8 de enero 2003 - 00:00

"Desear ser otra persona es lo peor que nos puede pasar"

Rosa Regás
Rosa Regás
La escritora catalana Rosa Regás sigue sorprendida de los 700 mil dólares que le dieron al ganar el Premio Planeta 2001 por su novela «La canción de Dorotea». Licenciada en Filosofía, periodista, ex dueña de una editorial y traductora para las Naciones Unidas, Rosa Regás llegó tarde a la literatura, pero en una década ganó en España popularidad como narradora. Dialogamos con ella en su breve visita a Buenos Aires.

Periodista: El Premio Planeta 2001, que usted ganó con «La canción de Dorotea», le significó unos 700 mil dólares...


Rosa Regás:
Bueno, la mitad se lo llevó el fisco...

P.: Y con el resto, ¿qué hizo?

R.R.: Especialmente en nada. He comprado un pedacito de bosque, al lado de un casita que tengo, que me hacia mucha ilusión porque allí es donde escribo, paso mis vacaciones y siempre me ha gustado mucho. Además, he hecho regalos a mis hijos y he guardado un poquito para echármelo encima...

P.: ¿Cuántos ejemplares lleva vendidos?


R.R.:
Superamos el medio millón, estamos en la décima edición. Buena parte se ha vendido por la fuerza del premio.

P.: ¿Cómo aparece en usted la idea de esa novela?


R.R.:
De una historia que me contaron de una cuidadora de una casa de campo que tenía la manía de mentir siempre. La amiga que me lo contó fue por lo gracioso que era un personaje así. Anoté esa historia en el año '91, mucho después tome las notas y comencé a pensar hasta donde puede llegar una persona que quiere ser otra. Así fui sabiendo como se desarrollaba la personalidad de Adelita y como podía influir en una persona de una clase social más alta. Bueno, así se hacen las novelas.

P.: Usted juega con constantes opuestos: pobrerica, odio-amor, mentir-sincerarse...

R.R.: También atracción-desprecio; de eso no me había dado cuenta hasta haber escrito el libro. No tengo un plan muy detallado al ponerme a escribir, lo que me interesa más es intentar traducir en palabras lo que tengo en la cabeza, y a partir de allí empezar a volar para que el mundo que estoy construyendo sea coherente y creíble.

P.: El de Adelita es un personaje grotesco, goyesco...


R.R.:
Es goyesco pero digno de lástima e incluso enternecedor.

P.: ¿No es demasiado que Adelita sea casi enana, guarda de una casa, ayudante de la protagonista, implicada en un robo y, además, prostituta en las alta esferas con
vínculos políticos?


R.R.:
No, seguramente hay mucho más. La profesora de biología lo único que ve es que Adelita esconde otra vida, y lo único que llega a saber es que ha montado una serie de reuniones de prostitución, obedeciendo lo que le ordena su amante. Creo que hay mucho más, intente sugerirlo cuando no se sabe si muere o no muere, si la matan o no la matan.

P.: ¿Hay algo suyo en la narradora, una bióloga?


R.R.:
No tengo nada que ver con ese personaje, pero si el paisaje donde se desarrolla la novela. En todas mi obra los paisajes, tanto urbanos como rurales, son autobiográficos, necesito conocerlos, haberlos caminado, no imaginarlos. La narradora se deja vivir, no toma nunca ningún riesgo, tiene una vida apacible, cómoda. Por eso, cuando ve a Adelita, se pregunta: cómo puede ella haber tenido algo que yo desconozco, la pasión. Eso la lleva a revisar su propia vida, pensando que no ha valido la pena, que no ha sabido vivirla. De allí el recurrente si ha sabido o no cantar su canción. Esto le hace surgir el deseo, que siempre aparece donde menos pensamos y, muchas veces, donde menos queremos. Por eso lo he puesto en alguien que no tiene nada de conveniente para ella, que apenas tiene rostro, que apenas conoce.

P.: ¿Por qué la hizo bióloga molecular?


R.R.:
Quise que hiciera un trabajo de ciencias, no de letras, para que no se viera arrastrada en análisis de otro tipo, que no fuera cuál es la verdadera manera en que ella vive.

P.: Sin saber qué es el deseo y el amor...


R.R.: L
os hombres, en general, conocen el deseo separado del amor, y se han podido permitir el lujo de tener amor y deseo junto o separado, como les han convenido; las mujeres no. La cultura nos han enseñado que el deseo para nosotras es algo que supeditado al amor, si es que se nos permite tenerlo. Hablo de la cultura, no de lo que nos piden los hombres ni de lo que hacemos nosotras. Las religiones -católica, mahometana, judía-anulan nuestro deseo en aras de un amor que ha tenido que ser entrega, sumisión, sacrificio. A tal punto ha sido así que esta mujer, cuando tiene este sentimiento, apenas lo reconoce. Cree que está deprimida, que le faltan vitaminas, y hasta último momento, cuando tiene el personaje delante, no reconoce el deseo, y entonces lo dice ya explícitamente, y por primera vez en su vida toma un riesgo.

P.: ¿Usted ha tomado riesgos?


R.R.:
Toda mi vida. He tenido muchas vocaciones. Una de mis pasiones ha sido construir una familia, tengo 5 hijos. Además tuve una editorial, funde y dirigí revistas, y no tenía lugar libre en la mente para escribir. Un día me día cuenta que tenía ya 50 años y había plantado muchos árboles pero no escrito un libro. Entonces vendí la editorial y me hice en traductora para las Naciones Unidas, trabajo que me dejaba muchas horas libres para escribir, estuviera en Ginebra, Nueva York, Nairobi, París o Tokio. Así comencé a trabajar en una literatura que fui buscando fuera la mía.

P.: «La canción de Dorotea» tiene un aspecto policial...


R.R.:
Si, pero no lo hice adrede. Me sorprendí cuando una de las criticas dijo que era una novela de intriga. Yo quise ir haciendo ver, poco a poco, a una persona que desea ser otra, que, como dice Sandor Maraï, es lo peor que nos puede ocurrir. Y, allí, me di cuenta que tenían razón, que era de intriga.

P.: También es de denuncia política...


R.R.:
Eso es evidente, como ciudadana intento denunciar lo que es injusto. Como periodista lo hago en mis artículos, pero no tenía intención de hacerlo en mi novela, lo que ocurre es que la novela es el intento de explicar la realidad tal como uno la ve. Si un escritor tiene un sentido critico respecto a su sociedad, cualquiera sea, esto va a salir en sus novelas.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?


R.R.:
Una nueva novela, pero estoy en el esquema. Escribo a partir de un casi fantasmal esquema que voy concretando a medida que me voy metiendo en la trama. De allí paso a otro más completo, y a otro, y a otro, hasta que acaba en novela. Me lanzo a escribir para hallar todos los elementos de la historia. Sólo escribiendo voy construyendo ese otro mundo, el de mis personajes, que es el que me interesa y que comienza siendo borroso, hasta que toma forma. Quedarme en este mundo, en la realidad, no me interesa, no me lo creo. Yo voy poniendo piezas en el puzzle hasta que pongo la última.

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