónico del film que protagonizó Matt Damon, es una mezcla de diferentes ex agentes. en especial el líder de contrainteligencia James J. Angleton; Frank Wisner, un hombre clave en Irán, y Tracy Barnes, que contribuyó a organizar la invasión a Bahía de los Cochinos. De todos ellos, Angleton fue el más extremo, el más paranoico: estaba convencido de que la CIA llegó a estar, en un momento, inmanejablemente infiltrada por dobles agentes de la KGB. «Hasta suponía que el ex director William Colby trabajaba para los soviéticos», señaló. «Mantener la cordura en determinados puestos estratégicos es una labor extremadamente difícil».

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